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No veo líderes

Mariano Rajoy, a la izquierda, y Pablo Iglesias, a la derecha.

Suso de Toro

Es difícil decir si al final habrá sido más peligroso socialmente Aznar o Rajoy, pero siendo del mismo partido y defendiendo los mismos intereses son políticos distintos. Guste o no, Aznar fue un líder y Rajoy es otra cosa. Aznar reorganizó la derecha posfranquista española, no hay otra, y la dirigió a un objetivo, hacerse hegemónica, que su ideología sea la que el conjunto de la sociedad española acepta como suya, como la ideología nacional, y apoderarse completamente del Estado. Rajoy, en cambio, es un político que no sabe conquistar poder, pero sabe gestionarlo y retenerlo. Lo de gobernar le aburre.

Pero, qué más da, la derecha española no necesita líderes. Hemos comprobado que, gracias al legado político del franquismo y que redefinió Aznar, hay un electorado que vota siempre a cualquier candidato que le presente el PP. Aunque le pongan delante a un pederasta enloquecido, un asesino en serie o un condenado por corrupción, lo votan igualmente. Quienes crean la política de la derecha son personas inteligentes pero no son visionarias, simplemente dictan normas para proteger sus privilegios y favorecer sus intereses.

En cambio, los proyectos que aspiran a reformar la sociedad necesitan líderes que creen política, proyectos de futuro.

Que la democracia se base en decisiones libres colectivas no debe ocultar que cualquier proyecto colectivo nace de cabezas individuales. Normalmente un proyecto político nace de un equipo o un grupo, pero al final acaba encarnado en una o dos personas. No existen los “liderazgos compartidos”, todo movimiento de cambio político o social va unido a un liderazgo personal. Así lo ve, así lo quiere la sociedad y así funciona también la dinámica interna en las organizaciones y así debe de ser. Cada dirigente encarna un momento y cuando ese momento pasa se ve apartado y sustituido, es una ley severa.

En la política democrática todos debemos poder votar las políticas y los gobernantes, pero quien debe interpretar, gestionar y realizar nuestros deseos colectivos son personas concretas. Esas personas asumen unas responsabilidades por las que deben responder, cargan personalmente con el balance de sus errores y aciertos y con las consecuencias de sus actos. O así debe de ser. Por eso le recriminamos y reclamamos responsabilidades a políticos como Bush o Aznar, por ejemplo.

Pero éste parece un momento sin líderes. El único movimiento político de alcance en nuestro entorno se da en Catalunya y aún ahí no se ve un liderazgo claro, siendo ésa una debilidad importante, pero en la política española a la izquierda del PP tampoco se ven.

La situación del PSOE nadie sabe con certeza si es transitoria o no, pero quienes la gestionan no son personas que merezcan a la sociedad confianza o respeto por ellas mismas. Por mucho que la artillería mediática del poder nos bombardee con exaltaciones de “los gestores” y de Díaz, no consiguen ocultar que no dan la talla para liderar y que están completamente vacíos de proyecto político. Lo que dijo hace unos meses Borrell, “un golpe de chusqueros”, tenía un claro toque clasista pero retrataba muy bien a una generación de políticos sin más méritos que ser burócratas.

La trayectoria pública de la generación de dirigentes de “Podemos” no es la misma, pues la historia de su partido es totalmente distinta, pero es también muy insatisfactoria para la sociedad. El espectáculo de los últimos días, la escenificación de diferencias personales, pues no aparecen las diferencias políticas, entre sus dos principales figuras, es parte de una serie de muestras de inmadurez tanto política como personal. El estilo del cruce de mensajes, casi de patio de escuela, refuerza el aire infantil de esa disputa. En política no se trata solamente de tener unos estudios y ser inteligente, se trata también de cualidades asociadas a la madurez personal.

Las sociedades son prudentes, para moverse y dar un paso adelante necesitan tener confianza en la capacidad de los dirigentes que les proponen algo nuevo. No se trata solo de que un proyecto político sea bueno y razonable, se trata también de que se pueda confiar el futuro a esas personas. Se trata de tener líderes que encarnen un futuro posible y hace tiempo que no anda por ahí alguien que genere confianza, en quien apostar esperanzas. No veo líderes y sin eso no hay cambios políticos ni sociales por mucha retórica lírica que gastemos.  

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