'Muchacha italiana': ¿Por qué en el Siglo XXI nos siguen conquistando los cuento de hadas?
Por Betty M. MartínezBetty M. Martínez
La primera impresión no siempre es la que cuenta. Cuando Nova anunció el estreno de ‘Muchacha italiana viene a casarse’ (a partir de ahora MIVAC) no me apetecía nada ponerme a verla. Lo de “Muchacha” me recordaba los tiempos en los que Adela Noriega era una joven promesa y lo que pensé de “viene a casarse” mejor me lo callo.
Sin embargo, había dos cosas que me hacían dudar de mi decisión. Perdón, dos nombres. Uno, Pedro Damián, porque está más que demostrado que sabe hacer telenovelas y, dos, José Ron, que nunca decepciona.
Así que, reconsideré mi postura y aquí estoy. 177 capítulos después. Dispuesta a describir por qué en pleno siglo XXI los cuentos de hadas nos siguen conquistando.
¡¡CUIDADO SPOILERS!!
Livia Brito, una cubana muy italiana
Empecemos por la muchacha. Livia Brito tenía un doble reto nada simple. Por una parte, soportar las comparaciones con Angélica María, protagonista de la versión anterior de esta telenovela. Por otra parte, convencernos de que Fiorella era una italiana de Maratea. De lo primero no voy a hablar porque las comparaciones casi siempre son odiosas. De lo segundo, voy a ser muy breve: objetivo conseguido. Confieso que he buscado la biografía de Livia Brito para asegurarme de que no es italiana, porque a mí me ha convencido por completo.
En cuanto al personaje. Fiorella es la princesa del cuento. Se queda sola y desamparada con su hermana enferma a su cargo y cruza el planeta para buscar la protección de un amigo de su padre, que la engaña haciéndole creer que es joven y apuesto cuando podría ser su abuelo. Vamos, que le sale rana. Pero, claro, en los cuentos, también hay príncipes y Fiorella también encontró al suyo.
Viendo el personaje de Fiorella, entiendo lo de Muchacha porque ejemplifica perfectamente a las protagonistas de telenovelas “de toda la vida”. Fiorella es tan pero tan honrada que está dispuesta a renunciar al amor de su príncipe con tal de cumplir la palabra dada a Vittorio. Fiorella es tan pero tan responsable que hace todo lo que está en su mano para cuidar a su hermana pequeña gravemente enferma del corazón. Fiorella es tan pero tan buena que perdona a todos los que le hacen daño. Menos mal que Livia Brito le da un poco de chispa con su alegría y su espontaneidad al papel, porque es un personaje tan pero tan blanco que en algunos momentos ha sido un poco desesperante.
Por cierto, los grandes estrellas femeninas de Televisa que empiecen a temblar porque Livia Brito ha llegado pisando muy fuerte. Fiorella puede ser un estereotipo desde el primer al último capítulo, pero Livia Brito ha conseguido convencernos en todos los tópicos: mirada embelesada al galán, carcajada contagiosa, lágrimas rodando por las mejillas sin fin, etc. y todo esto sin resultar acartonada. Mi aplauso.
José Ron, de cara larga a San Pietro
Y vayamos ahora con el príncipe del cuento. José Ron es uno de esos galanes que te enamoran en cuanto aparece en pantalla y esta vez ha cumplido las expectativas, aunque su inicio haya sido un tanto accidentado.
Pedro Ángeles ha sido el ejemplo perfecto del caballero que lucha por casarse con la princesa. Y le pasa lo mismo que a Fiorella. Es el galán de manual. La quiere, la cuida, la protege, la defiende. En resumen, Pedro Angeles debería ser sinónimo de príncipe azul en el diccionario.
Eso sí, nos hemos encontrado con un galán que sufre y, por una vez, mantiene lejos de él a todas las candidatas a robar su corazón y le es completamente leal a Fiorella. En otros tiempos el embarazo de Sonia no habría sido un truco y Aitana podría haber utilizado ese pretexto en su beneficio. Además, lo hemos visto llorar. Y mucho. Ha sido un galán tópico, pero hay que reconocerle algunos matices muy interesantes.
Entonces, si los protagonistas son estereotipos, ¿por qué nos han conquistado todos estos capítulos? Porque han conseguido crear una química entre ellos que no siempre se consigue. A Fiorella y Pedro por separado los hemos visto decenas de veces y su romance tampoco tiene demasiada innovación, pero tienen ese “no sé qué” que hace que deseemos ver cómo acaba su historia.
Tal vez sea un poco aventurado lo que voy a decir, pero probablemente con otros actores el resultado fuera completamente diferente. José Ron y Livia Brito han conseguido que volvamos a creer en los cuentos de hadas y eso tiene mucho mérito. Es más, propongo a los responsables de CEA que Fiorella y Pedro sean objeto de estudio en sus cursos para jóvenes actores porque representan perfectamente cómo deben actuar los protagonistas de una telenovela para que los espectadores nos enamoremos de ellos y de la historia que nos cuentan.
