'La canción' de Movistar+: la intrahistoria de un capricho de Franco con Eurovisión, política y una salvadora Massiel

Franco quiere que ganemos Eurovisión”. Esa frase, pronunciada de manera literal en el primer capítulo de La canción, es una de las que mejor definen la nueva serie que Movistar Plus+ estrena este jueves 8 de mayo, en plena previa eurovisiva. Una ficción sobre la victoria de Massiel en el festival internacional que, lejos de ser un biopic, es un acertado e interesante retrato de una época -los últimos años del franquismo- vertebrado sobre algo tan aparentemente nimio como un triunfo musical.

Creada por Pepe Coira y Fran Araújo, dupla artífice de series como Hierro y Rapa, esta producción de Buendía Estudios gira alrededor del personaje de Esteban Guerra (Patrick Criado), un joven ejecutivo de RTVE que recibe el encargo de conseguir algo que entonces suponía una gesta: ganar el festival de Eurovisión. Una petición directa del dictador Francisco Franco que, contagiado por su mujer Carmen Polo, pensó que el certamen podía ser el mejor escaparate posible para mostrar a España como un país moderno y abierto ante Europa.

La intrahistoria de cómo logró cumplir ese desafío casi imposible es la que cuentan los 3 episodios de 50 minutos que componen esta miniserie dirigida por Alejandro Marín (Te estoy amando locamente) y que da alas a un mantra del que el festival nunca podrá desprenderse: Eurovisión también es política. Ya lo era en esa edición de 1968, cuando desde el mismo encargo hasta la selección del representante tenían componente político, y lo es también en la actualidad, con las decisiones de la Unión Europea de Radiodifusión respecto a la participación de Israel que le dejan en evidencia.

La política alrededor de Eurovisión, los entresijos de una candidatura a nivel televisivo y musical, y la histórica renuncia de Joan Manuel Serrat (Marcel Borràs) en favor de Massiel (Carolina Yuste) para acabar consiguiendo un triunfo impensable son los pilares de una trama sólida que consigue algo también difícil. Y es que aunque pueda parecer una serie de nicho, dirigida únicamente al público eurofan para aprovechar el tirón del festival en el mes de mayo, lo cierto es que resulta de lo más interesante también para el espectador medio por su potente historia, y por los misterios que todavía rodean años después el camino del La, la, la.

Esta no es la serie de Massiel

Desde que trascendió el nuevo proyecto de Movistar Plus+ y el fichaje de una actiz de la talla de Carolina Yuste para su papel estrella, avanzado por verTele, La canción se entendió como una serie sobre Massiel y su victoria en Eurovisión, la primera para España en el certamen. Algo que se ha visto reforzado también por la campaña promocional de la plataforma -con la imagen de la artista como principal bandera-, pero que no se ajusta a la realidad.

No, La canción no es la serie de Massiel. Ni gira a su alrededor, ni aparece en todos los capítulos, ni es la protagonista. Los personajes principales de la trama son el mencionado Esteban Guerra, interpretado por Criado, y el realizador televisivo Artur Kaps (Alex Brendemühl), los líderes de la 'Operación Eurovisión' y los responsables 'intelectuales' del éxito eurovisivo más recordado en España. El primero (ficticio) y el segundo (real) son los que llevan la batuta en la historia: los que eligieron en su día “la canción” para el festival, y los que apostaron primero por Serrat y después por Massiel para este hito.

Sabiendo esto, avanzado ya en la sinopsis, no es spoiler comentar que la ficción arranca con la petición de Franco a los entonces directivos de RTVE y el encargo al joven ejecutivo, que empieza por buscar un tema “festivalero” -y lo encuentra en una maqueta del Dúo Dinámico- y acaba eligiendo al entonces artista emergente “Juan” Manuel Serrat para interpretarlo. Lo que ocurrió después, a grandes rasgos, todos lo conocemos: renunció por no poder cantar el La, la, la en catalán, lengua de toda su discografía, y fue una joven Massiel la que asumió el reto sin apenas tiempo, y con un resultado tan sorprendente como exitoso.

