Cosas que tienen medio siglo
Les recuerdo que queda por recordar el cumpleaños de la tele y no sé si el cuerpo va a aguantar tanto estrés aniversario en el país de Alzheimer. Una cosa es evocar el final de la tromboflebitis, la reinauguración de la Monarquía, los idus del Consenso o las anécdotas de la Transición, y otra salir indemnes de las celebraciones del medio siglo del Ente. Por ahí fuera, hace tiempo que ya han oficiado con jolgorio el cincuentenario de la TV, pero es una jurisprudencia imposible. Ninguna de las televisiones cincuentonas nació de una dictadura y la atornilló durante lustros. Habrá que inventar para este nuevo aniversario otras fórmulas de festejo porque no es de recibo acudir a la nostalgia. “Recordar” es un verbo eminentemente audiovisual, y no está el patio para evocar sintonías, spots, concursos, personajes, cosas y mascotas de aquella pantalla única de mensaje único y un gris marengo único, por muy teléfilo que uno sea. Descartada la industria de la añoranza, sólo se me ocurre para quitarle hierro al marrón nostálgico celebrar el cincuentenario de otras telecosas que también tienen medio siglo y ahora pronunciamos como “tendencias”. La crítica de televisión, aunque mucho más reciente, es metodológicamente vieja de medio siglo y por el pecado original del Ente adoptó en sus columnas y tarimas aquel sarampión apocalíptico y teléfobo. Las series han cumplido medio siglo (Lucy) y, a pesar de ser materia prima global, nuestros programadores las siguen maltratando sin piedad. El formato de los informativos, que seguimos llamando “telediarios”, tienen la misma eternidad a pesar de los esfuerzos de Iñaki por profundizar en sus micro-reportajes. Esta marea de late shows humorísticos ya ocurrió hace medio siglo, y hasta David Letterman dijo ayer mismo (entrevista a Oprah) que ya está hasta el gorro de la fórmula. En cuanto a las tertulias, sólo recordar que es formato inventado por el Ente hace medio siglo, titulado El Séneca y presentado por Pemán. Sólo que en lugar de ser un crispador de masas, el gaditano intentaba ser un zen de élites o lectores del Abc.