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Algunas verdades incómodas

Gumersindo Lafuente

Sí, no hay que darle más vueltas. A los posibles votantes de Unidos Podemos no les ha dado miedo el Brexit (lo que sí parece haber ocurrido con los del PP y con una buena parte de los de Ciudadanos), la pérdida de respaldo de la opción liderada por Pablo Iglesias ha sido, muy probablemente, consecuencia de sus contradictorias decisiones a la hora de posicionarse ante sus electores. Podemos nació como un movimiento político que representaba, desde una gran transversalidad ideológica, la indignación por la corrupción y las consecuencias de la crisis económica. Ante el 26J, con su alianza con IU, terminó posicionándose en el que es quizá su lugar natural: la izquierda. Pero ese movimiento no ha gustado a un buen puñado de sus votantes que siempre se han posicionado en el centro del espectro ideológico y que han huido al PSOE y en mayor medida a la abstención. Perdida parte de la ilusión, quizá prefirieron disfrutar del buen tiempo y del puente de San Juan, antes que cumplir con el rito de las urnas.

Podemos no puede seguir jugando a dos cartas a la vez, debe apostar: o conserva la transversalidad y la frescura como movimiento crítico al funcionamiento del sistema y de los partidos tradicionales; o se convertirá en una pieza más de ese puzzle tan desprestigiado de la vieja política. Da la inquietante sensación de que o se espabilan o en vez de engullir ellos a Izquierda Unida, acabará siendo IU la que les robe el alma, la identidad y el futuro.

¿Estaban preparados para gobernar? Posiblemente, no. El ruido que se está produciendo en Podemos tras el 26J retrata a un partido en formación, que concita esperanzas, sí, pero al que le falta madurez. Quizá no les ha venido mal este frenazo electoral. Puede servir de rellano desde el que dar un gran salto en las próximas generales. No debemos olvidar que semanas antes del inicio de la campaña en Podemos hubo ruido, dimisiones y destituciones. Y ese run run de que algo no termina de funcionar en la maquinaria del partido ha crecido con el tropiezo electora.

¿Es Pablo Iglesias el líder que necesita Podemos? A la vista de los resultados y de la valoración que tiene su figura en todas las encuestas, no parece ser la cabeza con carisma que necesita un movimiento que aspira a llegar un día a gobernar España. Hay muchas dudas de que en estos momentos Iglesias aporte respaldo. Muy al contrario, parece que un buen número de votos de Podemos llegan a pesar de él. Habiendo alternativas claras como Ada Colau, que ha demostrado de nuevo su autenticidad y su talento tras los resultados del 26J, creo que deberían pensar en cómo ir introduciendo esa variable de cara al futuro.

¿Un gobierno de regeneración democrática? Y ahora, qué toca. Mariano Rajoy ha ganado las elecciones, sí. Y tiene 14 diputados más que antes, también, pero por mucho triunfalismo con el que adornen su discurso los líderes del PP, apenas representan a una tercera parte de los votantes y a poco más del 20% del censo. Eso significa que más de dos tercios de los que fueron a las urnas no les han dado su apoyo y casi el 80% de los españoles, tampoco. Con tanta gente en su contra, van a tener que hacer un gran ejercicio de humildad y cesión si quieren gobernar. Es más, quizá ha llegado el momento de que los demás (Ciudadanos, PSOE y Podemos) sean los que hagan ese ejercicio, aparquen las cuestiones que les separan y, unidos bajo un programa de reformas de regeneración democrática y con un o una independiente a la cabeza, echen por fin del gobierno a Rajoy y al PP, que, por la corrupción, por la pérdida de libertades, por el deterioro de los servicios públicos y por el aumento de la desigualdad, tienen más que merecido pasar a la oposición.

Algunos me dirán que casi ocho millones de españoles (a los que parece darles igual la corrupción y la desigualdad) les votaron. Sí, es cierto, pero los motivos de ese respaldo son muy variados. No podemos olvidar que la mitad de los votos del PP viene de jubilados que aún creen que su pensión se la paga Rajoy (o el presidente de turno) y no el Estado. Son votos dependientes económicamente del poder, muy temerosos al cambio y en buena medida profundamente conservadores. Es soportable que el ministro del Interior no haya dimitido? No, es intolerable. Más aún cuando bajo su responsabilidad, pocos días después de revelarse sus taimadas conversaciones, iban a tener lugar unas elecciones tan importantes. Por eso no es de extrañar que algunos hayan dudado de los resultados. Pero afortunadamente tenemos un sistema de voto y de escrutinio bastante seguro y rápido. Incluso a prueba de ministros tan desvergonzados como Jorge Fernández Díaz.

Casi dos millones de españoles viven fuera y lo tienen muy difícil para votar. Sí, es una anomalía democrática de reciente cuño. En 2011, con el respaldo del PP, PSOE, CIU y PNV, se aprobó el cambio del sistema de votación para los residentes en el extranjero. El llamado voto rogado ha demostrado ser un desastre. Algunos de los que lo impulsaron, lloran ahora su error. Menos lágrimas y más acuerdo para cambiar esta catástrofe de inmediato. Sobre todo teniendo en cuenta que el número de españoles que se han visto obligados a emigrar no ha dejado de crecer en los últimos años. Es indignante ese doble castigo. No poder vivir en tu país y tampoco poder participar en las decisiones colectivas que pueden reorientar su rumbo.

¿Un sistema poco democrático? Una persona un voto, ese ideal de la democracia, en España no se cumple. Y la culpa no la tiene la famosa y denostada ley D'hondt. La semilla de la desigualdad se sembró cuando en los 70 se decidió que la circunscripción electoral sería la provincia. Años después, consolidado el sistema autonómico actual, se debería haber cambiado eso, para evitar lo que aún hoy sucede. En Soria un diputado cuesta apenas 25 mil votos; en Madrid, más de cien mil. Todos los partidos se quejan cuando están en la oposición, pero en casi 40 años ninguno se ha decidido a arreglarlo cuando ha llegado al poder. Por eso necesitamos oxigenar nuestra democracia. Hoy más que nunca es necesario un acuerdo generoso para desalojar al PP de la Moncloa. Hay tres partidos que pueden lograrlo. Creo estar seguro de que ellos (y todos los españoles) vamos a perder si no lo hacen.

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