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Allá en el campus grande: provocación, represión y narcisismo

Cerca de la Universidad de Columbia, una multitud observa el enfrentamiento entre estudiantes y la policía de Nueva York en la noche del martes 30 de abril.

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El sufrimiento injusto nos resulta intolerable. Somos jóvenes y nos corre sangre por las venas cada vez que vemos sangre. Somos la generación que dijo Ya Basta y Yo También. Así responden las vocerías del movimiento estudiantil cuando los medios les preguntan por las protestas, manifestaciones y tomas de edificios en los campus norteamericanos en favor de la paz para Palestina y en contra de la guerra de Israel contra Hamas. El periodismo, el cuerpo enseñante, las fuerzas vivas se felicitan por ese estudiantado proactivo y participativo, alerta y despierto. La perturbación de la vida académica en las universidades de élite en pie de lucha añade una nueva contrariedad a la reelección que el presidente demócrata espera ganar el 5 de noviembre. Y esto por motivos distantes de Medio Oriente. Entre quienes quieren un gobierno de ley y orden, el espectáculo de caos y descontrol puede orientar decisivamente su voto. Y desviarlo, opina David Brooks, columnista del New York Times, y no sólo él. Porque nadie duda de que el candidato de la firme mano dura no es el octogenario Joe Biden sino su contrincante septuagenario, el ex presidente republicano Donald Trump.

Las autoridades universitarias y políticas felicitaron también a la Policía que desde la isla de Manhattan en el Atlántico hasta la ciudad de Los Ángeles en California ha hecho más de 2500 arrestos para asegurar el pleno ejercicio de los derechos constitucionales de reunión, expresión y petición de quienes no delincan ocupando edificios administrativos, acampen en áreas prohibidas, dañen la propiedad privada, interfieran con cursos y exámenes universitarios finales o estropeen las ceremonias de graduación.  

La comunidad (des)organizada

Por lo mismo que reclaman los liderazgos estudiantiles movilizados clama la entera giovinezza militante y ocupante. Hay coordinación espontánea. En el país que reformó por primera vez su Constitución en 1791 para reconocer en la libertad de expresión un derecho ciudadano irrenunciable, irreprensible e irreducible por ley, el periodismo, los medios, las instituciones y las autoridades electivas locales y federales se expresaron con libertad y comunicaron con fidelidad las demandas que formulan, de una a otra costa oceánica,  las manifestaciones pro-palestinas desde una costa oceánica hasta la otra a lo largo de la Unión. En Universidades casi todas privadas, algunas estaduales o municipales, ninguna gratuita, o siquiera costeable.

Y lo hacen para celebrar una sociedad y una cultura - las propias- en las que pueden transmitir libremente el mensaje del animado y prometedor colectivo joven y diverso. El de quienes estudian en las altas casas de estudio más exigentes, que cuestiona el statu quo, que se reúne sin obstáculos y que sin censura ni anterior ni posterior escoge sus convicciones, expresa sus posiciones y formula sus peticiones urbi et orbi.

Las manos sucias, los caminos de la libertad y la cuestión judía

A sus universidades el movimiento estudiantil le pide desinversión en Israel. Que los administradores universitarios se deshagan de acciones empresarias y suspendan la inversión en empresas israelíes. ¿De todas las acciones, en todas las empresas? Si fabrican o comercializan armas o municiones, o insumos y pertrechos bélicos, deshacerse de todo cuanto antes.

¿Y con las  demás empresas? Supongamos, ccn una embotelladora de jugo de naranja, donde trabajan migrantes marroquíes, ¿también hay que cortar los lazos? (Antes del acuerdo de Camp David que en 1979 signó la paz entre Egipto e Israel, el Cercano y Medio Oriente árabe boicoteaba a Coca-Cola porque la empresa había construido una embotelladora israelí. Había que cruzar la frontera sirio-turca e ingresar a un Estado de población musulmana, pero laico, turcófono y miembro de la OTAN para egresar de la ‘Zona Pepsi’). Acá las respuestas automáticas demoran. Pero una vez oídas, confluyen para concluir que sí, que también, porque toda empresa que trabaja en Israel financia al Estado hebreo, y entonces, financia la guerra.

Si la Universidad se desprende de acciones y activos israelíes, vende todo en el mercado, ¿no las comprará alguien? ¿Se lo daña al Estado hebreo con esta conducta profiláctica nuestra? Al menos, una vez consumada la depuración, ¿nos devuelven los espejos una imagen más limpia, reconquistada o reinventada así nuestra superioridad moral? A estas preguntas humanistas dieron algunas Universidades respuestas realistas que han sido oídas como cínicas. Ocurre, apuntaron en ciertos directorios, que algunas inversiones israelíes han sido preferidas por ser las más rentables en el contexto comparativo de sus alternativas. Por ser buenos negocios para la comunidad educativa.

