Paula Vázquez vuelve a ponerse al frente de un reality show de aventuras, y hace balance de su carrera consciente de que ha sido una de sus experiencias más duras: “He vivido lo que es el fracaso, y a lo mejor suena un poco vanidoso, pero sé más lo que son los éxitos”. Hasta el fin del mundo abre sus puertas en La 1 de RTVE este miércoles 12 de noviembre y se convierte en un desafío televisivo que ha llevado al límite tanto a los famosos concursantes como al propio equipo.
En una entrevista con verTele y otros medios, la presentadora aborda los episodios más complicados durante las grabaciones. Alba Carrillo sufrió un desmayo en una de las carreras tras no haber ingerido prácticamente alimento: “Tenía muy restringido el dinero, Cristina Cifuentes era la que llevaba la economía”. Pese a esta dificultad, ambas formaron una pareja que sorprendió al equipo: “Es que parecen familia realmente, más que con su madre”.
Paula Vázquez también aprovecha para resaltar el buen momento profesional que atraviesa. No solo valora positivamente la confianza que RTVE ha depositado en ella, sino que se confiesa “abrumada” por los proyectos futuros que ya están cerrados. Por el momento, las Campanadas no están en esta lista: “¡Ojalá! Las he dado cinco años de mi vida en diferentes cadenas y ya sé lo que es”.
Dices que has renacido, has vuelto a esa esencia de aventuras y viajes…
Sí, y a no parar en el mismo hotel más de tres noches. En el caso de mi equipo, hemos tomado más de 20 vuelos. Pero los concursantes no tienen dinero y solo cuentan con lo que costaría un billete de avión desde Costa Rica hasta Ushuaia: más de mil euros. Los miembros del equipo tenemos que llegar antes a la meta y entonces hemos cogido más de 20 vuelos. Hemos tenido días de entre siete y diez horas de autobús, pero los concursantes han llegado a estar 17. Ha sido locura, la verdad.
El director de TVE ha hablado de ti como un “talismán” para la cadena. ¿Te sientes así?
He vivido lo que es el fracaso también a lo largo de mi carrera, pero se lo agradezco mucho. Hay fracasos que ves venir y hay otros que crees que van a serlo, pero de repente son éxitos. De todo un poco. A lo mejor suena un poco vanidoso, pero sé más lo que son los éxitos. Pero tengo que reconocer que ha sido un programa de mucha exigencia física también para el equipo. Lo que sí he notado con diferencia a las otras aventuras que he vivido antes, en la primera tenía 28 años y ahora cumplo 51, es que no es lo mismo.
Puedo corroborar y corroboro que no es lo mismo, también porque es un equipo muy joven y yo estaba acostumbrada a ser la joven del equipo, pero ya no. Esos tiempos ya pasaron. Ahora, después de 20 horas de viaje y cinco de espera en un aeropuerto, con cuatro horas de vuelo sin comer porque nos hemos levantado a las dos de la mañana, llegamos al sitio y te dicen: “¿Dónde salimos?”. Ahí es donde me doy cuenta de que soy mayor, cuando el equipo tiene ganas de salir a cenar y tomarse unas copitas. Yo no soy capaz ni de quitarme las pestañas.
Pero ha sido muy exigente, también por la parte del post-show. A mí me dijeron: “Vas a trabajar dos días y luego tienes cuatro libres”. He tenido tres días libres en los dos meses porque todo se lo ha comido ese programa, para visitar lugares emblemáticos de la zona. Eran trayectos larguísimos, horas de grabación, y luego me va a quedar la misma sensación que a los concursantes: es que no se va a ver lo que yo viví, porque yo viví mucho más. También llega un momento que lo naturalizas, tengo que decirlo.
En ocasiones has tenido que volver a un punto concreto después de viajar a otro lugar, ¿verdad?
Sí. Aprovechamos para hacer varias grabaciones en el Salar de Uyuni. Es de los sitios que más ganas tenía de conocer en persona. No estaba previsto en el viaje; se improvisó. Fue uno de sus trayectos de siete horas hasta llegar allí y además veníamos de Bolivia. Con el mal de altura, realmente estábamos todos… cargabas una zapatilla y necesitabas tumbarte durante una hora para recuperarte. Pero fue increíble. Es cierto que luego estuvimos grabando más de cinco horas. Dos personas del equipo no nos pusimos gafas de Sol y nos quemamos los ojos... terrible. Todo tan blanco, porque era un salar, con ese sol y esa iluminación… nos quemamos al no ponernos gafas.
