'Better call Saul' 1x01 Review: Vuelta a Albuquerque con cameo sorpresa
Por Silvia Martínez GómezSilvia Martínez Gómez
El 29 de septiembre de 2013, una de las mejores ficciones de la historia se fue para siempre dejando un vacío más que notable entre sus seguidores. ¿Quiénes iban a cocinar metanfetaminas en una caravana destartalada? ¿Quién iba ahora a decirnos que ‘no está en peligro porque él es el peligro’? ¿Quién iba a conseguir que un insulto como ‘bitch’ –traducido pierde su esencia, disculpen ustedes- sonara tan bien? ¿A quién íbamos a llamar ahora si tenemos problemas con la ley? 'Breaking Bad' se había acabado para siempre y ya nada nos iba a consolar. A no ser…
A no ser que Vince Gilligan y la AMC dieran luz verde al spin-off que ha conseguido que recuperemos la ilusión por las segundas partes después de fiascos como el de Joey después de la mítica 'Friends': 'Better Call Saul', la precuela que se estrenaría en febrero de 2015 y contaría los inicios de Saul Goodman, el original -no tiene otro adjetivo que lo defina mejor- abogado de Walter y Jesse.
Pues bien, febrero de 2015 ya está aquí y la pregunta que a todos nos inunda el pensamiento es: ¿Ha cumplido el piloto, ‘Uno’, nuestras expectativas? La respuesta, en esta review.
(¡Cuidado SPOILERS!)
Vuelta al universo 'Breaking Bad': Cliffhangers
Decir que los cliffhangers –esos pequeños flashbacks o flashforwards sin aparente conexión con el capítulo que consiguen tener una subtrama que nos engancha hasta que se resuelve- es lo que más echaba de menos de 'Breaking Bad', visto lo fan histérica que soy, sería mentir. Pero sí que es de las cosas que más me gustaban y que considero que son un elemento que toda buena serie debería incluir para mantener a la audiencia intrigada. Y, ¿a que no sabéis qué? ¡Así empieza 'Better Call Saul'!
Empezamos a ver en blanco y negro, cómo un Saul ahora con bigote y según su uniforme, conocido como Gene, afronta un día cualquiera de trabajo en la cadena estadounidense de repostería Cinnabon. Lo notamos bastante amargado, para qué negarlo, y muy nervioso cuando un cliente con cara de pocos amigos le mira fijamente. Hasta nosotros tememos, pero dicho temor es en vano cuando vemos que el hombre sólo estaba esperando a su pareja. Después, acompañamos a Saul hasta su casa donde, tras servirse un vaso de whisky, saca una cinta de vídeo de una cajita y se apoltrona en el sofá para verla. Es ahí cuando vemos claramente que se trata de un flashforward que se sitúa inmediatamente después de 'Breaking Bad'. Nervios, nervios.
“Gracias por restaurar mi fe en la justicia, son tres dólares”
Ahora ya sí que sí, volvemos años atrás, concretamente a 2002 y nos encontramos con un Saul Goodman, cuyo nombre real es James McGill –y al que yo voy a ir llamando de una manera u otra indistintamente- defendiendo a tres chicos de 19 años que habían practicado actos un tanto impuros con la cabeza de un hombre muerto. Naturalmente, pierde el caso, y le vemos quejarse y salir echando humo de los juzgados al recibir sólo 700 dólares de los 2100 que él esperaba al estar defendiendo a tres personas.
Una vez se sube al coche y procede a salir del parking, es cuando un viejo conocido hace su aparición tras la ventanilla de pagos. Ya no es policía, y aparentemente tampoco detective/asesino a sueldo, pero ahí está: Mike Ehrmantraut tan Ehrmantraut como siempre, exigiendo a McGill, alias ‘yo no tengo que pagar, estoy salvando las vidas de la gente en los juzgados de ahí atrás’, que pague lo que le corresponde para salir del parking.
