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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Los ruines conspiranoicos

José María Calleja

La matanza de 191 personas hace diez años en los trenes de Atocha dio lugar a una de las maniobras más ruines de una parte de los medios de comunicación y de una parte de los políticos de este país en los últimos treinta años.

El ejercicio de difusión sistemática de mentiras, siembra de odio y linchamiento realizado por el periódico que dirigía entonces Pedro José, por la radio de los obispos y por Telemadrid, constituye un episodio repugnante. Episodio que no ha merecido ni la autocrítica, ni la petición de perdón en unos medios que de forma campanuda han pedido tantas veces la dimisión de tanta gente por responsabilidades mucho menores.

El entonces arzobispo de Toledo y primado de España, Antonio Cañizares, dijo entonces, muy serio, que aquel atentado se había producido porque en España “se pecaba mucho”. Hoy, Rouco, sostiene, con la misma seriedad, que en el 11-M de 2004 “mataron inocentes por oscuros objetivos de poder”. Rouco, al que no se le conoce ni una palabra de condena para los asesinatos de más de 700 mujeres registrados en nuestro país desde 2004, tiene muy claro que esas muertes de Atocha fueron para obtener el poder. Mantiene así vigente la teoría conspiranóica que en su día difundió su radio.

Hemos visto estos días a un policía que nos contaba cómo le implicaron en la realización de la matanza, cómo le insultaron a él, a su mujer --que se acabó suicidando--, los mismos que ahora consideran un ataque a la Guardia Civil el que se critique la utilización de pelotas de goma para disuadir a inmigrantes que tratan de llegar a tierra española.

Largas jornadas de periodismo de investigación, puro y duro, ¿quién no sabe que los comandos de ETA llevan siempre unas tarjetas del grupo Mondragón, para que los afectados por sus atentados se pongan en contacto con ellos por si no han quedado satisfechos con la faena? ¿Quién no sabe que los comandos de Eta, alegres y faldicortos, viajan con nosotros a mil y un lugar, con cintas de la Orquesta Mondragón, con la voz de Javier Gurrutxaga, ese apellido sospechoso? ¿Quién no tiene ácido bórico en casa, por si tiene que salir pitando a cometer algún atentado, o porque le huelen los pies, o para conservar el marisco?

Y luego esta lo de los suicidas de Leganés. Sostenían, muy serios, los conspiranóicos, que los cadáveres fueron colocados allí, que no se suicidaron tras ser rodeados por los GEO. ¿Quién no tiene uno, o dos, cadáveres congelados en su casa, por si es necesario llevarlos a Leganés? Pero claro, si los cadáveres fueron llevados allí ¿quién asesinó al miembro de los GEO, Francisco Javier Torronteras? ¿Lo asesinó la propia policía, para dar más verosimilitud a la conspiranoia? ¿Y por qué profanaron su tumba varias veces?

¡Qué debates con Pedro José y Casimiro, en su reparto de tareas, los dos con aire de estar en la pomada y esto no es lo que parece! Siempre dispuestos a dar páginas y páginas a los asesinos --previo pago, según confesión de uno de ellos--, y empitonando a los policías como si fueran criminales. A vender.

¡Qué papelón, aquellos abogados de las víctimas que en el juicio interrogaban con acidez a los policías que habían llevado el caso como si fueran criminales y no hacían preguntas a los asesinos!

Y Rajoy, muy poquito antes de que fuéramos a votar los españoles, diciendo, muy serio, que los etarras estaban detrás de la matanza.

La brillante idea, según la cual, una matanza de esa envergadura deber ser cometida por alguien con la envergadura intelectual, no se, de Churchill, se desmiente por el hecho evidente de tantos atentados brutales cometidos en nuestro país cuyos asesinos eran más homínidos que otra cosa.

Linchamiento del juez Del Olmo, que por ser miope no podía instruir el caso. Linchamiento del juez Bermúdez, por carecer de pelo.

Linchamiento de los policías, que si hubieran sido asesinados serían víctimas heroicas, pero que fueron triturados por los difusores del odio por cumplir con su obligación.

Linchamiento de testigos rumanas que no se atenían a la conspiranoia.

Linchamiento de una parte de las víctimas, Pilar Manjón, ¡que tuvo que llevar escolta después de que asesinaran a su hijo!.

Linchamiento de los periodistas que no aplaudimos su conspiranoia...

Y ahora se saca un poco la patita, pero se sigue cayendo de pié.

Los Pedro Josés, la radio de los obispos, han protagonizado uno de los episodios más ruines de nuestra reciente historia. Esperamos, al menos, una leve autocritica.

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