Lo que no sabías de 'Hermano Mayor': de casos límite a engaños por fama
'Hermano Mayor' despide esta noche su octava temporada pero vuelve en 2016.
Desde Vertele hablamos con Óscar Manzano - productor del programa de Cuatro- que nos explica los entresijos del espacio coach: ¿Quiénes suelen pedir ayuda: los padres o los hijos?, ¿qué casos son más frecuentes?, ¿cómo detectan los jóvenes que llaman por la fama y no tienen problemas reales?, ¿hasta qué límites pueden tratar a un adolescente?...
Además, el directivo también nos cuenta cómo encontraron a Jero García- el nuevo 'hermano Mayor' que cogió el testigo de Pedro García Aguado- y qué fue lo que les convenció para escogerle entre otros candidatos:
¿Cómo fue el casting para encontrar a Jero García?
Teníamos muy claro, tanto cadena y productora, que queríamos a una persona en la que confiaramos al 100%. El casting se hizo a diferentes tipos de personas, más o menos conocidos, con cierta experiencia a la hora de tratar estos problemas y que tuvieran ganas y energía para afrontar el proyecto.
En la misma redacción, una compañera conocía la historia de Jero, que llevaba años ayudando a adolescentes y se dedicaba a ello. Le llamamos rápidamente y él nos narró su experiencia. Cada vez que sabíamos más detalles de su historia, nos convencía más.
La historia de Jero, su carácter y predisposición no nos dejaron lugar a dudas: era a quién buscábamos.
¿Quién os suele escribir para pediros ayuda: padres, hijos, conocidos...?
Las peticiones las recibimos casi de todas las formas posibles. Sobre todo por redes sociales, contestador o en la web de Cuatro. Hay casos que nos llama el chaval, porque tiene problemas de autocontrol y cuando se termina el episodio violento se queda mal.
También hay veces que nos escriben los padres, y hasta los vecinos, una amiga o una novia. Pero lo más común es que sea el chico o las familias, casi al 50%.
¿Cuántas peticiones recibís?
Bastantes.
¿Qué tipo de casos son los más frecuentes?
El programa después de siete temporadas ha ido evolucionando con la sociedad. Entonces, ultimamente recibimos más llamadas de familias que han sufrido el efecto de la crisis. Por ejemplo, con hijos que están acostumbrados a tener todos sus caprichos y ahora no lo aceptan. De ese tipo de casos hemos tenido un aumento.
¿Suelen ser mayoría de jóvenes hombres o mujeres?
Te diría que casi al 50%.
Creemos que estos casos suelen darse en familias desestructuradas pero no siempre es así...
No, por supuesto que no. Más bien el problema radica en haber tenido justificaciones durante muchos años para un comportamiento conflictivo y que con 7 años es una pataleta y con 20 pasa a mayores. Pero eso no tiene relación con tener familias desestructuradas.
¿Habéis tenido casos de jóvenes que escribían más para salir en la tele que por un problema real?
Sí, alguna vez ha pasado, pero se detectan muy rápido. La fama es muy jugosa pero nuestro equipo de casting y la psicóloga lo descubren fácilmente.
¿Cómo conseguís detectarlo?
Para detectarlo, antes de grabar el programa, hacemos un estudio exhaustivo, nosotros y la psicóloga. Vamos a conocerlos en persona para asegurarnos de que todo lo que nos han contado es real y es como dicen. Porque también nos hemos encontrado con que hay padres que sobredimensionan una bronca con un adolescente.
Entonces detectamos pronto si hay motivos graves o no para empezar con la terapia y el programa.
También existe el otro extremo, ¿os habéis encontrado casos tan graves que os habéis visto incapaces de tratarlos?
Incapaces no, pero hay varios límites que nos ponemos de forma lógica: uno está en las patologías. Alguien que tenga una patología tiene que ser tratado por un especialista ya que nuestra terapia no va a ser efectiva.
Y otro es la situación judicial o penal. Si el joven está a punto de ir a la cárcel o tiene una situación jurídica complicada, nuestra terapia tampoco les servirá de ayuda.
¿Alguna vez habéis tirado la toalla con algún caso?
No, nunca. Sí nos ha resultado más complicado, alguna vez, llegar al origen de la rabia del chaval. Son jóvenes muy perdidos que pueden dar más o menos trabajo, pero con nuestra experiencia siempre hemos conseguido llegar a ese punto de reconciliación.