Dos personas del equipo no nos pusimos gafas de Sol y nos quemamos los ojos... terrible
¿Dirías entonces que ha sido también una improvisación para ti?
El post-show, Más allá del fin del mundo, cuenta el making-off con el equipo. Mover las más de doscientas maletas, porque somos 70 personas, cada tres días de un barrio a otro… Podría ser un programa de viajes porque contamos las cosas variopintas, pero no vamos a los sitios más reconocidos por el público. Vamos a visitar a una señora que habla con la Pachamama o a otra persona que vive en medio del Amazonas. ¡Que volví después de 20 años, quién me lo iba a decir! De repente llegamos a Corrientes, en Argentina, y era el carnaval. Resulta que las cabalgatas son una tradición tremenda y terminamos a las tantas de la noche con las chicas bailando. Pero ha habido días de miedo para ellos también, claro, porque les ha caído tormenta, otros que han ido a dar a casas de putas…
¿Por qué Hasta el fin del mundo es un sueño que no te planteabas?
No tenía este sueño. Y ahora que vivo detrás de RTVE, un magacín, sentada, no me vendría mal. Luego me mandaron el formato y cuando lo vi, dije: “Es que vaya oportunidad, es viajar trabajando en equipo”. No se parece a nada, porque tenemos horarios diferentes, desayunas con un grupo, cenas con otro, o te vas a una localización con otro distinto. Es una aventura diaria. Cuando sea mayor, me van a cobrar una pasta por hacer esto, porque son las típicas rutas que hacen de diez días de viaje. ¡Pero ahora han sido dos meses! Tengo que reconocer que estábamos todos un poco agotados al final. Todo cambiaba de repente: cogemos un avión por la mañana, que todos llevábamos pantalón corto y camiseta sudando, pero llegamos a Ushuaia con nieve. Todo esto lo hacía más emocionante.
¿Qué sientes ante la confianza que RTVE deposita en ti?
Muy contenta. En el fondo está siendo una vuelta progresiva, que es exactamente lo que yo quería y lo que a mí me venía bien. Y ahora mismo, un poquito desbordada, también por lo que viene.
¿Eres candidata a presentar las Campanadas?
No, ¡ojalá! He dado las Campanadas cinco años de mi vida en diferentes cadenas y ya sé lo que es. Por si acaso, es muy guay, ¡pero es que no lo sé!
¿Cuál es el país que más te ha impactado de todo el recorrido?
Volvería a Chile. Me pareció un país nórdico por las construcciones, por lo bonito que es y por su civismo. Me gustó un montón. También a Argentina, Colombia o Costa Rica, que nos trataron superbien. En Panamá hizo demasiado calor, hubo días de que no podíamos grabar porque tocabas la cámara y se podía freír un huevo encima. Y Ecuador… ¡qué bien comimos! Es cierto que mientras lo hacíamos pensábamos: “No vuelvo ni un minuto”. Ahora que estamos aquí sí que volvería, la verdad. También lo estoy pagando con las tallas de la ropa, porque me he hinchado a alfajores en Argentina.
¿Cuál es la pareja que más te ha sorprendido?
Todas en algún momento me han llamado la atención. Aldo Comas, quizá porque no le conocía de nada más que de la prensa, de repente me ha parecido una persona tan 'multiverso' que todo él es inabarcable. No sé si el programa va a poder transmitir todo lo que tiene este hombre por dar, porque en su caos hay una especie de arte. Es un poco como Pocholo, pero él tiene una parte muy exquisita que tiene que ver con la excelencia, que es muy pura y ahí está aunque no lo parezca. Creo que eso ha arrastrado a su compañero José Lamuño a descubrirse, a mostrarse como es de alguna manera.
Y todas las parejas han tenido algún momento de “no puedo más contigo, no te soporto más”. Luego, la manera en la que se reponían y volvían hacia arriba era flipante. Otra cosa que me gustaba mucho es que solo ganó el que llegó hasta la última meta, y todos llegan a la última meta pero no en el mismo orden. Cuando llegan al checkpoint, lo único que se están jugando es en la ruta que van a hacer. Entonces, el primero que llega puede elegir la mejor ruta y así sucesivamente. Pues a Aldo le sudaba un pie llegar a la meta, porque él venía a vivir la aventura, a tirarse en paracaídas o a bañarse en pelotas no sé dónde, porque era su sueño.
