Crítica

'Élite' se pierde en una quinta temporada rancia que banaliza la violación

Valentina Zenere y Pol Granch en la temporada 5 de 'Élite'

Laura García Higueras

“Pensaba que te molaba este rollo”, reacciona, indignada, una joven después de que Phillipe (Pol Granch) decida parar de mantener relaciones sexuales. Ella le había pedido que le atara y que “no se cortara” al acostarse en una limusina. El mismo espacio en el que él intentó violar a Cayetana (Georgina Amorós) en la temporada pasada. Y siendo el mismo sujeto que, antes de llegar a Las Encinas, había violado a otra chica en Francia. Isadora, la nueva alumna obsesionada con el príncipe, es conocedora de estos datos -el público de Élite también- y, aún así, a alguien le ha parecido buena idea introducir una trama en la que quedarte a merced de alguien que ha violado tiene... ¿morbo?

La serie desaprovechó la oportunidad de terminar con dignidad en su cuarta tanda. Logró incluir a nuevos personajes que encajaron e interesaron -a diferencia de los anodinos de la tercera-, crear sinergias entre los veteranos y lograr suplir las salidas. Por trama, pese a que siempre acabamos asistiendo al mismo combo de muerte, investigación, giro de acontecimientos y desenlace resolviendo los casos; exprimió sus posibilidades manteniendo su naturaleza adictiva. Renovada ya por una sexta, estrena este viernes 8 de abril su quinta temporada en Netflix.

La plataforma ha facilitado a la prensa únicamente sus tres primeros episodios, que son en los que se fundamenta esta crítica. Y, por el momento, demuestran que la ficción, además de desgastada, ha perdido el rumbo. Especial y sangrantemente en lo que tiene que ver con su tratamiento de una cuestión tan seria, compleja y delicada como la violencia sexual ejercida sobre las mujeres. El punto de partida es bueno, nos reencontramos con un Phillipe al que lo último que vimos hacer fue enviar un audio a la chica a la que violó reconociendo que se “equivocó” y pidiéndole perdón.

Ahora, ella se “cuela” en la fiesta con la que arranca la nueva temporada, a través de un vídeo en el que asegura que no tiene “la intención de callar” su verdad, consciente de que en el mensaje él no incluyó en ningún momento la palabra violación. Como consecuencia, él es señalado en el instituto, donde incluso se le regalan unas tijeras para que se castre.

A partir de ahí, parece que el camino que quiere tomar Élite es explorar qué lugar debe ocupar una persona que ha violado. ¿Le cancelamos para siempre? ¿Cómo debe 'pagar' por lo que ha hecho? ¿Merece una segunda oportunidad? ¿Cómo se le ayuda para que también siga adelante, evidentemente sin volver a cometer tal abuso? Y, si de verdad la serie se hubiera tomado en serio tratar de responder a estas preguntas, habría podido ser un acierto con el que subir un peldaño de madurez.

Pero no, justificándose en que “todo el mundo tiene derecho a redimirse”, lo cuenta a través de un personaje que no muestra tener intención ni interés real por hacerlo. Se le victimiza e incluso responsabiliza a Cayetana, que es la verdadera víctima, de ayudarle. De hecho, hasta ella es acusada de que si él no cambia es “porque hay que dejarle cambiar”.

Pero, ¿cómo se deja cambiar a alguien que no evidencia en ningún momento que quiera hacerlo ni que sea consciente de la gravedad de su acto? Para más inri, se incluye a Isadora, la nueva alumna a la que se le llena injustificadamente la boca de “feminismo” y “sororidad”, que ha decidido que “su” es misión reinsertar a Phillipe -porque sí-. Y de paso, crear una guerra entre ambas mujeres que resulta vergonzosa. “Para ser la que limpia se te da muy bien llenar todo de mierda”, recrimina a la joven encarnada por Georgina Amorós en un momento determinado.

El personaje de Isadora no tiene ningún tipo de sustento. Una chica híper sexualizada -aunque esto no es una novedad en Élite-, que vive en un hotel y cuya única función en la ficción es idolatrar a Phillipe, sin explicación. “Es un caballero de pies a cabeza”, proclama sobre él en el instituto ante el resto de compañeros. Cuando la realidad es, y hasta el propio aludido se lo dice, que no le conoce “de nada”. “No soporto ver cómo te siguen castigando por algo que ya pasó”, replica. Como al que castigan por haber llegado un día tarde o haberse saltado una clase. ¿En serio? Es una pena que la serie haya perdido así el foco, despojándole de toda responsabilidad por algo que solamente él ha cometido y, en última instancia, banalizándolo.

Está bien que se hable de violaciones, ya que por desgracia ocurren. Otras series como Alba, Mentiras, Creedme y Podría destruirte también lo han hecho. Pero si se va a hacer, que no sea de forma tan torpe, ni quitándole importancia, ni añadiendo un ápice de morbo, ni incluso romantizando la figura del violador como alma en pena y desprotegida. Es indignante. Y además, ¿para qué? ¿Qué necesidad tiene una serie como Élite, que ya es un fenómeno internacional no por abordar cuestiones sociales, de meterse -y tan mal- en semejante “lío”?

Una estructura agotada

Como avanzábamos, la serie repite una estructura ya conocida por su fiel público: se ha cometido un crimen y, a medida que avanzan los episodios, se entrelazan saltos temporales con los interrogatorios de la policía a los alumnos. En la misma línea le funcionan las fiestas, los excesos, la rebelión de unos adolescentes que están en edad de hacerlo, el sexo y nuevos enredos amorosos. Ivan (André Lamoglia) es la incorporación más potente, en la piel del hijo de un famoso futbolista que, para cuando él se despierta para ir al colegio, sigue de after en casa.

Tiene capas, en seguida genera interés en Patrick (Manu Ríos) y encaja dentro del universo de la serie. Seguramente sea lo mejor del inicio de la temporada. Peor parado sale el tercer fichaje, Adam Nourou (Adú) en la piel de un chico que vive en un centro de menores y cuya trama, por el momento, también es un despropósito. Tampoco se entiende que de repente se incluyan frases rancias como “sé un hombre” o “¿en qué tipo de fulana te has convertido de repente?”, que parecen sacadas de otro siglo.

A la espera de que se estrenen el resto de capítulos, no sabemos el camino que terminará tomando Élite ni si mejorará lo que hasta ahora ha establecido. Le vendría bien centrarse más en Rebe (Claudia Salas), Mencía (Martina Cariddi), Patrick (Ríos) y Ari (Carla Díaz); y menos en meterse en unos “jardines” para los que ha demostrado no estar a la altura.

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