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Si otros no hubiesen sido tontos

Ruth Toledano

Madrid —

“Debo crear un sistema o ser esclavo del de otro hombre”, dijo William Blake. Esta declaración de libertad, de creación, de responsabilidad sobre la existencia presidía la exposición de su obra que durante más de tres meses ha podido visitarse en el CaixaForum del Paseo del Prado. El jueves pasado, a pocos metros de sus grabados, acuarelas, dibujos y pinturas, a pocos metros de un Congreso donde todos los pasos parecen ya perdidos, estudiantes, maestros y padres de alumnos se manifestaban contra los recortes en Educación del Ministerio de Wert y a favor de la escuela pública. Unos días antes este ministro se había referido a los manifestantes como personas “antisistema”, acaso ignorando que, muy cerca, el gran artista inglés legitimaba esa posición desde la luz de sus palabras y las sombras de sus visiones. Más aún, la consideraba una exigencia. Blake rechazaba ser esclavo y fue por ello inconformista e incomprendido, un revolucionario.

El sistema contra el que se rebelan padres, alumnos y maestros, así como todo ciudadano que se precie, es este que, encabezado por un risueño Wert, recorta en 4.000 millones de euros la dotación para la enseñanza pública en 2012, mientras que las subvenciones para la escuela privada no universitaria se han incrementado. Un sistema que ha despedido a 50.000 profesores este año. El mismo sistema que ha reducido los programas de apoyo y refuerzo, que le ha metido la tijera a las becas para comedor y para libros de texto, pero que inyecta enormes cantidades para rescatar a la Banca o para financiar a la Iglesia católica. Un sistema que considera un lujo comprar material escolar y por tanto lo grava con un aumento del IVA. El mismo sistema que ha aumentado las tasas y ha endurecido los requisitos académicos. Un sistema cuya reforma eliminará el estudio del arte y la cultura clásicos. El mismo sistema que no se da cuenta de que el presupuesto en educación es la partida más importante para el desarrollo y el bienestar de una sociedad, y que en su ceguera ha conducido a España a situarse a la cola de la Educación entre los países de su entorno. Estar en contra es la única postura decente frente a semejante sistema.

Lo raro es que un ministro de Educación no se muestre seriamente preocupado con tal situación, que no tenga la honestidad de reconocer las dificultades y de luchar por hacer bien su trabajo, que sería dejarse la piel en proporcionar lo mejor a los alumnos, pelearle lo máximo al Gobierno, no limitarse a cometer la inmoralidad de ser su mercenario. Es de tal trascendencia la atención al sistema de la educación pública, de la escuela no elitista de un país, que un ministro con esa cartera debería vivir obsesionado con encontrar soluciones. Parece una verdad de Perogrullo que esa sería su obligación. Pero, lejos de ello, el risueño Wert insulta a las asociaciones de padres, desprecia a los alumnos, ningunea a los profesores, atenta contra el futuro de todos. Es una actitud que nos resulta extraordinariamente rara, propia de un tío radical, por hablar en su estilo; una actitud que produce indignación y conduce a la defensa.

En la muestra de William Blake había un grabado titulado El ángel bueno y el ángel malo. En él se ve cómo el ángel bueno protege entre sus brazos a un niño del ataque de un furibundo ángel malo. Nadie que no defienda los intereses de los niños puede ser ángel bueno, así que Wert se nos presenta como el ángel malo del que hay que protegerlos. Por eso tiene en contra a toda la comunidad educativa: tiene a los padres en contra, tiene a los alumnos en contra, tiene a los maestros en contra, tiene a los universitarios en contra, tiene a los gobiernos autonómicos en contra, tiene en contra a la mayaría de la población, según indican todas las encuesta. Hasta el Rey le ha afeado la conducta. Pero Wert se ríe. Dice que está “orgulloso” y “respaldado”, que las protestas no le afectan “lo más mínimo”, que no rectifica “ni una coma”. Y se ríe. Sorprende tanto esa irresponsabilidad y esa falta de respeto que parece claro que es malo, el ángel malo de Blake. Aunque luego lo miras bien, ese gesto, esa risita, y recuerdas uno de los Proverbios del Infierno del inglés: “Si otros no hubiesen sido tontos, nosotros tendríamos que serlo”.

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