Sorprendente evolución de los villanos
Pero en los cuentos también hay brujas. En este caso, el papel de villana, con muchos matices, le corresponde a Eloísa, la poderosa matriarca de la familia, dispuesta a controlar absolutamente todos los detalles de las vidas de los Ángeles. De la interpretación de Isela Vela solo puedo decir una cosa. Magistral. Ha conseguido algo muy especial y es que la odiemos y adoremos al mismo tiempo. Algunos de sus actos (la relación de Pedro con Aitana) hacían que no la soportáramos, pero, al mismo tiempo, algunas de sus salidas nos arrancaban una sonrisa.
Me ha gustado especialmente que la evolución que sufre Eloísa no sea nada abrupta, sino que se va dando muy paulatinamente y se nos presenta a cuentagotas. No hay un momento clave en el que digamos que cambió, sino que casi sin darnos cuenta de repente nos encontramos con otra Eloísa Ángeles a la que todos quisiéramos llama abuela.
Y si Eloísa es la bruja, ha habido momentos en que Vittorio era muy parecido a un ogro. Era el tercero en discordia y al principio nos caía bien por su intención de cuidar a Fiorella, pero en algún momento, no sé decir cuándo, el protector derivó en carcelero. Vittorio nunca estuvo enamorado de Fiorella, sino de lo que significaba casarse con una joven muchacha y algunas de las estrategias que utilizó para conseguir su objetivo fueron muy miserables. Lo confieso. En su “boda” solté un “te estuvo bien” que debieron oír en todo mi edificio. Eso sí, hay que reconocerle que después recuperó la cordura inicial.
Hay dos personajes que podrían ser las hermanastras. Por un lado, tenemos a Aitana (maravillosa Candela Márquez, la cuota española de MIVAC), que pelea por recuperar el amor del príncipe sin éxito, a pesar de contar con el apoyo de toda la familia.
La otra hermanastra sería Federica. Nailea Norvind hace de villana hasta con el piloto automático puesto, pero esta vez el desarrollo del personaje no la ha ayudado. Ella ha cumplido, como siempre, pero la trama de Federica ha dado demasiados bandazos. Por momentos, era clave en la historia; después desaparecía durante bastantes capítulos y al final todo se precipita demasiado.
Es una pena que no le sacaran más partido a las tramas en la empresa. Federica se quedó en un quiero y no puedo y la estafa de los padres de Aitana fue un visto y no visto. No sé. Me quedo con la sensación de que nos dieron un aperitivo, pero se les olvidó servirnos el resto del menú. Probablemente habría sido más interesante desarrollar más estas tramas y restarle minutos a las aventuras de Aníbal, un personaje que, además de rellenar los títulos de crédito, no aportó casi nada a la telenovela.
Nuevos nombres que darán que hablar
Si bien la trama empresarial no se explotó tanto como nos gustaría, donde sí se esmeraron fue en las tramas juveniles. Hay que reconocerlo. Pedro Damián tiene un don para encontrar prometedores actores y actrices. Ela Velden ha estado tan maravillosamente bien como la dulce y enferma Gianna que ya debería estar llamando a las puertas de los papeles de heroína protagonista. Tiene absolutamente todas las condiciones para triunfar como gran estrella.
Y si Ela Velden tiene puntos para ser la protagonista, Paula Marcellini ha demostrado a la perfección cómo interpretar a una niña bien, malcriada, caprichosa y consentida. Aunque en el fondo (muy en el fondo) Roxana tenía buen corazón, ha sido uno de los personajes que más he detestado en MIVAC porque ha habido momentos en que ha sido absolutamente insoportable. Eso sí, sus múltiples idas y venidas con Benito y su relación con Adela y Reinaldo también nos han arrancado bastantes carcajadas.
En cuanto a los jóvenes galanes, Eleazar Gómez ha tenido que navegar con un personaje al que le ha pasado lo mismo que a Federica. No ha estado a su nivel. Benito ha estado en todas las salsas, pero no ha sido el ingrediente principal en ninguna de ellas, salvo, claro está, en su relación con Roxana, y, aun así, ella llevaba el peso de las decisiones. Me ha dado un poco de rabia porque Eleazar Gómez ha demostrado ser bastante solvente tanto en la comedia como en situaciones más dramáticas.
Y en cuanto a José Pablo Minor, se ha ido creciendo según avanzaban los capítulos y ha sido más que convincente en su relación con Gianna, pero también ha sufrido los desbarajustes del guion. Nos presentaron a Gael como un joven adicto, pero su adicción se solucionó milagrosamente. Después de unas pocas sesiones con una terapeuta, fin del problema. Creo que este tema se trató bastante a la ligera y podría haberse profundizado mucho más en él. De hecho, esta hubiera sido una causa de conflicto mucho más interesante entre Gael y Gianna que la aparición de Nadia, que tampoco dio mucho de sí.
En fin, que ‘Muchacha italiana viene a casarse’ no aporta prácticamente nada nuevo al género, pero, a pesar del conjunto de estereotipos y tópicos, a pesar de los altibajos de guion, a pesar de la multitud de personajes de relleno, a pesar de todo, nos ha convencido porque ¿a quién no le gustan los cuentos de hadas?
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