Desde el lunes es incesante en Crónicas marcianas (Tele 5) el desfile de rogativas y súplicas. ¡Ah!, el clamor de los colaboradores del programa es extraordinario. “¡No te vayas, no te vayas!” le suplican todos a Sardà como niños indefensos y desorientados ante la egregia figura de un pantocrátor que escampa. Boris, Lecquio, Apeles, Sostres, Ramoncín... La peregrinación es incesante. Tienen razón estas criaturas: si algo tiene Marte es que la paga es reconfortante. Es curioso, hace un par de semanas, Coto Matamoros, excolaborador del programa, en una impagable entrevista --entre etílica y catártica-- que le hizo Jesús Quintero en sus Ratones coloraos (Canal Sur), decía, confesándose de manera turbulenta y bárbara: “Media hora, un kilito. Media horita de trabajo, un kilito. Yo me fui de ese programa porque mi mujer me decía cada vez que llegaba a casa: ¿No te da vergüenza ganarte la vida como una puta? Tengo que dejar esa mierda... ¡Pero es una tentación el dinero fácil!”. ¡Ah!, qué espectáculo. En casa coincidimos con Pilar Rahola cuando el otro día, inmersa en una dolorosa desazón, le decía a Sardà: “¿Eres consciente de la cantidad de gente que dejas huérfana?”. Exacto. La orfandad me embarga cuando pienso en la cantidad de columnas que me ha sugerido este programa. Eso es como quitarle la guerra a un corresponsal de guerra. Es dramático. También en el patio de butacas del enorme plató marciano se sucede estos días un acertado servicio de pancartas. Vimos dos desplegadas y una decía: “Sardà, si te vas de Marte / ¡iremos a buscarte!”. Es muy hermoso. Es tierno. Hasta rima en pareado. Y el causante de este tsunami, desplazándose halagado, nos advirtió en un momento dado: “Tened muy en cuenta lo que esta decisión significa dejar de ganar económicamente. Pensad que esta decisión es muy cara para mí”. ¡Ah!, su sacrificio es grande.