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El nuevo PSOE: armas y rosas

Pedro Sánchez con su esposa, Begoña Gómez, en la clausura del congreso del PSOE

Imma Aguilar Nàcher

Si esto fuera un videojuego, el PSOE habría pasado de pantalla y el juego se iniciaría en otro espacio nuevo, con el mismo héroe, con nuevos avatares y con los malos de las anteriores etapas ya desaparecidos. Algo así como PSOE Mortal Combat 2. Ya es inevitable asociar la historia de este partido en clave de lucha fraticida, entre tiroteos y traiciones.

El acto de clausura del Congreso de PSOE se ha iniciado con el nuevo himno del partido, el mismo tema de Guns N’ Roses que amenizaba los mítines de Pedro Sánchez y servía para “enchufar” a los fieles. La canción se titula “Mi niño dulce” y se pregunta reiteradamente “¿a dónde vamos ahora?”, como si hubiera sido compuesta para esta ocasión por un grupo cuyo nombre es “Armas y Rosas”. El reto semiótico con esta canción está servido. Pedro Sánchez representa la traición, propia y ajena, la guerra en campo abierto, los ejércitos, la soldadesca. Su arma más poderosa para convocar a la militancia, como lo hizo en campaña, ha sido el marketing de valores. Con el rojo, con las rosas, con la izquierda, con La Internacional. Todo un escaparate de productos socialistas puestos a la venta en un un gran mitin.

Pero este no era un mitin cualquiera. Era el mitin del contraste. Con el acto masivo de la clausura se ha representado una imagen diferente a la del 38º Congreso, hace tres años, en que también Sánchez venció. Era entonces más apocado, más pequeño, más deudor y más ahijado. Esta vez se ha presentado en modo mesiánico, con ocho mil asistentes, refrendando la victoria mayor y más gloriosa de esta ocasión. Y con un mensaje algo macarra para la derrotada Susana Díaz: “Estoy aquí, en el mismo sitio en que tú presentaste tu candidatura, rodeada de la vieja guardia”. Tan amenazador como lo fue el acto de Susana en el mismo sitio.

El evento de “entronización” del mal llamado “nuevo” secretario general del PSOE ha buscado subrayar los símbolos que marcan una nueva etapa que se diferencie del mandato anterior en la puesta en escena, con el objetivo de disimular la foto de “los mismos perros pero con distintos collares”. Una durísima campaña electoral ha llevado hasta el 39º Congreso Federal para este resultado: un mismo secretario general, la afirmación inequívoca de “Somos la izquierda”, como si alguna vez hubieran dejado de serlo, la llamativa ausencia de los líderes históricos (Susana Díaz, José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba o Javier Fernández) y un nuevo parnaso compuesto por personalidades de tono medio como Óscar Puente o José Luis Ávalos.

Otro reto semiótico ha sido la entrada de Felipe González por pantalla de plasma, como un gran hermano ausente de la realidad palpable. O la discreción excepcional de la esposa de Pedro Sánchez, más tendente a ocupar escena de lo que los asesores recomiendan. En definitiva un cierto dejà vu revestido de rosas, de rojos y armas de marketing para preguntarnos lo mismo que Guns and Roses: ¿A dónde vamos ahora?

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