Ricardo Gómez y Álex Monner recrean 'La Ruta': “Hubo que explicar a la gente que no nos quedaríamos en lo superficial”
Desde comienzos de año, Ricardo Gómez, Àlex Monner y Guillem Barbosa se han sumergido en un viaje en el tiempo para recorrer La Ruta del Bakalao. Para recorrerla, además, en sentido inverso, desde 1993, cuando el movimiento entraba en su fase “Destroy” hasta sus orígenes mismos, en el albor de los años ochenta. Tan arriesgada estructura define La Ruta, la nueva ficción de Atresplayer Premium que llegará a finales de año y que ha supuesto, y sigue suponiendo pues el rodaje aún no ha terminado en el momento de escribir estas líneas, una experiencia radical para ellos.
“Para mí, cuanto más universal pretendas ser más local tienes que ser en la creación”, propugna Gómez, que ya tiene una vasta experiencia en recrear la España del siglo XX a través de diversas perspectivas -además de inmortalizar a Carlos Alcántara en Cuéntame cómo pasó, también protagonizó el estimable policíaco El sustituto de Óscar Aibar, ambientado en los años ochenta-, y que fue particularmente elogioso con el trabajo de inmersión realizado en esta producción de Caballo Films para Atresmedia durante su puesta de largo. En este caso, el punto local lo aporta un movimiento que no había sido retratado con justicia, como ellos mismos reconocen al hablar de sus impresiones iniciales.
“Yo lo que sabía es que había una ruta donde había muchas discotecas, pero pensaba que eran sitios donde solo se pinchaba a Chimo Bayo y a Paco Pil, donde se comían pastillas, y había bakalas en parkings”, reconoce Monner, agradecido de la experiencia de haber podido conocer a popes musicales como el DJ Fran Lenaers. Por eso mismo, entienden que hubiera escepticismo y, más aún, que las grandes figuras de la época se “pusieran de dientes” ante un proyecto como este. “Hubo que explicar a la gente que no nos quedaríamos en la capa superficial”.
Para muestra de esa profundización, esta entrevista salpicada de nombres propios, estilos y corrientes musicales y alusiones a momentos muy concretos de una Ruta que será trazada próximamente en las pantallas sin miedo a la recepción ni a las expectativas.
¿Cómo ha sido la experiencia de inmersión en esta época que por edad no os tocó vivir?
R.G.: Suele ser ya habitual tener que irte a una época pasada para contarla. Tiene sentido cómo la ficción revisita épocas vividas. En este caso estoy muy contento de hacer una de las épocas a las que más cariño le tengo, finales de los ochenta y principios de los noventa. Estamos entrando como país a nivel audiovisual en revisitar los noventa, vamos por década, y en concreto de los noventa tengo la suerte de haber caído en uno de los movimientos artísticos que más me interesaban. La Ruta es algo que Álex y yo hablábamos desde hace tiempo. Recuerdo cuando rodábamos Vivir sin permiso, hace cuatro o cinco años, que hablábamos de lo que molaría una serie sobre la ruta del bacalao, porque era algo que no se había hecho nunca. Y cuando nos enteramos queríamos intentar estar ahí. Evidentemente con todos los procesos de selección, podría ser que no hubiésemos estado ninguno... Es brutal.
A.M.: Al principio del proceso de casting iban a ser valencianos y no actores. La primera vez que nos enteramos del proyecto era imposible que estuviéramos ahí. Lo decíamos, ¿te acuerdas que lo hablamos? Aparte, decíamos, ¿te imaginas volver a rodar juntos? ¿Y hacerlo con un proyecto que nos flipe? Y esto fue ya el recopetín.
Decíais que os interesaba como materia prima para un proyecto de ficción, pero... ¿Qué sabíais de la ruta?
A.M.: Yo lo que sabía es que había una ruta donde había muchas discotecas, pero pensaba que eran sitios donde solo se pinchaba a Chimo Bayo y a Paco Pil, donde se comían pastillas, y había bakalas en parkings. Pensaba que solo formaba parte de los late nineties hasta los dos miles, que es digamos que es el final de la Ruta. Lo que no sabía y lo que más me mola de hacer esta serie, porque vamos a descubrir al espectador algo que no sabía sobre la ruta, es que empezó en los ochenta y tenía en sus principios más en relación con la movida madrileña y la música de banda que con la cultura club que es en lo que finalizó.
