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¿Qué tiene que ver la semana de la movilidad con el referéndum de Catalunya y el Wanda Metropolitano?

Atasco en una de las entradas a Madrid.

Gumersindo Lafuente

Queridos lectores, que son también peatones, ciclistas, usuarios del transporte público, conductores de coches, motos, furgonetas o camiones: quiero que se tomen muy en serio este texto. Incluso a pesar de que el título pueda ser una broma para que hayan llegado hasta aquí, aunque más adelante verán que no tanto.

A partir de hoy mismo se celebra en toda Europa la Semana de la Movilidad, que este año tiene como objetivo conseguir que esa movilidad sea limpia, compartida e inteligente. Ahí es nada. Este año, como los anteriores, España será el país líder en celebraciones (en 2016, de 2.427 ciudades participantes en toda Europa, 451 eran españolas), pero da la sensación de que somos más proclives a celebrar un día o una semana, que a practicar el resto del año. Y esto va por las autoridades, pero también por nosotros, ciudadanos y ciudadanas que usamos las ciudades y que no terminamos de entender que hay que buscar otras formas de desplazarse.

En 2016 hubo un 18% más de muertes en accidentes de tráfico en vías urbanas en España. En total murieron en la ciudad 519 personas, 78 más que en 2015. Y a este número tremendo de víctimas, que cada una de ellas se transforma en una enorme tragedia familiar, hay que añadir las colaterales por los efectos de los gases y partículas contaminantes de los vehículos. Ya todos los estudios de la OMS son concluyentes y relacionan las enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cánceres con el tráfico urbano, lo que además de vidas, nos cuesta una enorme cantidad de dinero gastado en el sistema sanitario.

Podemos seguir preocupándonos de otras cuestiones, que son sin duda importantes, como el propio asunto de Catalunya, pero lo que de verdad está matándonos son los coches. Sí, esas maravillosas máquinas que nos dan libertad y estatus, que nos hacen sentir los dueños del Universo, son máquinas de morir y matar, además de arruinar con gran facilidad nuestros bolsillos. Sé que no es fácil y que a veces será incómodo, pero tenemos que acostumbrarnos a utilizarlos mucho menos, por nuestra salud y por la de los demás.

Aquí entra por fin en danza la inauguración mañana sábado del nuevo y flamante estadio Wanda Metropolitano, construido sobre la base de lo que iba a ser el símbolo olímpico de Madrid, esa sucesión de ilusiones frustradas con las que nos engatusaron Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Botella, los dos últimos alcaldes del PP. No hubo juegos, pero sí un montón de millones de euros enterrados en obras faraónicas (la Caja Mágica) o inacabadas (las piscinas olímpicas), que en un caso casi no se utilizan y en el otro parece que jamás se llegarán a usar.

Pues bien, leemos en las noticias que los accesos por la M-40 y la A-2 al nuevo estadio del Atletico de Madrid no estarán concluidos hasta dentro de unas semanas, incluso meses y que en consecuencia la Avenida de Arcentales se colapsará de coches cuando intenten acceder al amplísimo aparcamiento del estadio. Y ahí está el asunto. No aprendemos nada.

¿Por qué a estas alturas hay que ir al estadio en coche? ¿Por qué se construyó un amplísimo aparcamiento? Sobre todo sabiendo que cerca del campo hay tres paradas de metro de tres líneas diferentes: la 7, la 2 y la 5. Y aún hay más, la de la línea 7, ahora llamada Metropolitano (antes Estadio Olímpico), se construyó pensando en unos Juegos y es la más grande, con mucho de las 301 que componen la red de Metro de Madrid. Para que se hagan una idea de su tamaño y capacidad de absorción de viajeros, multiplica por diez las posibilidades de Pirámides, una de las estaciones cercanas al viejo Vicente Calderón.

Ya ven, por chiripa, los dineros invertidos (que habrán sido muchos) en esa estación destinada a ser fantasma por su tamaño, van a ser aprovechados ahora al menos cada quince días por los aficionados atléticos. Eso sí, si van en Metro y no cada uno en su flamante coche llenando el aíre de mierda que acabaremos respirando todos, incluso los merengues y los que no les guste el fútbol.

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