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Un picaporte en la cadera

José María Calleja

La operación de cadera del Rey, la requeteoperación, no hubiera suscitado el debate abierto hoy en la sociedad española de haberse producido hace veinte años. Nadie hubiera aprovechado hace cuatro lustros el paso por talleres de la regia cadera para decir que:

-El Rey debe abdicar en su hijo.

-Debe irse el Rey y toda la familia, y que se pregunte a los ciudadanos por la República.

-El Rey debe operarse en la sanidad pública y no en la privada.

-Nos trae al fresco que el Rey se opere, solo nos interesa que se vaya, a Roma o al lugar al que quiera y le quieran.

¿Que ha cambiado entonces? Nada más y nada menos que la percepción y la opinión que la inmensa mayoría de la población española tiene respecto de la Monarquía. No se trata solo del desapego de los que han nacido después de la Constitución, es que hoy existe un clima de opinión que ve al Rey y a la institución monárquica con ojos distintos:

-Es fuente de escándalos de corrupción, así en Urdangarin, como en las cacerías de elefantes, o en el casoplón de Barcelona, como en los multidestinos bien remunerados de la infanta Cristina.

-No se sabe para que sirve la institución.

-Es permanente fuente de informaciones ruidosas --y no de buenas nuevas--, sean cacerías, sean declaraciones inoportunas, sean operaciones, más o menos quirúrgicas, sean lapsus en actos públicos.

Esta operación, ese picaporte metido en la cadera real, se produce en un contexto en el que la opinión pública resta apoyos a la Monarquía, en un clima en el que los ciudadanos han pasado a la ofensiva y fiscalizan gastos que antes daban por buenos sin criticarlos; en un clima de desahucios, preferentes, paro, recorte de pensiones, desguace la de la sanidad pública, saqueo de la educación pública, fuga de cerebros e indignación general.

Resulta muy significativo de los cambios producidos en la sociedad española el hecho de que se anuncie una rueda de prensa, ¡por primera vez en 38 años!, por parte de la casa Real y que en las apenas cuatro horas que pasan dese el anuncio de la convocatoria hasta su ejecución, en las redes sociales --concepto imposible hace veinte años--, los ciudadanos fabriquen la información y deciden que:

-La rueda de prensa es para anunciar que el Rey se va.

-Para decir que el Rey abdica en el Príncipe

-Para anunciar que Letizia se separa.

Ya no hace falta esperar a los editoriales en papel de uno o dos días después, la efervescencia ciudadana marca la agenda y demuestra de forma empírica su estado de opinión: se anuncia una rueda de prensa por cuestiones médicas y se desata una reacción política de enorme envergadura que desborda a los convocantes de la rueda de prensa, que lo hacían con la aseada intención de presunta transparencia, que lo hacían en contra de su vocación de opacidad.

Del picaporte a la República.

Bien, que en lo personal el Rey salga sano, salvo y pronto de esa avería, pero parece innegable que políticamente esta operación de picaporte en la cadera es toda una metáfora del estado del país.

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