El personaje de Guillem y el mío explican ese viaje musical: cómo los primeros DJ empezaron a mezclar temas y cómo gente en Valencia a principios de los ochenta estaba importando música de Inglaterra que no se conocía en ningún otro sitio en Europa. Incluso antes de que Manchester hubiera toda esa movida ochentera de Joy Division, Happy Mondays y todo eso que se cuenta en 24 Hour Party People. Hubo disc jockeys pioneros en cuanto a la mezcla de temas. En Valencia pasaba algo que no pasaba en ningún otro sitio de Europa. Fran Lenaers empezó a mezclar vinilos y temas como en ningún otro sitio en el mundo, con un proceso de linkar canciones muy personal e intransferible: pinchaba de forma experimental durante 18 horas seguidas... Era una movida experimental brutal, cero elitista, con peña probando. Y probando, acabaron molando mogollón.
G.B.: Hay otro suceso. Hay un arco musical en la serie. Mi personaje empieza pinchando antes que el de Álex y son más guitarreras, con una música que aún mezcla la guitarra y la figura del cantante, y va de la mano con el tipo de droga que se tomaba. Se tomaba entonces mescalina. A medida que la época cambia, la droga también y también la música: más cocaína, más pastillas, la música es más electrónica, más rápida, más marcada. Eso se refleja en la serie y tiene que ver con cómo fue el proceso musical que hubo.
Alex y Guillem, encarnáis a dos hermanos dedicados por entero a la música que se transforman durante estos años. ¿Cómo es la relación entre los dos?
G.B.: Mi personaje es el que empieza trabajando de esto, es quien lleva a su hermano a las tiendas de discos, a escuchar música...
A.M.: Marc quien va persiguiendo a Lucas en la discotecas. El hermano pequeño está flipado con que su hermano mayor sea un icono de la movida, le sigue vestido muy modosito mientras su hermano va de puta madre, con atuendos brutales. Marc va descubriendo su esencia a través de lo que su hermano proyecta en las discotecas.
Ricardo, ¿cuál es tu función dentro de 'La Ruta'?
R.G.: Mi personaje, Xento, es muy amigo de Lucas y luego va a estrechar más con el de Álex. Representa, en pocas palabras, el pegamento del grupo de amigos. Tiene poco más en la vida, por tanto no se puede permitir que caiga, e intenta mantenerlo en alto. He tenido mucha suerte de interpretar a ese amigo que todos tenemos al que un par de veces cada noche hay que decirle que se calle ya, ese amigo pesado. Es muy gustoso y muy cansado ser pesado durante tantas horas de rodaje, porque exige unos niveles de felicidad, de alegría y de matraca muy alto. Representa en cuanto al fenómeno cultural la parte menos artística y más capitalista, pero no con lo negativo que esta palabra incluye, sino el capitalismo desde la inocencia, de darse cuenta de que hay había dinero. Luego todo se va pudriendo y va saliendo el puro capitalismo. Representa a un tipo que sale de su pueblo, de recoger almendras con su padre, y que hace un viaje del pueblo a la ciudad, donde se da cuenta de que hace más dinero en una noche que su padre en un mes. Es la generación que hace la migración rural al centro de las ciudades, que se da cuenta de que su vida será distinta a la que sus padres habían imaginado, y empieza a mover los billetes de los dos.
A.M.: Xento en la actualidad nos estaría intentando colocar su empresa de transportes para que la gente de La Ruta mueva sus actores en sus coches. Y eso es lo que nos está pasando ahora mismo. Clemente, que estuvo dirigiendo cuatro de las siete discotecas más importantes de La Ruta, ahora mismo nos deja su flota de coche para que nos transportemos dentro de la serie.
La parte de gente con el peinado de cenicero, con gafas de sabandija, de parkineo duro... Eso fue lo que hizo que la ruta acabara, y eso no se cuenta en la serie
¿Cómo definiríais en pocas palabras lo que son vuestros personajes y su evolución en la serie?
