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Esta no será la última derrota de Trump

Los demócratas se hacen con la Cámara Baja de EEUU y frenan a Trump

Violeta Assiego

Parecen desconocer los sátrapas que el tiempo, y con él la Historia, termina colocando a cada uno en su sitio, y que ese lugar –raramente- es el olvido. Basta hacer una sencilla búsqueda en internet para comprobar que quienes construyen su legado a base de mentiras, corrupción, despotismo, tiranía y crueldad no suelen caer en la desmemoria colectiva y que, antes o después, la persona y su personaje terminan por rendir cuentas. Unas veces ante la Justicia terrenal y, casi siempre, en forma de justicia poética a través de la literatura, el cine, el arte, la fotografía y por supuesto, el activismo. Mientras la Historia espera su turno y la vida se sucede, las víctimas sufren injustamente porque sí.

Ningún país está salvo de tener sus propios sátrapas, de dar cabida y cobijo a quienes abusan de su poder en el Poder pero también a quienes lo hacen detrás de una sotana, desde un atril, al lado de una bandera o, sencillamente, tras la puerta de lugar que debería ser refugio y ser hogar. Y así, la lista podría seguir hasta el infinito y más allá. Los sátrapas están ahí.

Pero mención de honor por sátrapa merece Donald Trump. De ahí que sea una buena noticia que haya llegado el momento de que encaje una primera derrota, máxime cuando esta tiene un sabor especial: el del feminismo racializado impregnado de diversidad. El hombre blanco supremacista sin complejos ni conciencia, el mismo que quiere levantar muros insorteables, usar rifles contra niños, mujeres y hombres para defender su país y agarrarnos a las mujeres por el coño, ha encontrado en los colectivos sociales, identidades y, sobre todo, en las mujeres su propia frontera particular. Por ahí no va a pasar.

La campaña en contra de los Republicanos era clara: VOTA. No hacía falta decir más, el propio Trump se encargaba de hacer todo lo demás. Su propia puesta en escena, sus insultos y sus amenazas contrastaban por toda su desproporción con la imagen mucho menos apocalíptica de un sinfín de carteles que reflejaban que para ganar votos no hacer falta el terror. Cero agresividad, 100% efectividad. En estas elección se ha conseguido alcanzar una participación histórica.

La victoria del Partido Demócrata en la Cámara no ha sido solo producto del enfado o el rechazo a su presidente multimillonario, sino fruto de un alzamiento popular, pacífico y de derechos por parte de los movimientos feministas diversos y racializados. Pero esta victoria no es un triunfo, sino la primera derrota para Trump. Y esto, lo sabe bien el Presidente cuando se lanza a calificar el resultado para él como un éxito total. Aunque la derrota le duela, realmente hará que le da igual. Pero dolerle le tiene que doler porque sus palabras, sus gestos, sus políticas no han logrado borrar del mapa el poder que tienen el voto feminista, el latino, el racializado o el de la diversidad sexual, de género y familiar. Si ese voto pesa tanto, y más ahora sin la mayoría en la Cámara, Trump no tiene tantas opciones de ser Trump.

Está claro que un hombre como él nunca jamás dará una señal de debilidad, es de hombres acomplejados dejarse amedrantar por mujeres feministas (pensará). Por eso, es probable, que haga todo lo contrario: redoblará su agresividad, sus ataques (incluyendo a los suyos) y se aferrará a ese voto conservador, religioso y rural para las aguas vuelven a su cauce en el Partido Republicano. En definitiva, tratará de polarizar lo suficiente la sociedad como para ganar tiempo y, sobre todo, dinero.

Esta no será la última derrota de Trump ni tampoco la primera que disfrazará de victoria. Pero eso es distracción y no debe importar. La victoria definitiva (si es que alguna victoria es definitiva) pasará por saber cómo devolver la dignidad a esa gente humilde, conservadora, religiosa y del mundo rural que caen en la trampa mortal de entregar su voto a tipos sin escrúpulos que solo piensan en sí mismos. Ese es el reto, llegar a quienes están ideológicamente lejos, para que (al menos) no voten a quienes buscan que la democracia tenga una muerte lenta por crispación.

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