Fin de 'Tierra de Reyes': 5 pinceladas que maquillan el recuerdo de 'Pasión de Gavilanes'
Por Betty M. MartínezBetty M. Martínez
Cuando Nova estrenó ‘Tierra de Reyes’, la presentó como la nueva ‘Pasión de Gavilanes’ y no mintió. Es un remake con todas las letras: los personajes, el desarrollo de las tramas principales… Entonces, si nos ofrece lo ya conocido, ¿por qué miles de personas han visto nuevamente las aventuras y desventuras de los Gavilanes, perdón, los Gallardo?
Hay varias explicaciones: el interés de la trama, el indudable atractivo de sus protagonistas y la curiosidad por ver si ofrece algo nuevo. Esta última posibilidad es mi favorita. Seamos sinceros, es lo mismo, pero hay que reconocer que hay algunos detalles novedosos. Veamos cuáles son.
¡¡CUIDADO SPOILERS!!
Unos gánster que dan mucho miedo
Lo primero a destacar es que hemos tenido un ejército de gánsters que esta vez sí que daban mucho miedo. Hagamos un repaso.
Emilio Valverde. Este sí que ha sido un gánster con todas las letras y un villano de los que se recuerdan. Bajo su perfecta educación y su elegante traje, hemos conocido a uno de esos personajes que hacen que nos peguemos a la pantalla para ver qué otras maldades se le ocurren. Lo que iba a hacer Leonardo ya lo sabíamos desde el capítulo uno, pero Valverde ha sido todo un descubrimiento. Bravo por Omar Germenos, que le ha dado un aire completamente diferente a esta historia.
Desde luego, la novedosa trama del tráfico de armas y su amor por Cayetana le han dado un plus muy interesante a ‘Tierra de Reyes’. Los únicos peros: que Isadora clavase absolutamente las maldades de Dínora (¿de verdad era necesario repetir casi al milímetro el secuestro, el atentado en la boda y la huida por los pantanos) y que la trama de Julia en el manicomio fuera un quiero y no puedo. Crearon muchas expectativas que se desvanecieron tan rápido como el personaje. Lástima.
También Ulises Matamoros daba pavor solo con verlo en pantalla y a pesar de su debilidad por Patricia, actuó en todo momento como un delincuente. Muy lejos de aquel Armando que se la pasaba celando a Rosario y ejerciendo de escudero de Fernando. Aquel era un secundario en el clan de los malos, pero Matamoros tenía su propio perfil autónomo e incluso el Palenque ha sido mucho más protagonista que el Alcalá.
Menos mal que Matamoros ha cumplido porque Patricia Rubio ha sido un despropósito. Cuando actuaba en el Palenque era muy convincente como “reina de la noche”, pero cuando se bajaba de la barra, desaparecía. Rosario Montes siempre fue una sombra entre Franco y Sarita, pero en cuanto Samuel se enamoró de Andrea, Patricia se esfumó y no me extraña. Scarlet Gruber borraba de pantalla a Daniela Navarro en cada escena.
Otros que también daban miedo eran los sicarios de Isadora, que, desde luego, han estado a años luz de sus predecesores. En ‘Pasión de Gavilanes’ Malcom y Herzog eran un par de “buenos para nada”. Todas las maldades que intentaban les salían al revés, cosa que no les pasa a sus homólogos de Texas. Aquellos daban risa, estos han dado miedo.
El auténtico héroe
Y donde hay un villano de libro, tiene que haber un héroe. Y lo ha habido. El capitán Fernández. Qué maravilla de personaje, qué gusto ver la interpretación de Eduardo Victoria. Ha estado siempre donde tenía que estar y como tenía que estar. Cuidaba a los Gallardo, pero si había que meterlos en la cárcel, lo hacía. Amaba a Cayetana y no dudaba en protegerla si lo necesitaba, pero si ella lo rechazaba, él se retiraba como un caballero.
Es otro de los nuevos personajes y ha sido, junto con Valverde, uno de los grandes aciertos de esta nueva versión. Es más, desde mi punto de vista, ha sido el auténtico héroe de la historia. Los Gallardo serían los protagonistas, pero mi galán perfecto de esta telenovela, y lo siento por Aarón Díaz, que lo ha hecho bastante bien, ha sido el capitán Fernández. Mil gracias por este personaje.
Y, por supuesto, también ha sido un gran acierto la “resurrección” de José Antonio Gallardo. Ha sido un golpe de efecto brutal que rompe completamente con lo esperado. Por momentos como este es por los que ha merecido la pena ver los 159 capítulos de esta telenovela.
Son estos detalles, estos personajes, estas salidas del área de confort, las que hacen que un remake no se convierta en un copia y pega y los que consiguen que los espectadores nos quedemos ante el televisor para ver si hay más sorpresas.
