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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Me siento viudo

Mariano Rajoy

Antón Losada

Una vez más lo ha vuelto a hacer. Cuando muchos esperábamos que aplicase la segura clave de bóveda del código mariano, resistir hasta recuperar el control de los tiempos, Mariano Rajoy ha hecho todo lo contrario: acelerar el reloj. Lo que sea en el Partido Popular, lo será en unos pocos meses. El líder que siempre ha presumido de previsible ha vuelto a mostrarse imprevisible. Como cuando todos auguraban su marcha, tras perder con Zapatero, y se plantó en Valencia con el Congreso ganado y Esperanza Aguirre atada de pies y manos.

Después de haber mantenido con absoluto convencimiento que Rajoy iba a hacer aquello que parecía más coherente con su trayectoria y su manera de entender el partido: aguantar hasta estabilizar la situación interna y luego decidir si reclamaba su derecho a no irse así o conducía su propia sucesión, no seré yo quien se ponga a explicar por qué ha optado por un movimiento que hasta ahora no figuraba en el código Mariano: acelerar en vez de frenar. No tengo ni idea. Solo puedo lanzar suposiciones sobre dos certezas que aún considero inalterables: Mariano Rajoy siempre hará lo que sea mejor para el partido que se lo ha dado todo y Mariano Rajoy es un estratega de primer nivel.

La primera razón que puede explicar este inédito acelerón mariano tendría que ver con una constatación inesperada: la situación interna del partido es mucho peor de cuánto podía apreciarse desde Moncloa y la guerra por el poder va a estallar, con o sin él. Abandonar la Moncloa por la puerta de atrás ha sido suficiente dolor para alguien con el currículo y el orgullo de Rajoy. No quiere salir del partido por la gatera o porque le echen. Prolongar la agonía no tenía sentido si no puede dirigir el proceso. Sería inútil, malo para el partido y malo para él. Mejor una guerra relámpago por el liderazgo que una larga campaña de desgaste y trincheras. 

Rajoy ha elegido irse con una enmienda a la totalidad a la era Aznar y todo cuanto representa. Todo su discurso ha sido un ajuste de cuentas con el líder que ha hecho todo lo posible para amargarle la vida a su sucesor. Sin decirlas, nos ha recordado todas las cosas que se ha callado y todas las facturas que ha pagado sin considerarlas suyas. Rajoy sigue sin entender bien por qué al final, después de todo lo que ha corrido, la corrupción le ha acabado alcanzando. Porque siempre te alcanza, como el destino, y porque él estaba allí, no hizo nada y eso le hace políticamente responsable. Le guste o no.

La segunda razón que puede explicar el acelerón mariano respondería al escenario contrario. Existe un consenso claro sobre quién debe ser el nuevo líder y cuanto antes se haga con los mandos, mejor.  Antes podrá endosar al pasado y al ausente Rajoy las sentencias que pueden venir, antes podrá ponerse al frente de la campaña de deslegitimación de la presidencia de Sánchez y acusarle de vender España a sus enemigos y antes estará preparado para unas elecciones que el PP parece temer puedan convocarse incluso antes de lo que ellos mismos prevén. Los aspirantes posibles y que quieren son dos. Núñez Feijoo no estaba allí y gana elecciones,  pero no es diputado. María Dolores de Cospedal estaba allí, pero le dio el finiquito a Bárcenas, aunque fuese en diferido, y tiene, sobre todo, la ventaja de ser diputada. Hagan sus apuestas. Yo ya he perdido bastante. Me retiro.

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