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El bingo de los presos independentistas

El final del juicio del "procés"(IV): Las caras

Isaac Rosa

Mi amiga Txell está al final de su embarazo, saldrá de cuentas en los próximos días. No ha sido un embarazo fácil, y no por ninguna complicación o molestia típica de su estado: se quedó embarazada en un vis a vis carcelario, apenas ha visto al padre en todos estos meses, y el día del parto su marido podrá acompañarla, pero solo estará seis horas con el recién nacido, y con vigilancia policial. Del hospital saldrá sin el padre, y sin él criará a su hijo, tal como lleva criando a su otro hijo desde hace casi dos años, los que lleva Jordi Cuixart en prisión provisional.

“Venga, Isaac, no manipules usando historias personales, eso es chantaje emocional y de la peor estofa: amiga, embarazo, hijo, cárcel…”

Sí, seguramente les estoy haciendo chantaje emocional. Y podría seguir chantajeándoles durante el resto del artículo, nombrando a los hijos, parejas, familias y amigos de los nueve independentistas catalanes que están en prisión provisional (y siempre hay que decirlo dos veces: provisional, provisional).

No lo haré, tranquilos, porque es inútil: ya he comprobado que la indiferencia de muchos es a prueba de todo, inquebrantable. Indiferencia que anticipa la que sentirán cuando los condenen a unos cuantos años más de cárcel.

Da lo mismo que invoques razones humanitarias; que expongas las muchas dudas sobre la independencia judicial; que recuerdes que no cometieron delitos violentos; que avises de las consecuencias políticas para muchos años; que adviertas de que hoy son los independentistas y mañana puede ser cualquier otro colectivo; que temas el descrédito exterior de España cuando la justicia europea nos vuelva a poner la cara roja; que recuerdes los pronunciamientos de organismos internacionales y la solidaridad de parlamentarios de otros países y de numerosos colectivos y organizaciones...

Da igual: todos esos argumentos llevan casi dos años resbalando sobre la indiferencia inoxidable de quienes siempre responden con el piloto automático. Hagan la prueba: si tienen paciencia, comenten en público, en redes sociales o en un artículo su desacuerdo con el encarcelamiento injusto de estas nueve personas, y verán cómo reciben de inmediato algunas de estas respuestas:

“Sí, la misma situación de tantos presos preventivos que también tienen hijos, y de los que nadie se acuerda”

“Lo mismo le pasó a (ponga aquí el nombre de su corrupto favorito, normalmente Bárcenas), y nadie se solidarizó con él”

“Que se lo digan a Puigdemont, la culpa es suya por fugarse”

“La sentencia está al caer, después de año y pico no pasa nada por esperar un mes más”

“La ley es igual para todos, somos un Estado de Derecho”

“En España no hay presos políticos, son políticos presos”

“Ya sabían dónde se metían, y no se arrepienten, que asuman las consecuencias”

“Pero si ellos están encantados, que sin presos ya me dirás qué quedaría del procés”

“Qué ingenuo eres, le estás haciendo el juego a los independentistas, tonto útil”

“Lo del procés es un invento de la burguesía catalana que…”

Hagan la prueba, verán que no falla. Con cuatro respuestas pueden cantar “raya”, con diez “bingo”, y no faltará quien use el comodín “Pujol”.

En fin, que este once de septiembre millones de personas van a recordar en las calles catalanas a los nueve independentistas presos. Y en el resto de España algunos no nos olvidamos de ellos, al margen de lo que pensemos sobre el procés, Cataluña y España. Y seguimos pidiendo su puesta en libertad, como la seguiremos pidiendo cuando sean condenados, desde la convicción de que este es un problema político que solo se solucionará con medidas políticas.

Yo además me acuerdo de mi amiga Txell, y de su hijo por nacer, y de Jordi Cuixart en prisión. Que es una historia personal, claro, pero también política. Mucho ánimo y suerte.

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