Crítica

'La casa de las flores' se aferra a Virginia de la Mora para remontar en su temporada final

Son varias las series de éxito que han tenido que enfrentarse a la vida sin sus protagonistas tras la marcha de algún actor principal. Unas encuentran en su mismo elenco al revulsivo perfecto para seguir sorprendiendo a sus fans; otras terminan perdiendo el rumbo, desamparadas sin nadie que maneje el timón; y algunas, como La casa de las flores, hallan la manera de aferrarse hasta el final a su capitán, aunque este abandonase el barco a las primeras de cambio.

Netflix y Manolo Caro se aliaron en 2018 para lanzar al mundo su primer proyecto conjunto: una comedia negra con tintes culebronescos centrada en la particular familia De la Mora y su famosa florería. Como cabeza de cartel incorporaron a Verónica Castro, una de las figuras más populares de las telenovelas mexicanas, que llevó las riendas de la serie en una primera temporada que sorprendió por su tono y que tuvo gran aceptación más allá de Latinoamérica, siendo España su principal país de “adopción”.

El idilio perfecto duró poco: la actriz saltó del proyecto tras esa primera tanda de capítulos y obligó al equipo a aprender a apañárselas sin Virginia de la Mora, la gran matriarca de la familia. Pero nada más lejos de la realidad. Con Castro fuera, su personaje siguió marcando el ritmo de una segunda temporada lastrada por su irregularidad, y vuelve a hacer lo propio en una tercera que, sin ninguna intención de olvidarla, se aferra a ella más que nunca para remontar.

La última temporada de La casa de las flores llega este jueves 23 de abril a Netflix para abrir por última vez el cajón de los secretos de los De la Mora, especialmente los de Virginia. No, Verónica Castro no ha vuelto a la serie, pero su personaje es de nuevo el protagonista de una entrega que promete, al menos, algo más de emoción que la anterior.

Esta vez, Manolo Caro no 'resucita' a la matriarca con “piruetas” y pelucas al más puro estilo Paloma Cuesta para llorar su partida, sino a través de unos flashbacks que no solo destaparán los orígenes ocultos de Virginia de la Mora, sino también ayudarán a los fans a descubrir por qué era como era. La temporada, al menos en los primeros capítulos a los que ha tenido acceso Vertele, se desenvuelve entre idas y vueltas al pasado, en concreto a 1979, para explorar los deseos, aspiraciones y decisiones de Virginia (Isabel Burr) y también de Ernesto (Tiago Correa).

Todos los caminos conducen a Virginia

Resulta especialmente llamativo que, pasado el duelo inicial, La casa de las flores no haya encontrado otro personaje para vertebrar sus tramas. Tenemos a la icónica Paulina (Cecilia Suárez) y sus tira y afloja con Maria José (Paco León), ahora desde prisión; a Julián (Darío Yazbek) y su lío amoroso con Diego (Juan Pablo Medina); a Elena (Aislinn Derbez) y su accidente; e incluso la insostenible historia de Ernesto (Arturo Ríos) y la secta. Pero todos los caminos terminan conduciendo a Virginia, incluso dos temporadas después de decir adiós.

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No es la primera serie que encuentra su razón de ser en personajes que ya no participan activamente. Tenemos a Hannah Baker en la 2ª temporada de Por 13 razones o incluso al padre de Jax Teller en Hijos de la Anarquía, pero los planteamientos en esos casos partían del origen y no fueron consecuencia de las decisiones de sus actores.

Una buena base para reenamorar a los fans

Aún así, y a diferencia de lo que ocurría en la segunda entrega, la tercera sí plantea una apertura atractiva en lo que a los pupilos se refiere. Todas sus tramas terminaron la temporada anterior al alza, por lo que el punto de partida ya tiene mucho ganado. Merece especial atención la de Paulina de la Mora, que introduce el carcelario a ese mix de géneros que siempre ha sido el punto fuerte de la serie.

La gran sorpresa de este inicio es Purificación, el personaje de María León, que pide paso con fuerza. Tras fallar el tiro en su llegada a la serie con una trama sin gancho, ahora sí puede convertirse en la peor pesadilla de su cuñada. Lo ideal sería que no tuviera que ser a costa de su hermano Paco, al que vemos más bien poco, pero se espera que haya lugar para las sorpresas.

En definitiva, La casa de las flores presenta al inicio de su tercera temporada unas buenas bases que hacen olvidar el desliz de la segunda temporada y con las que puede llamar de nuevo la atención de los que se enamoraron de los De la Mora en la primera. Su sello sigue intacto, de eso no hay dudas, y escarbar en el pasado puede ser una buena manera de cerrar el presente. Su propósito, al menos, puede darse por cumplido.