RG.: En mi caso, es pasar de ser alguien que viene de un entorno muy rural y que terminaba siendo el dueño de una de las discotecas más importantes de la ruta. Ver cómo se puede pasar de repartir flyers a hacer dinero de verdad.
A.M.: En mi caso, es el personaje que más cambia. Explica una crisis de identidad fortísima que puede tener una persona: alguien que empieza siendo un potencial informático y que por acontecimientos acaba siendo un DJ enfundado en una careta que quizás no es la que más le apetecería mostrar al mundo, como artista y como pèrsona. Marc es el que más se oscurece durante este tiempo. No sé si es el que peor acaba. Quizás en una conversación con Xento nos daríamos cuenta de que él es el que está más jodido, de que ha acabado con una úlcera, vete a saber... Pero teniendo en cuenta que la serie va de la oscuridad a la luz, Marc en el primer capítulo representa la oscuridad.
G.B.: Aún no hemos empezado el capítulo 8, que es cuando se cuenta la histoira de los personajes cuando son más jóvenes, pero el arco más superficial de mi personaje se resume en amar la música uy querer llegar a ser DJ. Empieza siendo un don nadie y termina pinchando en todas las discotecas, siendo la estrella y siendo reconocido por su público.
¿Diríais que estáis representando cada uno un perfil concreto de lo que fue la ruta en aquella época?
Más que con estereotipos tiene que ver con colores. Todos representamos un color en una gama amplia. Mi personaje tiene que ver con el núcleo de la amistad y lo empresarial, con cómo intentar ser el mánager de tu mejor amigo; el de ellos tiene que ver con la música como acto creativo y artístico; está quien solo quiere disfrutar de esto; está quien se lo lleva a lo plástico, a lo visual y a la cartelería... No somos estereotipos, dentro de un grupo de amigos hay sinergias y dentro de eso cada uno representa una forma de encarar ese movimiento.
La estructura de la serie es uno de sus principales puntos de interés: la serie arranca en 1993, en la Ruta Destroy, y va retrocediendo en el tiempo capítulo a capítulo hasta colocarse en 1981, en el inicio de la movida. Teniendo en cuenta que la serie pretende cambiar la percepción sobre todo el movimiento, ¿teméis que haya quien de primeras se enfade cuando vea el primer episodio? O al revés, que haya quien vea reflejado su percepción de la Ruta, para ir luego cambiándola.
R.G.: Habrá las dos cosas. Estará el que se enfade porque diga que esto no era así, y si tiene paciencia verá las dos cosas; y estará lo que ha dicho Álex, el que vea lo que ya sabía pero luego le enseñemos que no era solo de esa forma. En cuanto a expectativas, prefiero no pensar en ellas, estamos en pleno rodaje y es complicado.
A.M.: Aparte, la parte más oscura de La Ruta, que es la post-93, no la cuenta la serie. La parte de gente con el peinado de cenicero, con gafas de sabandija, de parkineo duro... Eso fue lo que hizo que la ruta acabara, y eso no se cuenta en la serie. Eso es lo que la gente más relaciona con la ruta, y no tiene nada que ver con eso. Ni en el primer capítulo. Chimo Bayo, con todos mis respetos porque a mí me mola, nunca pinchó en una discoteca principal de La Ruta. Él convirtió la ruta en algo icónico y vendible, pero si la descubres a fondo te das cuenta de que es más icónica de lo que pensabas.
Habéis contado con la colaboración de muchas personalidades clave de la época y del movimiento. ¿Cómo ha sido?
A.M: Muchos han estado en el rodaje, y han estado muy emocionados. Fran Lenaers nos ha prestado todos los cachivaches con los que Megabeat [n.e.: conjunto que Lenaers formó con Julio “Nexus” y Gani Manero] empezó a hacer música, que eran pioneros, herencia directa de Kraftwerk.
R.G.: ¡Fran se nos ha colado en plano! [risas]
G.B.: Aún así eran muy interesantes los detalles que nos proponía. En la serie la imagen del DJ es una imagen que se intenta representar como de alguien consecuente con la fiesta. Era muy meticuloso: nos decía que en esa época no bailaban cuando pinchaban, o cómo ponían el pulgar en la aguja sobre el disco. Todo lo que decía tenía que ver con la profesionalidad de ser DJ. Nosotros tratábamos de ponernos en lo que era la fiesta.
