'The Following' 3x08 Review: Las mentiras tienen las patas muy cortas

'The Following' 3x08 Review: Las mentiras tienen las patas muy cortas

PorSilvia Martínez

Tres episodios son los que le quedan a la tercera temporada de ‘The Following’ tras su emisión del octavo capítulo de la misma. El final está bien cerquita y se va notando en la evolución de sus tramas, sobre todo en la referente a Sam y todo lo que ha ido montando para que el FBI no descubra su identidad.

La pregunta que de momento todos los fans nos hacemos es si habrá una posible cuarta temporada o si, definitivamente, Fox se guiará por los bajones de audiencia y decidirá acabar con la ficción por siempre jamás dejándonos a Joe Carroll y Ryan Hardy como un ¿bonito? recuerdo. De momento, la cadena aún no ha emitido comunicados al respecto y la renovación o no de ‘The Following’ continúa en el aire.

Como siempre decimos en ‘Los Devoraseries’, por lo pronto lo que podemos hacer es no pensar en una cuarta temporada y seguir inmersos en la que nos ocupa, que bastante jugo está teniendo.

¿Nos acompañas a través del 3x08? (SPOILERS)

MUJER FELIZ, VIDA FELIZ

El final del anterior episodio nos mostraba cómo Sam se las había arreglado para inculpar al director de Maintech de todos sus actos y cómo, después, parecía querer darle el adiós definitivo para borrar posibles rastros. En efecto, eso es lo que hizo y, lejos de disolver los cuerpos en ácido clorhídrico como haría nuestro querido Walter White, se dedica a triturarlos a lo curtido chef de cocina. Cada uno tiene sus gustos, oigan.

Todo ello, siempre con el cuidado que le caracteriza para que su mujer y el resto de su vida perfecta no se tambaleen en ningún momento. Pero Sam, deberías saber que estás en ‘The Following’, una serie en la que, tarde o temprano, todo criminal recibe algún que otro quebradero de cabeza y, para ti, todo está siendo demasiado fácil.

Exactamente igual de fácil que ha sido las dos temporadas anteriores para Joe Carroll intentar fugarse de prisión siempre que ha podido. ¿Creíais que esta tercera temporada no iba a conseguirlo?

¡Venga ya! Un alambre para quitarse las esposas por aquí, un golpe a la psicóloga que ha venido a evaluar su estado mental por allá y otro golpe para el policía de turno y… ¡voilà! Libre otra vez.Además, con chófer propio: su querido Ryan ha ido a buscarle, por aquello de que quizá coger un taxi no sea muy apropiado para un asesino en serie reconocido.

Suena todo a un perfecto sueño de Joe, ¿no? Pues sí. Suena a sueño porque lo es.

Nuestro gozo en un pozo cuando pensábamos que Joe iba a salir de prisión e iba a repartir la caña que haría que Fox ni se planteara la cancelación de la serie…

SAM DEJA DE PASAR DESAPERCIBIDO

Por el FBI siguen la pista errónea del fallecido jefe de Sam ante la crispación de Hardy por ello y la irritación del agente Donovan, ahora sustituto de Gina Méndez, por tener que aguantar las quejas y la insumisión de Ryan. Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, su afán por investigar junto a su inseparable sobrina y Mike Weston al resto de la plantilla de Maintech le lleva directo al intachable a la vez que extraño expediente de uno de sus trabajadores: Sam Lewis, cuya foto ha desaparecido pero cuyo rostro Max recuerda.

Recuerdo que en bien poco favorece a nuestro nuevo ídolo de la psicopatía, que lucha como puede por tener una vida normal a pesar de que la cantidad de tiempo que pasa fuera de casa haga sospechar a su mujer – y a su mejor amiga Nancy, también conocida como la Betsy Kettleman de ‘Better Call Saul’, igual de repelente incluso – de que tiene algo que esconder. Una amante, vaya, lo que pensaría cualquiera, muy lejos de lo que de verdad es.

Al mismo tiempo, Lewis también tiene que arreglárselas para darle una bonita sorpresa a Hardy y Weston cuando éstos se presentan en la casa que él tiene como dirección en su expediente de Maintech, obviamente abandonada y con una explosiva sorpresita. Menos mal que Ryan tiene buenos reflejos, así como también intuición, y se había dado cuenta del horrible panorama.