Un nuevo romance
Y hablemos de amor. De las tres parejas protagonistas no voy a hablar porque esto sí que ha sido un ejemplo claro de copia y pega. Al margen de que algún personaje haya mostrado más o menos carácter, el embarazo de Irina y que la historia de Samuel y Andrea haya arrancado mucho antes, todo lo que les ha pasado ya lo podíamos avanzar en el minuto uno.
Y he decir que me ha dado rabia esta reiteración. Los actores y las actrices han cumplido aceptablemente sus respectivos roles, pero, al igual que se han desarrollado nuevas tramas, ¿por qué no cambiar también algo en estas tres parejas? Por ejemplo, ¿por qué Isadora se enamora de Arturo y no de Samuel?
¿Por qué no se casa Flavio (lástima que no le sacaran más partido al buen hacer de Gonzalo García Vivanco) con Beatriz?
Para compensar, los guionistas se han sacado de la manga otro romance. Verónica, la hermana de los Gallardo, se enamora de Pablo, el capataz del rancho Del Junco. Podría decirse que han sido los protagonistas de una telenovela dentro de la telenovela porque les ha pasado todo lo que le pasa a cualquier pareja protagonista: chica rica con un pasado lleno de mentiras se enamora de chico pobre, una tercera en discordia que miente sobre un embarazo y un tercero en discordia, que esta vez ha sido un poco raro: ni ha peleado por la chica y ha sido el lord inglés menos british que he visto en mi vida.
En fin, que el romance de Verónica y Pablo ha conseguido quitarnos esa sensación de hastío que nos provocaban a veces las parejas protagonistas. Que no se me malinterprete, no es que lo hicieran mal ni mucho menos, simplemente es que cuando ya sabes qué va a pasar e, incluso, a veces, qué van a decir, simplemente desconectas y con Pablo y Verónica eso no pasaba porque todo era nuevo. Por cierto, a Isabella Castillo y Gabriel Rossi los tengo en mi lista de actores a seguir en el futuro.
Un escenario, un tiempo y un ritmo diferentes
También llama la atención que las aventuras de los Gallardo y las Del Junco se desarrollan en un espacio (Houston y sus alrededores) y un tiempo (actualidad) concretos. Esto permite una mayor conexión con los personajes porque se ven más reales.
Además, algunas situaciones se hacen más creíbles. Samuel dirige un banco al quedarse viudo, algo mucho más concreto que los “negocios” heredados por Franco y, sin duda, el spa de Darío tiene muchísimo mejor aspecto que la boutique de su alter ego en ‘Pasión de Gavilanes’.
Además, todo ha sucedido a un ritmo mucho más ágil. Algunas tramas, como la del abuelo en el manicomio, se han resuelto en un abrir y cerrar de ojos y no en varios capítulos como en ‘Pasión de Gavilanes’. Esto ha conseguido agilizar todo el proceso y que no tuviéramos la sensación de estar estancados.
Por lo tanto, esa aproximación a la realidad alejándose de aquel limbo espacial y temporal y un ritmo mucho más vertiginoso le da un plus de interés porque consiguen captar nuestra atención y mantenernos alerta.
Adiós al humor
Si lo anterior es un plus, lo que se ha echado de menos han sido los toques humorísticos que tenía su predecesora. Telemundo en esta ocasión ha realizado una telenovela estándar con amor, drama, pasión, etc, pero dejando guardado en el cajón el humor, que era una de las características fundamentales de ‘Pasión de Gavilanes’.
Ahora no ha habido un abuelo que nos arrancase una carcajada en los momentos de más tensión ni un Benito lamentándose ante la tíita Raquel. Esto, ¿es bueno o malo? Pues, como todo, para gustos. Habrá quien haya echado de menos algunas risas en medio de tantos problemas, pero lo positivo es que con esta estrategia se muestra un interés por ofrecer algo distinto. Si lo han conseguido o no, lo tiene que decir cada espectador, pero hay que reconocer que lo han intentado.
Solo tengo que añadir un pero. El único toque de humor que he encontrado aparece justo donde, a mi juicio, menos tenía que aparecer. El personaje de Leonardo tenía que ser el villano de villanos y es cierto que ha acumulado a sus espaldas una buena cantidad de maldades, pero en algunos momentos se ha acercado peligrosamente al perfil de un bufón. No sé si el personaje estaba diseñado así o fue el resultado de la interpretación de Fabián Ríos, pero ha habido momentos en que se rozaba caricaturesco. Leonardo daba miedo con sus miradas y sus gestos, pero cuando hablaba perdía absolutamente toda la intensidad dramática para quedar reducido a un pelele, patán, patético.
En conclusión, para los que no han visto ‘Pasión de Gavilanes’, ‘Tierra de Reyes’ es una telenovela más que recomendable porque cuenta una historia interesante con unas interpretaciones correctas y una producción más que decente. Para los que hayan visto ‘Pasión de Gavilanes’, todo depende de su grado de paciencia y nivel de generosidad porque se trata de un cuadro ya conocido y reconocido al que le han añadido algunas pinceladas nuevas para volver a exponerlo.
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