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El pasado siempre vuelve

Mariano Rajoy

Rodolfo Irago

Por si le quedaba alguna duda, Rajoy ya sabe hoy que la sombra de la corrupción en el PP no le va a abandonar nunca, al menos hasta que deje la política.

Es una sombra viscosa, pegajosa, que le persigue vaya a donde vaya. Por las mañanas, cuando está desayunando en la Moncloa se le aparece en forma de Zaplana, cuando ojea cualquier día el resumen de prensa le vienen a la memoria sus fotos con Camps, Matas o Carlos Fabra. Por las noches, cuando ya parece que puede descansar un poco, se sobresalta con las sombras madrileñas en forma de Esperanza Aguirre, González, Granados o la penúltima, la de Cifuentes.

Y, sobre todo, hay una que le acompaña a todas partes, a todas horas. Luis, sé fuerte; hacemos lo que podemos. Luis, sé fuerte; hacemos lo que podemos. Luis Bárcenas; el gentleman de las cuentas, el hombre del PP de toda la vida; el que conocía todos los secretos. El que lo iba apuntando todo.

El sistema de financiación ilegal y la caja B acreditados por la justicia se montaron en tiempos del hoy mudo y desaparecido Aznar y movieron millones de euros durante 20 años dopando al partido en las campañas, repartiendo sobresueldos a los dirigentes, comprando y reformando sedes y utilizando al gobierno central, a los autonómicos y a los locales en beneficio del partido y de algunos de ellos especialmente. Rajoy siempre estuvo allí y a partir de 2004 heredó todo el entramado de Aznar. Es más, ascendió a Bárcenas a tesorero con todo el mando en plaza. No podía no saber.

Cuando estalló el caso Gürtel, Rajoy sabía que estaba atrapado, que no había escapatoria y en vez de romper con el pasado, lo que suponía también su propia caída para regenerar el partido, decidió abrazarse a la suerte de todos los demás, declarar que todo era una conspiración del PSOE de Rubalcaba contra el PP e intentar sobrevivir en medio de la montaña de corrupción que tenía en Génova 13.

No le ha ido mal. Ha sobrevivido 9 años, ha llegado a la Moncloa, ha ganado tres veces las elecciones generales y pretende seguir dos años más sin más proyecto de país que el día a día con respiración asistida.

Lo suyo tiene mérito, aunque también demuestra la intolerable incapacidad y grave miopía de la oposición que de nuevo tiene ahora una oportunidad para demostrar altura de miras.

Rajoy seguirá ahora más pendiente que nunca de su sombra porque el silencio de los últimos meses no le ha servido a Bárcenas para salvar a su mujer de la cárcel y ahora ya no tiene nada que perder.

Cualquier día, el pasado volverá a llamar a la puerta de la Moncloa para decirle a Rajoy que es hora de irse porque la sombra es ya demasiado alargada.

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