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Dos partidos y un destino

Iglesias insta a Sánchez a llamarle lo antes posible para negociar el Gobierno

Antón Losada

Va mes y medio desde las elecciones y seguramente solo habrá una cosa donde podríamos estar de acuerdo: partidos y medios de comunicación estatales necesitan urgentemente un cursillo acelerado de negociación, aunque sea por correspondencia, como aquellos de guitarra que te prometían ligar a manta punteando “Escalera al cielo”.

Otra segunda evidencia constata la desbocada pasión por el drama que cruza transversalmente la política española. Puede que sus programas les vuelvan incompatibles pero siempre queda algo que les une: les encanta el melodrama, a todos sin excepción. No pasa un día sin que se rompa algo, se amenace algo, se trace media docena de líneas rojas y se lancen un par de ultimatos. Se intuye muy difícil negociar cuando todo el mundo se cree protagonista de un drama griego o de una película de superhéroes de Marvel.

Empieza a resultar bastante cansina la tendencia de los socialistas a sentirse permanentemente humillados haga lo que haga Pablo Iglesias. Además de la lección que podrían aprender al experimentar los mismos sentimientos que muchos de sus socios han sufrido durante décadas, los socialistas deberían asumir que el hecho de que nadie quiera pactar o se fíe del PP no implica que quieran pactar o se fíen de ellos. Los socialistas deben recorrer aún un buen trecho en el largo viaje hacia la humildad.

No menos cansina resulta la afición de Pablo Iglesias o Albert Rivera por explicarnos que ellos, personalmente, son la solución para todo. La principal conclusión que uno puede extraer del documento de Podemos se resume en que los grandes males de este país se arreglan haciéndolos depender de la nueva “Vicepresidencia Maravilla”. La lista de éxitos de Ciudadanos contra la corrupción o por la regeneración que casi a diario nos actualiza Albert Rivera resulta igualmente pasmosa.

Las negociaciones no se resuelven a través de los documentos que se cruzan. Siempre se empieza pidiendo la luna y lo sabemos todos. Resulta reveladora la insistencia sobre los máximos de Podemos o PSOE para anunciarnos elecciones por parte de los mismos que, desde el primer día, nos han jurado que lo sensato pasaba por un acuerdo PP-PSOE.

Los documentos, las ruedas de prensa o las declaraciones sonoras tienen mucho de espectáculo y ruido; el documento de Podemos también. Lo relevante en una negociación reside en la estrategia y los movimientos de las partes. Si se mira más allá de la maniobra de distracción de la puesta en escena de Pablo Iglesias emerge lo sustancial: Podemos se ha visto forzado a cambiar de estrategia. Ahora intenta volver al juego de la negociación sin que parezca que lo hace porque no le quedaba otro remedio y pensemos que vuelve porque le da gana.

Podemos ha tenido que rectificar al comprobar que su farol del veto a Ciudadanos había quedado al descubierto y había perdido la iniciativa. Ahora presenta un documento cuyo principal objetivo no pasa por romper con el PSOE sino por provocar que Ciudadanos se borre de la negociación, obteniendo así la coalición a dos que anda buscando.

A PSOE y Podemos les une un mismo destino por mucho que les disguste. Ninguno de los dos puede permitirse romper las negociaciones porque el riesgo de acabar pagándolo muy caro se antoja muy alto para ambos. Cuánto más se empeñen en culparse el uno al otro, más culpables parecerán ambos.

Si alguno apuesta por unas elecciones que se celebrarían nada menos que en junio, se ha vuelto loco o idiota y no parece el caso. Ahora no se trata de romper la negociación. Parece más bien tratarse de ver quién la gana. A ambos les vendría bien el cursillo. Constatarían una certeza que los teóricos de la negociación han documentado hace años: los acuerdos que funcionan son aquellos donde todas las partes consideran que ninguno ha ganado y todos se llevan lo justo, lo que les corresponde.

No creo ser el único votante que está cansado de tanta competición y tanta genialidad y le gustaría ver un poco más de cooperación y modestia.

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