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Se trataba de que Pedro Sánchez conciliara el sueño

Pedro Sánchez posando al presentar la campaña para el #10N VÍCTOR J. BLANCO / GTRES

Rosa María Artal

El PSOE pierde hasta cinco escaños en la intención de voto, según las encuestas que marcan la política desde hace tiempo. El gran beneficiado es el PP de Pablo Casado, a quien le tocó la lotería con Pedro Sánchez porque pasar de 66 escaños a los casi 100 que les pronostican, solo ocurre en las Bodas de Caná con la multiplicación de los panes y los peces. Un inesperado milagro cuando el muy justificado disgusto de un sector de su electorado les había retirado la confianza.

El presidente del Gobierno, ahora en funciones, ganó las elecciones con mayoría insuficiente –que es un punto decisivo- y ahí comenzaron sus insomnios. A estas alturas de la larga travesía del desierto ya sabemos que Pedro Sánchez decidió convocar nuevos comicios porque no podía dormir. No en La Moncloa, pensando en ese futuro en el que en el Gobierno tenía a miembros de Unidas Podemos. En sus cábalas, y convenientemente asesorado, debió de soñar con una mayoría absoluta o bien con socios más afines. Si los dioses de las urnas le conceden esa mayoría imprescindible, siquiera con Albert Rivera e Íñigo Errejón, la jugada del 10N le saldría perfecta. Otra cosa no, pero las personalidades de los tres candidatos tienen grandes puntos en común, y así siempre es fácil entenderse. Una buena relación con el PP podría además conseguir cambiar la Constitución para otorgar primas, si faltan votos.

La mayoría absoluta puede darse por descartada, como se preveía. El problema vendrá si en el deslizamiento de fuerzas para hacerse un sitio y los envites para tumbar a los rivales no se producen resultados indeseados. Para los intereses de los contendientes en este escenario concreto, que es lo que cuenta o así lo parece. Especialmente, los giros vertiginosos de peonza de Ciudadanos tratando de frenar su caída. O el efecto de la quiebra en la cúspide de 'Más Errejón' nada más empezar a andar. El insomnio de Sánchez puede terminar produciendo pesadillas.

Y en la espera hasta el 10 de Noviembre, la sentencia del procés. Por si lo cambia todo o algo. La sentencia en sí y las reacciones. Pugnando por quién le saca mayor provecho. El preparar un gran despliegue policial solo es pura previsión. Por si quienes desearían una salida justa al conflicto político desbordan las calles con su felicidad. Disculpen la ironía, es realmente amargo que la vida de las personas, sus emociones y esperanzas formen parte de una forma de entender la política que casi parecen transacciones comerciales en busca de las sillas del poder.

No me van a creer, pero esta mañana me he puesto a leer a Aristóteles. A recordar. A ver cómo era esto de la política, vinculado a la ciudadanía, al bien común, a la ética, la lógica, la dialéctica y la retórica, cuatro siglos antes de la Era Cristiana. Y creo que hemos extraviado todos los nortes en el camino. Hay demasiados atajos y desvíos, demasiadas contradicciones. Demasiadas declaraciones sonrojantes insultando la inteligencia de los electores. Apelando a las pasiones, a las bajas pasiones incluso, más que a la razón y a los proyectos comunes.

Porque, entretanto, en las conclusiones de la Jornada Mundial de Trabajo Decente de la OIT nos recuerdan que España es el tercer país de la UE en trabajadores pobres, tras Grecia y Rumanía, y el tercero también en pobreza infantil, en este caso tras Rumanía y Bulgaria. Cuando España es una destacada potencia mundial, la cuarta de los 19 países de la Zona Euro, y nuestras élites se codean con lo más granado de las grandes fortunas. Un club que se amplía: el número de superricos se ha triplicado en España desde aquello que llamaron crisis. Y que hay gravísimos problemas de vivienda, alquileres disparatados y sin control, desahucios. Chirría conciliar esta imagen con los gorjeos de la política que vemos.

Y que es demoledor asistir a los trapicheos continuos. Desde los nombramientos provocadores de Ayuso/Casado en Madrid, recogiendo buena parte de los desechos de indecentes gestiones anteriores, a la promoción de una ultraderecha que insulta a personas y valores fundamentales impunemente. No solo no les aplican el cordón sanitario que rige en otros países, sino que disponen de un permanente altavoz mediático que ha logrado normalizar su presencia, nada normal. A, salvando las distancias, los compadreos, como el del Presidente del CIS pidiendo el voto “a los partidos que puedan gobernar”. O el pestilente hedor a mafia de algunos negocios en las alturas. Y en tumbar al adversario político con informes falsos, ampliamente difundidos en los medios. Un mando investigado en el caso Villarejo atribuye al policía asesor de Cospedal la fabricación del informe PISA contra Podemos para evitar que llegara al gobierno.

Sobran muchas puestas en escena, muchas gominas hasta en el cerebro, el abrumador número de encuestas que condicionan el voto, promesas sin certificado de cumplimiento, trampas de las de toda la vida, sin insultos trampantojos de diseño. Deberíamos convocar a los ciudadanos a una reflexión profunda y no de una jornada sino de todos los días que restan hasta las elecciones. Casi un mes para pensar siquiera en la escala de valores. Solo eso ya sería útil, pensar en nuestra escala de valores y obrar en consecuencia.

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