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El martilleo de las teles

Cristina Pardo

Mariano Rajoy culpa a La Sexta de la pérdida de votos del PP en las elecciones. Lo que públicamente denomina “problemas de comunicación”, como si de verdad estuviera haciendo autocrítica, en privado se convierte en una crítica nada velada hacia las televisiones. Deduzco que la teoría del presidente es que él habría ganado si los informativos se dedicaran íntegramente a hablar del crecimiento del PIB y de la bajada del paro. Además, en los sueños de Rajoy nosotros ofrecemos al espectador el testimonio de Fátima Báñez asegurando que se está creando muchísimo empleo de calidad y explicamos que el FMI mejora sus previsiones para España, ocultando naturalmente que al mismo tiempo pide nuevos recortes. Bueno, perdón, recortes no. En los telediarios de Rajoy hablaríamos de ajustes o medidas para continuar en la senda de la recuperación. El presidente lo dice en todos los mítines: “Os pido que habléis bien de España”. Y nosotros, los medios, deberíamos entender con entusiasmo que España es él.

Lo que no nos cuenta el Gobierno –pero intuimos– es cómo tenemos que solucionar las teles sus “problemas de comunicación” cuando salen a la luz los contratos precarios, los datos de Cáritas sobre la pobreza o cuando el propio Rajoy opina que ya nadie habla del paro. Imagino que tendríamos que hacer como que no lo hemos escuchado. O contarlo explicando que el presidente no ha querido decir lo que ha dicho. Y si Montoro asegura que los salarios no bajan, tendríamos que explicar alegremente a la audiencia que hay que arrimar el hombro y hablar bien de España. También es fácil tener clara la alternativa periodística del PP cuando salen a la luz los casos de corrupción. Por ejemplo, podríamos ocultar las grabaciones de Alfonso Rus contando billetes, porque son una amenaza para la recuperación. Podríamos empezar a llamar “investigados” a los imputados antes incluso de que cambie la ley, para remar todos en la buena dirección. Y se me ocurre que tendríamos que haber ocultado la detención del delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana, porque comparado con los ERE de Andalucía tampoco es para tanto. Nunca debimos hacernos eco del SMS de Rajoy a Bárcenas, porque a quién le importan los mensajes a una persona que ya no tiene ni nombre. Y sería bueno que habláramos de los autos del juez Ruz, pero en la intimidad.

Tendríamos que contar todo esto así, con graciosa ingenuidad, y a la vez aplaudir al ministro que propone multar a los medios que se hagan eco de las filtraciones. Llegados a este punto, habría que recordarles a los políticos que el mando a distancia es muy democrático. Pero si al hacer uso de su libertad ustedes no eligen un canal del gusto del Gobierno, me permito también promocionar a quien realmente hace las cosas como Dios manda, por el bien de España. Conozcan el país en el que vive Rajoy, sin problemas de comunicación. Sin problemas de ningún tipo, en realidad. Visiten ustedes lamoncloa.gob.es, un lugar para “muy españoles y mucho españoles”. Sean felices. 

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