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Entre vivir y sobrevivir

Imagen de la campaña 'Salimos más fuertes'.

Esther Palomera

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La fatiga ya nos vencía y, de repente, hasta la España rezagada salió del confinamiento para entrar en la fase 1, que es algo así como volver a nacer después de ya haber nacido. Una segunda vida en la que hay que aprender a ser, estar y convivir de otro modo. Con otros ojos, con otro brío, con otra forma de afrontar los días. Todo está por descubrir en esta “nueva normalidad” en la que se nos acumulan las nuevas primeras veces. Y, aunque nos piden prudencia para no desandar el camino y nos aconsejan no bebernos de un solo sorbo la vida el primer día para seguir viviéndola por mucho tiempo, hacemos caso de aquella manera. Nos sentamos en las terrazas, paseamos por los parques, nos reunimos en las casas, brindamos con nuestra gente querida y recuperamos algún abrazo perdido.

Todo es distinto y todo más intenso porque si algo nos ha enseñado este virus traicionero es que la vida está para vivirla más que para sobrevivirla. Cada día y cada instante. En esta pandemia hemos aprendido que hay que enfocar el presente sin maquillarlo para afrontar el futuro y que de nada sirve orientarse ya a un pasado que no volverá.

En eso andamos todos. Reenfocando las vacaciones, los trabajos, las hipotecas, los gastos, la vida en familia, los lazos emocionales… Un reseteo completo también es lo que debería hacer el Gobierno ante una triple crisis -sanitaria, económica y social- que puede llevárselo por delante, aunque los españoles crean aún mayoritariamente que la alternativa ni es más sólida ni más solvente. Ni el proyecto político ante una economía devastada puede ser ya el mismo que cuando PSOE y Unidas Podemos alcanzaron el acuerdo de coalición ni los apoyos que sumaron en su día quizá vuelvan a ser ya nunca los mismos.

La crisis ha fracturado los bloques con los que arrancó esta Legislatura y hasta que no pasen las elecciones vascas y catalanas el escenario seguirá siendo incierto. De un lado, el PNV, el socio más estable del Ejecutivo, ha perdido la confianza en Pedro Sánchez por los manejos, bajo cuerda, con Bildu que han supuesto un espaldarazo a los abertzales en plena precampaña vasca. Tanto es así que el lehendakari, de natural comedido, ha acusado de desleal al presidente del Gobierno. De otro, en ERC, la confianza está bajo mínimos después de la entente entre socialistas y Ciudadanos para sacar adelante la última prórroga del estado de alarma y que, sin embargo, los independentistas sospechan que es de más largo alcance.

Pues aun así, La Moncloa proclama urbi et orbi a través de una desacertada campaña publicitaria que “Salimos más fuertes”. Si el eslogan se refiere a España, ni hemos salido aún de la crisis sanitaria ni hemos empezado a notar siquiera las consecuencias de la socioeconómica, a pesar de las largas colas que ya vemos cada día en los bancos de alimentos. Lo peor está por venir.

Si de lo que habla la campaña es del Gobierno, tampoco se ve por ningún lado la fortaleza, más bien una exigua mayoría en el Parlamento. En el ánimo, por tanto, del departamento de ocurrencias “monclovitas” está más sobrevivir a la brutal embestida sanitaria y política en la que se encuentra Sánchez que vivir desde el realismo un presente que por aciago que sea siempre es más útil para reenfocar el futuro que la negación de los hechos. Es la diferencia entre vivir y sobrevivir. Entre aceptar la realidad para cambiarla como ya han empezado a hacer millones de españoles tras esta crisis o dar la espalda a la verdad.

No crean que le pasa solo al Gobierno porque anda el patio de la política como para elegir. Cuando pensábamos que habíamos oído ya todo del hiperventilado Pablo Casado y que con ETA, los bolivarianos y la “dictadura constitucional”, había cubierto el cupo de despropósitos va y añade a su hoja de servicios en esta crisis una disparatada comparación entre las multas por incumplir el confinamiento y el “toque de queda” y el 23F. Hay que tener mucho cuajo o muy poca vergüenza para no distinguir entre las órdenes ministeriales dictadas al amparo del artículo 116 de la Constitución, por muy discutibles que sean, y un golpe de Estado. El líder del PP trata de sobrevivir al dictado de lo que le marca Vox en lugar de encontrar un rumbo propio que le iguale a la derecha europea.

No crean que todo queda ahí en el escaparate de esta política pequeña y de bajos vuelos. Hay una vicealcaldesa que se pavonea y fotografía cortando una cita para reinaugurar la temporada de terrazas en Madrid. Ciudadanos, como el resto, también trata de sobrevivir. En su caso, a la esquizofrenia de seguir en los gobiernos municipales y autonómicos con el PP y pretender escapar a la vez de la foto de Colón que le hundió electoralmente. Es lo que tenemos en este primer día de la “nueva normalidad” en la que nada parece normal. Ni siquiera la política.

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