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Hasta podrían llegar a suspender las elecciones

Mariano Rajoy.

Carlos Elordi

Lo cierto es que durante algunos días ha tenido despistado a todo el mundo. Hace una semana Rajoy cesó al Gobierno catalán y convocó elecciones en Catalunya. Parecía que había optado por la vía de la “tranquilidad”, como él mismo dijo. No pocos respiraron con alivio. Pero el espejismo ha durado solo siete días. Y ha vuelto la dureza sin contemplaciones. Volviendo a colocar las cosas tal y como estaban en la tarde del 1 de octubre, tras las cargas policiales. Ahora, cuando crece la indignación entre los independentistas y entre muchos de los que hasta ayer los denostaban, la pregunta es cuál será el paso siguiente. Y ya no caben especulaciones. Vendrá más dureza y hasta la suerte misma de las elecciones del 21 de diciembre puede estar en el aire.

“La razón más poderosa del envío a prisión de los consellers no ha sido el riesgo de fuga o de destrucción de pruebas sino el de que podían reiterar el delito” ha declarado el fiscal Maza a la SER en una entrevista en la que aparecieron sus limitaciones para ejercer el cargo, su escaso bagaje jurídico y su mediocridad como político. Porque sin que nadie se lo pidiera, vino a confesar que se encarcelaba a los líderes del independentismo para neutralizarlos, para que no pudieran encabezar la campaña electoral. ¿Qué otra cosa, si no esa, podían hacer tales personajes una vez despojados de todo poder institucional?

Tras la sorpresa inicial provocada por el anuncio de Rajoy de hace una semana, la primera reflexión que vino a las mentes de los menos apasionados fue la de que haría el gobierno del PP si el 21 de diciembre se confirmaba lo que pronostican todos los sondeos. Esto es, si el independentismo volvía a ganar y hasta puede que con más votos. La respuesta, o cuando menos, la primera parte de la misma, ha llegado este martes. Lo que el PP, el PSOE y Ciudadanos no iban a conseguir en las urnas se trataría de obtener por otros medios.

Más allá de la añagaza, seguramente pensada sobre todo para despistar a los dirigentes europeos, esa es la lógica que se ha impuesto y se seguirá imponiendo. Por una razón principal, además de otras. Porque Rajoy no puede traicionar al poderoso entramado, encabezado por la derecha de su partido, que no sólo exige un castigo ejemplar a los responsables del desafío catalán sino casi hasta la erradicación del independentismo mismo. Es tan poderoso su empuje que se podría pensar que si el 21 de diciembre el independentismo vuelve a ganar sin que nadie se lo impida, el que se tendría que marchar al extranjero sería el propio Rajoy, para evitar que los suyos lo corran a gorrazos. Y eso no iba a ocurrir fácilmente.

Es seguro que Puigdemont, Junqueras y los demás contemplaban desde hace semanas ese escenario. Tiempo habrá para saber por qué se repartieron los papeles, por qué unos se fueron a Bélgica, otros se quedaron para inmolarse y unos pocos fueron y volvieron. Son inútiles y superfluas las valoraciones morales de dichos comportamientos. Todos los movimientos han sido decisiones políticas, conflictivas, acertadas o no, pero pensadas más allá de intereses personales. Por muy en Bélgica y denostado que esté, no por los suyos por cierto, Puigdemont sigue siendo el referente del independentismo. En la cárcel lo sería muchos menos. Y eso es lo que cuenta.

Desde Bruselas, el president depuesto ha declarado que viene una represión muy fuerte. Y algo tan serio y hasta deprimente no se dice por demagogia o porque sí, sino porque se está convencido de ello. Escuchando su mensaje en TV3, surgía inmediatamente la pregunta de cuánto tiempo le queda a la televisión pública catalana para poder seguir emitiendo libremente. El impresionante despliegue informativo que hizo la tarde del jueves para reseñar las concentraciones masivas que se produjeron en cientos de localidades catalanas en protesta por los encarcelamientos, reforzaba aún más esa inquietud.

A TV3 no le van a dejar que cubra sin cortapisas la campaña electoral. El 155 concede al Gobierno atribuciones sin cuento para impedirlo. Y puede que no sea la única de las medidas coercitivas y antidemocráticas que al amparo de ese precepto legal se arbitren para reducir como sea las posibilidades electorales del independentismo. Y muy posiblemente también de todo lo que la alcaldesa Ada Colau ha denominado el catalanismo, para poderse colocar ella también dentro del nonnato pero real frente anti represivo que se ha creado en la práctica en las últimas horas en Catalunya.

Faltan solo 48 días para las elecciones. Pero todos y cada uno de ellos pueden ser muy largos. Rajoy ya no dispone de opciones para despistar de nuevo a la gente, aunque seguramente lo intentará cuantas veces pueda. El movimiento por la amnistía de los encarcelados no va a parar, aunque en su interior surjan no pocos debates sobre qué hacer y cómo hacerlo. La suerte parece echada. Catalunya vuelve al estado de agitación, mientras en los demás territorios de España sigue mandando el mensaje de la dureza que preconiza Rajoy. La única incógnita es qué actitud adoptarán los poderes europeos ante este desmán. Primero, ante las injustificables decisiones de la Audiencia Nacional. Luego, si las cosas van por donde todo indica que van a ir, ante la represión. Eso es lo único que puede frenar a Rajoy.

Pero la dinámica ha avanzado demasiado como para que quepa confiar en un efecto milagroso de las eventuales presiones de la UE. Es ya muy difícil parar la estrategia del gobierno de Madrid. Entre otras cosas porque está pensada desde hace tiempo: primero, marear la perdiz con la esperanza de que los independentistas se la pegaran por sí solos, luego la añagaza de las elecciones, más tarde el palo de la Audiencia y más adelante aún la represión de la protesta.

Pero, al final, siempre estarán las elecciones. Hoy el catalanismo anti-Rajoy las tiene aún más ganadas de calle que hace una semana. ¿Qué hará el Gobierno para impedir que se cumpla ese pronóstico, que hasta tendría algo de humillante? Al pepero García Albiol se le escapó hace poco lo de que se podría ilegalizar los partidos independentistas. ¿Y por qué hay que descartar que en última instancia hasta se suspendan las elecciones mismas argumentando que no se dan las condiciones para celebrarlas?

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