En muchas desvinculaciones, Israel perderá poco o nada, pero es posible que la Universidad sufra antes, y a la larga sufra más. Israel es uno de los veinte países más ricos del planeta. ¿Hay una ética de la pobreza universitaria? Con menos recursos, se podrán contratar menos RRHH provenientes de la resistencia árabe, se podrán ofrecer menos becas de estudios a migrantes o aspirantes provenientes de los territorios de Gaza y Cisjordania. En la Franja no hay universidades en funcionamiento, públicas o privadas; al sur de la isla en la isla de Manhattan está New York University, al norte, vecina a Harlem, Columbia. Estas dos universidades son privadas, el alumnado paga grosso modo 80 mil dólares por año para su educación. El Wasghington Post, que ha hecho con velocidad un relevamiento sumario pero profesional de los lazos entre las finanzas de las universidades privadas de EEUU y la Defensa del Estado de Israel, han encontrado que en total son escasps.

Hipócrita profesor, mi semejante, mi hermano

Quienes educan al estudiantado rebelde están satisfechos de esta rebeldía. No, no los asombra esta militancia por el Derecho y la Justicia internacionales. No es magia, tiene una explicación mayor. La rebeldía está en el corazón de lo que se discute en clase, de los programas descolonizadores. Además de la teoría, está la práctica. Poner el cuerpo. Y el cuerpo docente ha dado el ejemplo. También ha sido joven, también había sido militante.

Voy a citar casos reales, cercanos, propone en una entrevista radial el profesor e investigador Laurent Gayer, que enseña en la Gran Escuela formadora de casta Sciences-Po(litiques) en París. El caso más cercano que conoce es él mismo, más joven. En los mismos anfiteatros, bajo las mismas cúpulas que la juventud de hoy, había exigido el fin de la guerra de Vietnam en EEUU y el aumento del monto de las becas estudiantiles en Francia. No, no consiguieron la paz en Indochina. Sí, les aumentaron.

Sólo pedíamos desalambrar la tierra y nos abrieron las puertas del cielo

Como los de hogaño, aquellos estudiantes de antaño también pidieron lo imposible, el despliegue de nuevos símbolos, recuerda el filósofo, ensayista y novelista Pascal Bruckner. Que el principal boulevard del Barrio Latino repudiara su nombre celestial y arcangélico de Saint Michel y abrazara las luchas terrenales cuando pasara a llamarse Calle de los Héroes de la Liberación de Vietnam. No, no, tampoco esto lo lograron. Con fácil sabiduría retrospectiva, Bruckner se pregunta en qué habría ayudado, si hubiera sido un logro, a la causa vietnamita.

Y si estos defensores del comunismo oriental y del laicismo a ultranza hubieran recibido la felicitación del ayatolá iraní Alí Jamenei, líder espiritual supremo de la República Islámica, ¿habrían repudiado el ser ascendidos a modelos de virtud teológico-política por el máximo clérigo shiita? El movimiento estudiantil de EEUU ha sido propuesto como ejemplar por Jamenei, y ha comunicado que sería orgullo blanco, occidental, rechazar un Premio que con modestia no creen desmerecer.

Nunca se dijeron modélicos, los liderazgos estudiantiles americanos. Pero su modelo es aceptado, emulado, seguido. El viernes, después de la evacuación por la fuerza de estidiantes que la policía arrancaba de los campings de Columbia y de la UCLA, el eje de la resistencia renacía, como las cabezas cortadas de la hidra mitológica, en decenas de carpas que el estudiantado erigía en torno a las seis mayores universidades, francófonas y anglófonas, del Canadá.

En la tuya no sé, pero en mi corporación la dialéctica va como piña

Las guerrillas urbanas y otros movimientos de acción directa de izquierda latinoamericana, europea y japonesa de las década del 60 y 70 del siglo pasado confiaban en una dialéctica revolucionaria. Como era de esperar, es una fórmula ternaria. (En el Uruguay, país de casinos y de juego legal, no les fue mal con martingalas análogas a los tupamaros).

Acciones de provocación de la autoridad pública valiosas por la desproporción entre máxima visibilidad ganada y mínima violencia infligida (es una fórmula antes contraria en su signo que incongruente en sus reglas con respecto a la ensayada en Israel por la organización armada islámica sunita de Hamas el 7 de octubre). Represión de las FFAA y/o de Seguridad espectacular por la desproporción cuantitativa entre el daño infligido en el asimétrico castigo y los males antes causados por la provocación. A Tesis y Antítesis seguía una Síntesis generalmente evasiva: solidaridad social, solidaridad mundial con el movimiento de liberación autodesignado.

Para un Centro de Estudiantes no hay nada mejor que otro Centro de Estudiantes

El movimiento estudiantil de EEUU ha ganado para sí la solidaridad corporativa. Una antorcha que transmite su fuego de campus a campus. Sin la represión policial y la mediatización así producida, habría sido menos emulado.

Ya en Ottawa el primer ministro liberal Justin Trudeau está repitiendo a su vez las sentencias de ecuanimidad del demócrata de Washington: la libre expresión es un derecho irreprimible de la ciudadanía y la prevención del delito es un deber irrenunciable del gobierno. No sin impaciencia, el movimiento estudiantil canadiense espera en las carpas la primera carga de la policía montada.   

AGB

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