Javier González Ferrari, Presidente Ejecutivo de Telemadrid y Manuel Soriano, Director General
La nueva presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, está desilusionando a más de uno con sus nombramientos. No a los perdedores en la rifa, sino a personajes que nada tienen que ver con la política madrileña. Así, Aguirre ha decidido, como ya informara Hispanidad.com, dar mayor relevancia al puesto de presidente de Telemadrid (hoy por hoy, el que manda es el director general). Y ha decidido que el nuevo presidente de Telemadrid, que será gerente de este canal de televisión público, sea el actual presidente de Onda Cero, Javier González Ferrari, mientras el director editorial o periodístico, sea Manuel Soriano, periodista que se encargó de su oficina de prensa durante su paso por el Ministerio de Educación. Ahora bien, Ferrari llegó a Onda Cero con un sueldo de 1 millón de euros. Con la llegada de Planeta, se le quedó en 330.000 euros, pero como presidente ejecutivo de Telemadrid no alcanzará los 100.000 euros. Sin embargo, el efecto más importante no es ese. El efecto más importante es su salida de Onda Cero. Los tres retos de Onda Cero: Herrero, Luis del Olmo y el ERE Un buen día, el presidente de Planeta, José Manuel Lara Bosch, advirtió a los suyos que Onda Cero podría venderse, por ejemplo a Vocento. La razón es que el editor catalán empezaba a estar harto de los problemas de Onda Cero. El primero: César Alierta insiste, desde Telefónica, en que Blas Herrero (Kiss-FM) firmó con Onda Cero y que, por lo tanto, lo que haya que pagarle se lo debe pagar Planeta. Además, Maurizio Carlotti y Silvio González, siempre entusiasmados por poder despedir a alguien, se empeñan en seguir adelante con la reducción de plantilla de 200 personas en la emisora de radio. Por último, como afirma el propio Lara, antes del próximo mes de abril habrá que renegociar el futuro de Luis del Olmo, estrella de la emisora, en su triple condición de asalariado de Onda Cero, propietario de licencias de emisión y empresario publicitario en Onda Cero. Demasiados problemas.
Al final, Carlotti consiguió convencerle de que los problema eran solucionables. Desde luego, no al estilo Ferrari, menos drástico que el de Carlotti y González.