ENTROMETERSE NUNCA ACABA BIEN

Y como investigar a un crack del hackeo tiene sus peculiaridades, el FBI ha decidido no usar demasiado la tecnología para que éste no les altere otra vez el sistema con tal de encubrirse. Ahora, sin ninguna fotografía de él, la única esperanza de la policía es confiar en la memoria de Max para elaborar un retrato robot.

Por otra parte, y algo a lo que a menudo no hacemos referencia, Hardy sigue su relación con la doctora Gwen intentando destruir el muro que desde siempre le ha impedido confiar plenamente en su pareja. ¿Problema? Le cuesta, le cuesta demasiado, y aún más en lo que a Joe Carroll se refiere. Tocar el tema de Joe delante de Hardy se convierte en todo un desafío y más, si es para criticar alguna actuación de su detención o posterior pena de muerte. Tanto es así, que una cena con el jefe de la doctora y su esposa acaba como el rosario de la aurora con Ryan echándoles de su casa por las impertinencias del cirujano. ¡Ojo!

Mientras tanto, en Baltimore, Sam ejerce de perfecto esposo preparándole una fiesta sorpresa a su mujer a la que también acude su amiga Nancy, ésa que acrecienta las sospechas de su esposa acerca de una posible infidelidad o vete tú a saber si algo peor. Nos acordamos, ¿no? Bien, pues mantengámosla en un recuerdo eterno, a ella y a su esposo, porque a Sam no le gusta esto de que sospechen de él y decide que ya han vivido bastante. Suicidio y asesinato es como lo llamarán los policías a la mañana siguiente…

¿BUENAS NOTICIAS PARA EL FBI? ¡CLARO QUE NO!

Si bien de momento no tienen ninguna pista acerca del paradero de Sam, el FBI ha encontrado la dirección del abogado que en su día dio el visto bueno a la incorporación de Lewis a la empresa Maintech. Como era de esperar, otro loco perdido que llena su sótano de cadáveres y al que, lo que al parecer más ilusión le hace cuando lo vemos ya esposado, es ser recordado a lo largo de los años como un despiadado asesino que también fue capturado por el reputado Ryan Hardy. Éste le promete dicha fama a cambio de jugosa información acerca del paradero del hacker, contenida en USB escondido.

¿Para qué les sirve? Pues para extraer que la misma firma digital que se usó para entrar en los archivos del FBI, se usó también la noche anterior en Baltimore para acceder al correo electrónico de un tal Bob Gibbs, que no era otro que el recientemente fallecido marido de la amiga de la esposa de Sam, Nancy. También fallecida, obvio.

Y ahora sí que, Sam, Theo o como quieras llamarte: el FBI te tiene localizado. Mucha casualidad que tu firma digital aparezca en el correo de un hombre que acaba de fallecer y que, ¡anda!, tiene una foto con alguien que se parece bastante a ti en su cuenta de Facebook. Ay las redes sociales, qué malas son, ¿eh? Pero ni corto ni perezoso, Sam, que tiene controlado desde su móvil prácticamente todo, es consciente de que el FBI va a empezar a investigar a su mujer y de que no tiene escapatoria, por lo que decide que lo mejor es acabar con su vida: droga a sus hijos, la droga a ella ante su sorpresa y tras un magnífico y sádico discurso de amor y acaba con su vida, de manera no dolorosa al menos, pues la droga es para que no se entere de nada, y la llena de pétalos de rosa. Por suerte, para cuando los detectives llegan al hogar de la familia, los hijos simplemente están drogados y aún pueden salvarlos.

Ahora, sin saber el paradero de Sam pero con una llamada por su parte un tanto amenazadora, Hardy se encuentra ante un panorama bastante desolador en el que su reputación policiaca pende de un hilo si sigue permitiendo más muertes. También su cordura, pues sigue imaginándose a Joe Carroll en cualquier situación hasta el punto de tener visiones. Ya lo ha dicho Gina antes de retirarse de la policía definitivamente: ‘Este trabajo te quita el alma’. Y, al parecer, la de Ryan Hardy, corre riesgo de perderse para siempre.

El noveno capítulo va a estar cargadito de tensión, y más con la inminente ejecución de Joe. ¡Qué ganas!

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