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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Es normal que el feminismo desconfíe de la Justicia

Varias manifestantes en la marcha del 8M en Madrid.

Violeta Assiego

Hasta mil veces se ha llegado a cometer el mismo crimen en los últimos 14 años: un hombre mata a una mujer que era, o había sido, su pareja. Un millar de asesinatos después, es como si la Justicia siguiese sin comprender que estamos ante el patrón de algo que perfectamente se puede impedir. No se trata de un crimen pasional ni el desafortunado desenlace de un conflicto de pareja. La violencia de género no es algo imposible de predecir, al menos no para el sistema judicial.

La mayoría de asesinatos machistas están precedidos de denuncias de amenazas y control, no de agresiones físicas graves. Es en ese clima de dominación, acoso, intimidación, amenazas, control… donde se alimenta la violencia de género que los operadores jurídicos no ven cuando la mujer denuncia y llega el caso a sus dependencias. Es el machismo el que mata pero no es inquebrantable esta máxima. Se puede evitar, se debe evitar, pero para ello los operadores jurídicos deben dejar de ver irrelevantes conductas machistas criminales. Estas son parte de unos hechos graves que deben ser enjuiciados como parte del ciclo de la violencia de género y no como una mera expresión de los conflictos familiares. Basta de guiarse por las creencias personales o los prejuicios sexistas y clasistas, basta de desentenderse de la necesidad de formación más allá de los puntos que sumen al expediente.

A pesar de que el domicilio (común o de la mujer) es el lugar donde se cometen la mayor parte de asesinatos, es en las salas de los juzgados donde se juegan la vida muchas de las mujeres víctimas de la violencia machista. Es en cómo están tratando los tribunales las denuncias por violencia de género donde debemos poner la lupa. El corporativismo que rodea a los operadores jurídicos y su propia estructura patriarcal no puede ser un obstáculo a la hora de salvar las vidas de las mujeres y también de sus hijas e hijos. No puede aceptarse sin sanción la praxis judicial en la que no se adecuan los procedimientos y el tratamiento judicial a las necesidades específicas. La falta de medios no puede ser un argumento cuando está una vida en juego.

Con casi mil mujeres asesinadas en los últimos 14 años y prácticamente medio centenar en este 2017,los jueces apenas aplican el protocolo para valorar de manera urgente el riesgo de una víctima de violencia machista. Solo se ha utilizado en un 0,74% de las solicitudes de órdenes de protección en 2016, según un informe de la propia Fiscalía General del Estado. Esto es inaceptable, debería serlo para el propio Ministerio Fiscal. Tampoco lo es queel lugar donde denuncia una víctima de violencia machista condiciona que obtenga una orden de protección. Lugares como Barcelona, Sevilla o Madrid deniegan más del 50% de las órdenes de protección solicitadas mientras Huelva, Cartagena o Zaragoza no llegan al 20%.

Otro dato que lleva a desconfiar en las respuestas que está dando la Justicia a la violencia de género es que cuatro de cada diez mujeres se enfrentan a juicios por violencia machista en juzgados sin especializar. La reclamada atención especializada en violencia machista salta en pedazos cuando, tras la instrucción, el enjuiciamiento de los casos se produce en juzgados ordinarios. A pesar de esto, el Gobierno no tiene previsto crear ningún juzgado exclusivo de violencia machista entre los 80 nuevos. Actualmente, hay 106 juzgados que se dedican solo a violencia de género y 355 que compaginan violencia y otros asuntos, sin que se haya creado ninguno de los dos tipos desde 2011.

La falta de especialización conlleva el que los juzgados utilicen prejuicios y estereotipos machistas de forma habitual a la hora de afrontar las actuacionesque conlleva un procedimiento de violencia de género. De esta forma se desentienden de las recomendaciones del propio Consejo General del Poder Judicial a la hora de abordar este tipo de asuntos, llegando este a realizar advertencias como que tengan en cuenta que los maltratadores denuncian por agresiones a sus víctimas como estrategia de defensa. ¿Una obviedad? Pues parece que no.

Llegadas a este punto es normal la desconfianza, la rabia y la indignación de los feminismos. La respuesta ¿cuál es? Podemos cambiar la manera de hacer justicia o podemos cambiar el propio sistema de Justicia. Hay a quienes les interesa que hagamos de “hembras justicieras”, la ley del más fuerte es la regla preferida del machismo A otras nos interesa seguir denunciando y trabajando contra esos sistemas que sabemos que no se pueden desmembrar de un tajo. Tenemos un problema de raíz profunda y profundos deben ser los cambios. Estamos en ello, solo hay que salir hoy a las calles para verlo.

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