'Mad Men' 7x09 Review: las mujeres de la vida de Don Draper

Por Alfredo Diaz Piedra Alfredo Diaz Piedra

Con la vuelta de 'Mad Men' la semana pasada, la serie nos traía a un Don Draper que parecía hundido en medio de una vida de soltería desenfrenada. Esa sensación parecía disiparse cuando conoció en una cafetería a una misteriosa mujer. Una mujer que tanto él como nosotros iremos conociendo mejor, y no será a la única.

(¡CUIDADO, SPOILERS!)

Las mujeres de mi vida

No suele ocurrir que veamos a Don en su antiguo hogar, con Betty y los niños. Pero así comienza el capítulo de esta semana, aunque de todos modos no tarda en irse, no sin parecer sentirse confuso por el sentimiento de sentirse extraño en la que durante años fue su familia. Ya en casa, lo llama Megan, para contarle que se muda a Nueva York en busca de alguna oportunidad, que pasará a por sus cosas en el apartamento, y que debían resolver los papeles del divorcio. Don accede sin resistencia a todo aquello, es más, hasta se muestra servicial, accede a cuanto ella propone sin la más ligera oposición.

Descubrirá, al día siguiente en la oficina, que Megan ha quedado para comer con Harry, para esa búsqueda de trabajo. Por sus palabras, Harry parece creer que ella quiere también algo más, y por eso va a avisar a Don, por si le molesta, aunque él parece indiferente ante el tema. Y es que Don parece solo tener ojos para la misteriosa camarera, Diana. Va a verla a un nuevo restaurante en el que trabaja, y le da su número. Ella tarda, pero acaba llamando en la madrugada. Diana y Don parecen tener mucho en común, y parecen conocerse mutuamente aunque solo sea a base de intuiciones. El se viste para ir a verla cuando ella aparece en el apartamento. Eso, hay que decirlo, me parece extraño: ¿sabía ella donde vivía? Él en ningún momento menciona su dirección, sino que decía que iría a verla, pero ella se presenta allí de todos modos... Se entienden a la perfección porque ambos tienen historias similares: huyendo de su pasado, divorciados, sufriendo el dolor de pérdidas irreparables... Huyendo de la inminente visita de Megan, en el ascensor, se topan con los Rosen, en una última alusión casi a modo de guiño al pasado de Don con las mujeres.

Pyma Ryan

Otra misteriosa mujer que se nos presenta en el episodio. Fotógrafa, y en principio, rival de Stan a la hora de elaborar una campaña publicitaria para la empresa. Peggy parece encantada con su trabajo, no así él, que está asqueado por como su jefa se rinde ante el talento de la fotógrafa, aunque también siente celos, pura envidia, pues reconoce su trabajo como muy sugerente, original, mientras cree que el suyo propio se ha estancado hace tiempo.

En el cuarto oscuro de Stan, mientras el revisa unas fotos, aparece ella, soltando toda clase de insinuaciones. Él, obnubilado por su admiración hacía ella, y después de un primer encuentro en el que habia comprobado que su encanto igualaba a su talento, no tarda demasiado en caer en su red.

La cosa es que más tarde, en el despacho de Peggy, Pyma jugará esa misma jugada con ella, y aunque Peggy parece, de algún modo, halagada, termina rechazando sus insinuaciones. Luego Stan aparecerá por allí, totalmente encantado con Pyma, y Peggy descubre como la fotógrafa le ha hecho a él lo mismo, con la diferencia de que él cedió por completo. Así acaba llamándola estafadora, y aunque en cierto modo tiene razón, parece que también Stan la tiene cuando asegura que solo está celosa. Peggy recibe pocas atenciones de los hombres, cuando las recibe los rechaza, y cuando las recibe y la pifia también se molesta. Como decíamos la semana pasada, es una especie de auto sabotaje hacia sí misma. Es ser súper repelente.

El drama francés

Megan, su hermana y su madre llegan al apartamento de Don y no tardan en volar los reproches. Reproches a Megan por dejarse engañar por ese canalla, a su hermana por meterse demasiado en donde no la llaman, a su madre por más de lo mismo... Así que ella decide irse a su cita con Harry, dejando a su madre al cargo ya que su hermana se encontraba disgustada e indispuesta y se va antes que ella y todo. Marie, su madre, aprovecha su partida para desvalijar por completo la casa de Don: decide llevárselo todo, pero no le alcanza el dinero, y tiene que llamar a Roger para que le preste algo. Cuando éste llega al apartamento, alucina con cómo lo han dejado: sin nada, pero Marie tarda como 0,7 segundos en distraerlo y llevárselo a la cama. La que hacía pocos minutos llamaba a su yerno embustero cabrón no dudó ni un instante en ser infiel a su marido con Roger. Cuanto menos, es de lo más cínico.

En su reunión con Harry ella no tarda en irse, indignada, al ver que él no quería ayudarla a ella sino más bien a sí mismo. Pero en su siguiente encuentro, con Don, no le van tan mal las cosas, porque aun con todos los reproches que ella le suelta, él le firma un cheque por un millón de dólares. Con ese gesto parece que llega el fin de la relación para siempre, como si él lo firmara para por fin poder cerrar ese capítulo de su vida, no sin tristeza. Antes de ver a Don, hay que decirlo, volvió al apartamento y vio lo que había hecho su madre, con los muebles y con Roger...

Y al volver al hotel ella y su hermana hablarán acerca de la infidelidad de su madre. Su hermana está muy disgustada, pero no así Megan, que incluso parece entender, y apoyar lo hecho por su madre, al no ser infeliz con su marido. De alguna forma indirecta esa también era una forma de excusar a Don.

Un último encuentro

Don irá al apartamento de Diana, un cuartucho de lo más austero, donde ella le explica que no pueden volver a verse, pues ella no se cree merecedora de la mas mínima felicidad al haber abandonado a su familia. No era feliz con ellos, pero tampoco lo es por dejarles, y Don debe dejarla estar así, sola y triste.

Y solo y triste regresa él finalmente a su casa, y al entrar y encender las luces ve como Marie y Megan se lo han llevado todo. Pero la sensación va mucho más allá: con todo lo acontecido en el episodio, la sensación no es solo la de una casa vacía, sino que también es la de un hogar que no tiene, la de una vida con éxito pero sin felicidad ni apenas sentido. Igual que aquellas cuatro paredes sin apenas ya muebles, él en verdad no tiene nada, lo ha ido perdiendo todos estos años.

Un final de capítulo muy amargo para Don, sin duda. Pero mirando el vaso medio lleno, no creemos que pueda ya caer más bajo, y siempre que Don se ha hundido ha sabido cómo levantarse y recuperar su sitio, así que suponemos, y esperamos, que esta vez no sea una excepción.

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