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“He leído y acepto las condiciones de Google…”, y no dicen nada de eludir impuestos

Google rectifica y "experimentará" con nuevas maneras de mostrar los anuncios

Isaac Rosa

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La “tasa Google”, esa que ha aprobado el Gobierno para que los gigantes digitales paguen un mínimo de impuestos en nuestro país, no va a servir de nada. De nada-nada. Un brindis al sol. Papel mojado. Olvídenlo, ni caso.

No servirá, por estos cinco-argumentos-cinco, todos incuestionables:

1) Solo se conseguirá cuando lo hagan todos los países, mediante acuerdo internacional.

2) Trump nos freirá a aranceles y nos obligará a retirarla (miren Francia cómo reculó).

3) Esas compañías corren más ligeras que las paquidérmicas legislaciones estatales, y saltan ágiles sobre sistemas fiscales del siglo pasado. No hay quien las ate.

4) Si al final se aplica, nos tocará pagar a los usuarios, como siempre.

5) La han aprobado un martes 18, y todo el mundo sabe que las medidas aprobadas en martes, si coincide que es día 18, no tienen validez legal.

De acuerdo, el último me lo he inventado. Pero en realidad es tan válido como los anteriores, solo hace falta darlo por bueno, asumirlo como inevitable. O de otra manera: el quinto argumento es tan superable como los otros, siempre que haya voluntad política.

Parece que eso de lograr que lasmultisde Internet paguen impuestos es comparable a conseguir que respeten nuestra privacidad: una batalla perdida. Pero una batalla perdida antes de librarla, solo con pensarla. Puro derrotismo. Nos pasa con la privacidad: ni siquiera nos leemos los “términos y condiciones de uso”, hacemos clic directamente, porque total para qué, si al final van a hacer lo que quieran con nuestros datos, si la renuncia a la privacidad es el precio a pagar por usar sus estupendos buscadores, redes sociales y plataformas.

Pues parece que pensamos igual con la fiscalidad: para qué nos vamos a molestar en pelear impuestos justos, si total, ellos son gigantes y nosotros tan pequeños; y además son digitales, están en la nube, fuera del alcance de los analógicos países. Diría más: como con la privacidad, asumimos que su caradura fiscal es parte del precio a pagar por disfrutar de Google, Amazon, Facebook o Netflix.

Pues miren, por una vez me he leído los famosos términos y condiciones de Google (esos que siempre aceptamos sin mirar). Me los he leído de principio a fin, y resulta que no dicen nada sobre impuestos. En ninguna parte establecen que al usar sus servicios acepto que eluda sus obligaciones fiscales en mi país. No descarto que lo acaben incluyendo en una próxima actualización, pero por ahora no es así: lo que significa que Google y las demás compañías pagarán tantos impuestos como los ciudadanos queramos que paguen. Es decir, tantos como presión ejerzamos sobre esas mismas empresas, y sobre nuestros gobiernos.

Que sí, que vale, que ellos son gigantes, y nosotros simples ciudadanos cansados de trabajar y con ganas de compartir fotos graciosas y ver series al final del día. No podemos contra las multinacionales, la economía global, Trump, Silicon Valley y la maldición de los martes 18. Pero sí podemos asegurarnos de que al menos nuestro gobierno siga adelante con el proyecto, no lo descafeíne a su paso por el Congreso, ni se lo envaine de aquí a final de año. Y hasta podemos esperar que los ciudadanos de otros países hagan lo mismo con sus gobiernos, y cuantos más países se sientan presionados, más empujarán a un acuerdo internacional. Y no sé, quizás a la vuelta de unos meses o años conseguimos que esa tasa loca que hoy damos por imposible -y que en realidad es muy modesta-, se haga realidad.

El mismo razonamiento vale para la Tasa Tobin. Otra locura, quién va a conseguir darle un pellizquito (0’2%) a las gaseosas transacciones financieras, ¿verdad? Pues nosotros, claro.

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