A.M.: Lo que mola es que es un tío extremadamente profesionalizado, pero cuando estás con él pinchando en su casa, en una habitación con 5.000 vinilos, no te mira por encima del hombro. Es súper abierto, con ganas de meterse al barro con nosotros. Ha sido la hostia conocerlo.
Para mí, cuanto más universal pretendas ser más local tienes que ser en la creación
Teniendo en cuenta, como decíamos, que se está retratando una época que luego ha sido reducida a estereotipos negativos, ¿hubo algún tipo de problemas al entrar en contacto con figuras como Lenaers y otros que vivieron aquello?
A.M.: Por parte de Fran no hubo ningún tipo de momento incomodo en el que encontrarnos, al contrario. Él va como un tiro.
R.G.: Pero sí que nos han contado cosas. Nosotros hemos llegado con esto muy cocinado, pero Borja [Soler] y Rober [Martín Maiztegui], sí que nos contaron que las primeras veces que vinieron aquí, a Valencia, y le dijeron a la gente de la ruta que iban a hacer una serie sobre la ruta se pusieron de dientes y de uñas. Hicieron un trabajo individual y personalizado explicándoles cómo era el proyecto hasta que se han ganado el cariño y el respeto de todas las figuras de la ruta. Tanto que hasta Fran y más gente han venido al rodaje. Se han volcado mucho, pero no siempre fue así. Hubo que hacer un trabajo para explicarles que no íbamos a quedarnos en una capa superficial.
En este caso era importante que las marcas y lugares concretos que fuero definitorios de la ruta estuvieran representados, como las discotecas Spook, NOD, Puzzle...
R.G.: No se entiende hacer una serie sobre la ruta sin ellos. Series de gente relativamente joven -ya hay que decir relativamente joven- en discotecas hay muchas, pero series de gente joven en Espiral, en NOD, en Puzzle, es lo que la hace a esta serie única. José Antonio [Antón, director de contenidos de Atresmedia TV] comentaba en la presentación que le sorprendía que lo local a veces se hacía universal. Para mí, cuanto más universal pretendas ser más local tienes que ser en la creación. Una serie o una película que pudiese estar pasando en cualquier rincón del mundo seguramente pueda tener muchos espectadores, pero ese punto extra te lo pone el contar algo muy local.
Después de esta inmersión en la que aún seguís, que no ha terminado... ¿Cómo veis la cultura de clubs en la actualidad, en comparación con los años más luminosos de La Ruta?
A. M.: La cultura club ha evolucionado un poco, ahora no es tan lúdica y tan festiva como antes. Me hubiera gustado vivirla, me hubiera gustado vivir lo de tener elefantes en un parking, performances en medio de una discoteca... Tengo unos colegas, los Mainline Magic Orchestra, un grupo de cuatro chavales DJ que se juntan, y el otro día tocaron en el Spook, haciendo una cosa muy lúdica más relacionada con los ochenta... Si tienes la suerte, como es mi caso, de indagar en lo que está haciendo ahora, encuentras peña que inevitablemente bebe de aquello, de algo más performativo, y no solo el típico DJ con camiseta negra que vemos normalmente. Hay que tener la suerte de que o se te pongan en la cara o de ser curioso.
G.B.: Siento un poco de envidia. No solo era la música, sino que había un engranaje de moda, de portento... Había una cultura más luminosa hacia descubrir nueva música y hacia el concepto de fiesta. En cierto modo, echo de menos el buen rollo, envidio el buenrollismo que había. La gente salía para conocer gente, para salir a disfrazarse, todo el mundo estaba aceptado y no había tanto problemas como en lo que derivó la ruta, cuando había más machismo y peleas. Antes la ruta significaba lo contrario: libertad, expresión, creación, nuevos horizontes... La fiesta de ahora está un poco mimetizada con lo oscuro y es un poco decadente y monótona. Incluso la parte mala de la fiesta, la de la droga, era incluso más divertida, ahora es tomar droga por tomar, y la mayoría terminan mal. Envidio la libertad de expresión que tenían en aquella época.