Con todo y eso, a veces se sorprendían ellos mismos porque llegaban antes de lo que creían. Pero ha habido concursantes que han disfrutado muchísimo las rutas y el camino. Rocío, por ejemplo, dos meses siendo anónima… ¡y delincuente, por lo que ha contado! Es que les ha tocado limpiar hoteles para ganar dinero, han hecho de todo, y yo la veía cada vez más feliz. Yo pensaba: “A medida que pase el tiempo, estarán más perjudicados por todo, ese empoderamiento se irá convirtiendo más en un empobrecimiento”. Y todo lo contrario, se iban viniendo arriba a pesar de que ha habido días sin comer. Por ejemplo, Alba Carrillo tenía muy restringido el dinero, Cristina Cifuentes era la que llevaba la economía. Un día casi no comió, y se desmayó. A todos les ha pasado algo que yo creo que no olvidarán nunca.
Parece que Cristina y Alba se han mimetizado durante la experiencia…
Sí, pero Cristina tiene razón: ya se parecían antes. El día que llegamos allí, que ya tuvimos cuatro horas de camino hasta la primera localización, iba sentada con ella en el coche y dije: “Es que parecen familia realmente, más que con su madre”. Luego, Nia y J Kbello tienen enamorados a todos los equipos con los que han viajado. Les aman porque todo era sí y porque todo era con educación. A pesar de que han tenido momentos complicados y muy tristes, se han llevado muy bien.
Bueno, Jedet tiene una imaginación… ¡Por el amor de Dios! Se inventaba cosas que no eran cuando llegaban a un pueblo para pedir dinero o alojamiento. Su creatividad no tiene límites. Siempre terminaba dando pena y hasta le pusieron extensiones gratis. Llegaban con las uñas perfectas y ni yo, que iba en avión, tenía tiempo. Ella contaba unas películas, cambiaba de personalidad mil veces o decía que era una viuda. Lo de Jedet y Andrea da para hacer un reality dedicado a ellas.
¿Cómo has visto a Rocío Carrasco en Hasta el fin del mundo?
Nunca ha dicho que era la hija de Rocío Jurado, que yo sepa. Y ella estaba tan feliz comprando en todos los sitios. Le decía: “¿Pero dónde te guardas las cosas? A mí no me cabe nada en la maleta y no he comprado nada en todo el viaje”. ¡Ellos iban con mochila! Te digo que Aldo llevaba un casco y una máquina de tatuar. ¡Que él se ha tatuado a él mismo y hasta tatuó a gente! Incluso ha visitado parientes por el camino, cuando no tenía una prima en Buenos Aires tenía un primo en no sé dónde.
¿Quién ha sido el participante más quejica?
A los cinco días, todos se encontraban y pasaban dos noches en el mismo hotel. A diferencia de otros formatos que he hecho, aquí descansaban. Quieras que no, comer esos dos días bien, dormir correctamente, estar limpio… Cada persona vive su historia porque no se retan. Y ha habido sorpresas flipantes de parejas que han llegado las últimas y de repente aparecieron las primeras. Ha sido maravilloso.
A diferencia de otros formatos que he hecho, aquí descansaban
Ya habías coincidido con Alba Carrillo y Rocío Carrasco. ¿Has descubierto nuevas facetas en Hasta el fin del mundo?
Pues a Rocío la conozco desde hace muchos años, y a Alba la conocí en Bake Off. La verdad es que me ha sorprendido mucho para bien, es una mujer muy disciplinada. Ha tenido muchos momentos también de centrarse en ella. ¡Y el carácter que tiene! Me parece que tiene mucho mérito porque ambas son dos mujeres muy serias. Todo lo contrario que Yolanda y Ainoa, por ejemplo.
¿Y la has visto ser ella de nuevo, como subrayó en la rueda de prensa?
Sí, pero ella es así. No siempre está en España y vive mucho tiempo fuera, entonces yo creo que está acostumbrada a hacer una vida de anónima. Quizás, no sé si ha estado tanto tiempo separada de su pareja, de su mundo cómodo. Pero es una mujer que se ha desenvuelto muy bien, la verdad. No tiene problema en limpiar váteres o hacer lo que le pongan.
[ACTUALIZADO] Tras la publicación de la entrevista, fuentes de Zeppelin se han puesto en contacto con verTele para aclarar una confusión de Paula Vázquez. Alba Carrillo fue quien se desmayó en una de las etapas de Hasta el fin del mundo, y no Cristina Cifuentes como la presentadora comentó. Quien controlaba el dinero que ambas tenían durante el reality show fue la expresidenta de la Comunidad de Madrid. Las declaraciones ya han sido corregidas.
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