Podemos deducir –y más tarde, comprobar - que Saul ahora es un abogado de oficio de poca monta que necesita desesperadamente dinero con el que sustentarse, por lo que intenta también montárselo por su cuenta con unas cajitas de cerillas a modo de tarjeta de presentación. Consigue una entrevista con un matrimonio cuyo hombre, tesorero de profesión y acusado de malversación de fondos –Bárcenas, ¿eres tú?-, está a puntito de firmar un acuerdo con él. Es ahí cuando vemos realmente lo desesperado que está, mirando el bolígrafo que va a firmar como si fuera un perro babeando por un trozo de carne. Un perro que finalmente se va a quedar sólo con eso, sus babas, pues la mujer del tesorero le frena antes de firmar porque tienen que pensarlo con más calma.
De camino a casa, un chico en un skate se estampa literalmente contra su cristal y enseguida aparece su hermano gemelo que casualmente había grabado todo y, obviamente, espera que su hermano sea indemnizado por ello. Pero Goodman, en un atisbo de lucidez propio de sus buenas épocas (todavía desconocidas para él, pero no para nosotros), es más listo que ellos y enseguida ve que está todo preparado, así que lo mejor para los gemelos es echar a correr antes de que les toque pagarle el parabrisas.
“El agua de pepino solo para los clientes”
Más tarde, ya en su despacho-cuchitril, ubicado en la parte de atrás de un salón de belleza tailandés con tratamientos para uñas y, al parecer, también adelgazantes –véase el bidón de agua de pepino-, James revisa sus llamadas esperanzado de que el matrimonio haya recapacitado. Nada de nada. Sólo sobres con deudas. Deudas, y un cheque a su nombre por valor de 26000 dólares de un bufete de abogados, ‘Hamlin & McGill’.
Inmediatamente después vemos a Saul –nótese que voy cambiándole de nombre indistintamente-, entrar en dicho bufete para quejarse de que 26000 dólares no son suficientes para Chuck y todo lo que él ha hecho por la firma.
Os estaréis preguntando, ¿y quién es Chuck? Bien, esa me la sé: Chuck McGill es su hermano, cofundador de ‘Hamlin & McGill’ y actualmente aislado por una sensibilidad a los campos electromagnéticose tiene pinta de ir a tenerlo aislado durante bastante tiempo. Tanto como para no volver a trabajar, por lo que parece pensar Saul.
Sin embargo, su hermano no piensa lo mismo. Y es que Chuck, en una casa totalmente desprovista de cualquier aparato eléctrico, afirma poder recuperarse de su enfermedad y volver al trabajo, sin dar mucha importancia al hecho de que está prácticamente en bancarrota y es ahora James quien se ocupa de los gastos de los dos. Lejos de preocuparse, Chuck McGill, quien ha recibido la visita de su socio Howard Hamlin para anunciarle que le va a pagar una cantidad semanal, sugiere a James que cambie el nombre de su despacho para que no haya confusiones, ‘por mera cortesía profesional’, vaya.
Los gemelos golpean dos veces
Llegamos a la parte final del capítulo donde McGill empieza a usar la caradura a la que nos tenía acostumbrados, encontrando a los gemelos que le hicieron el falso accidente para ser él quien los dirija a hacer lo mismo a los demás. Su primera víctima: Betsy Kettleman, la mujer del tesorero.
Cuando todo parecía ir a salir a la perfección y el gemelo se lanza directo al cristal del conductor para empezar su teatrillo, éste, lejos de bajarse del coche y ayudar, hace un hit and run en toda regla –lo que en España conocemos como ‘hacer un Farruquito’- sin ni siquiera pedir disculpas.
Los gemelos deciden seguirla dispuestos a recibir explicaciones e ignoran las llamadas de Saul para quedarse ellos solos con el dinero. Sin embargo, cuál es su sorpresa cuando ven que la mujer que se baja del coche no es la que ellos esperaban, sino una anciana sudamericana que habla español y con la que no pueden mantener una conversación demasiado esclarecedora. Le piden dinero, cosa que sí que saben decir en castellano, y la mujer asiente y los entra en casa.
Como era de esperar, Saul ha seguido la pista y se presenta allí mismo minutos más tarde. Toca a la puerta…y un revólver le apunta directo a la frente en un plano digno de las producciones de Gilligan y su equipo. Y así, niños, es como conocimos a Tuco Salamanca.
Y así es también como regresamos a la atmósfera 'Breaking Bad'. ¿Y sabéis qué? ¡Me encanta!
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