Así las cosas, el personaje de Marcel Borràs y el de Carolina Yuste se reparten ese protagonismo en segunda línea. El primero, con su elección para el festival, su gira europea, sus actuaciones en una Televisión Española que le presentaba como el “modelo de joven español” y sus dudas en la lucha por ser fiel a sus principios. La segunda, ya en el último tramo de la serie, con su 'rescate' a España, su preparación en tiempo récord y una gala final que en la serie logran recrear con fidelidad para transmitir la emoción de lo que se siente al ver cómo ganamos Eurovisión.

En ese sentido, Borràs y Yuste tienen el reto interpretativo más complicado de La canción, que no es otro que dar vida a dos personas reales, vivas y conocidas por prácticamente todo el mundo. Algo difícil, especialmente por la fina línea que separa la interpretación de la imitación o incluso la parodia en estos casos, sobre todo si la serie tiene una cierta vis cómica. Ambos la consiguen bordear, aunque lo cierto es que la actriz extremeña sí está cerca de caer en la caricaturización de Massiel en su actuación eurovisiva con los gestos y corporalidad tan representativos de la cantante.

En lo que respecta a Patrick Criado, y aunque en su caso no interpreta a ningún personaje real, sí conviene mencionar que es el que más paródico resulta. Y no precisamente por abrazar el humor, sino por las muecas y la postura antinatural de un Esteban Guerra que a menudo rozan el exceso.

La sociedad de la época, el franquismo y la represión LGTBI

El resto de detalles de la trama no los desarrollaremos en esta crítica por preservar el misterio para los espectadores, pero sí podemos decir que son lo más interesante de una historia que se cuenta de manera cronológica y que, como avanzábamos en las primeras líneas de esta crítica, refleja la sociedad de la época marcada por los últimos años del franquismo.

Todo el contexto social y político de 1968 es más que un envoltorio, ya que tiene incidencia en todo lo que sucede en la ficción. Como es lógico, figuras históricas como Franco (Luis G. Gámez) o Manuel Fraga (Xosé Touriñán) tienen también cierto protagonismo con sus intervenciones, aunque de manera algo controvertida. Y es que el retrato del dictador en esta serie salta entre lo amable y lo paródico, huyendo de todo posicionamiento.

No obstante, sí están marcadas las ideologías de los artistas, tanto de Serrat como de Massiel. En el caso del catalán, con un gesto en su videoclip oficial para Eurovisión que suponía todo un desafío al régimen. En el de la madrileña, al protagonizar un plantón histórico tras ganar Eurovisión.

Por otro lado, en La canción también se refleja la estructura de RTVE en esos años y los perfiles de los directivos, con las mujeres apartadas de los puestos de poder y las funciones principales, más allá del rol evidentemente de peso de la intérprete del La, la, la.

No menos importante es la recreación en la serie de las revueltas estudiantiles de mayo del 68. Un movimiento de protesta contra la dictadura que en la ficción lidera la actriz Laia Manzanares, relacionada directamente con el personaje de Patrick Criado, y que aporta una mirada social a la historia eurovisiva que vertebra este proyecto. Además, y sin revelar detalles que puedan arruinar el visionado de La canción, es pertinente mencionar una historia LGTBI alrededor del festival que refleja la represión en plena dictadura.

Todo ello, con un importante trabajo de producción en la recreación de escenarios míticos, siendo el del Royal Albert Hall de Londres el más impactante y llamativo, como ya contamos cuando nos colamos en el rodaje. Además, destaca la impecable factura de la serie, que recurre en ocasiones a imágenes de archivo que dan más valor a esa fidelidad histórica.

En definitiva, La canción es una miniserie interesante más allá del mundo eurofan por su trama, su desarrollo y su reflejo del contexto histórico. Y para los más seguidores del festival, no hay mejor plan para este mes de mayo que vivir una victoria en Eurovisión aunque sea en la ficción... mientras esperamos que sea nuestro momento en la realidad.

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