'Vikings' 4x02 Review: La búsqueda de la libertad y nuevas intrigas
Por Marta AiloutiMarta Ailouti
Ay, la libertad. Damos por hecho que la tenemos. Sin embargo, el mundo está lleno de barreras que nos limitan. De prejuicios o miedos ajenos o propios. De actos, con o sin consecuencias. La libertad es siempre la primera víctima que entra en conflicto. Nuestro primer gran sacrificio. Uno de los más sagrados.
Kill the Queen, la segunda entrega de esta cuarta temporada de 'Vikings', también tiene sus particulares cadenas y barrotes con sus peculiares presos. Todos ellos sueñan con ser libres. Algunos, incluso, es posible que lo alcancen. En realidad, a veces es tan sencillo como tirar del cerrojo y salir. ¿Comentamos lo que nos espera al otro lado?
¡CUIDADO SPOILERS!
La penitencia de Floki
Gracias a la ayuda de Helga, Floki es el primero en huir. Aunque poco le va a durar su alegría. Con Bjorn lejos, en su particular supervivencia a lo 'El renacido', es el jovencito Ubbe –quien de paso empieza a cobrar su propia cuota de protagonismo– el que encabeza, y con éxito, la búsqueda del fugitivo.
El rey Lothbrok, aún convaleciente y especialmente tocado por los últimos acontecimientos, no entiende la insistencia de Floki de no reconocer que el asesinato de Athelstan tuvo mucho más que ver con sus celos enfermizos que con el deseo de los dioses. Su penitencia, no obstante, estará a su altura. Desterrado en una cueva, sin ninguna posibilidad de ningún acto heroico, vemos al vikingo, aunque no por última vez, encadenado y torturado con una gota de agua.
Sin embargo, es Aslaug, que en esta ocasión simplemente pasaba por allí, la que paga las consecuencias directas de la frustración de Ragnar ante la actitud pasiva del que fuera su amigo. Y lo hace en una salida de tono desproporcionada, que pone en evidencia que él tampoco ha olvidado su traición y su deslealtad.
Su dureza, al menos, contrasta con la amabilidad y ternura con la que el líder de Kattegat se dirige a la dulce Helga a lo largo del episodio, muy en particular después de la muerte de su hija Angrboda, a la que él mismo entierra con sus propias manos, a pesar de sus molestias.
“Matad a la reina”
Pero Floki no va a ser el único que busque su ansiada libertad. También la reina Kwenthrith y su hijo Magnus permanecen recluidos en una torre cuya situación se desconoce, a manos de algunos nobles de Mercia, que se han instaurado como consejo de gobierno.
Más allá de la reina, al rey Ecbert, consciente de su valor como salvoconducto en caso de que los hombres del norte quieran cobrarse su venganza, lo que le preocupa es Magnus, el también hijo de Ragnar. De ahí su insistencia a Ethelwulfo al que le va a costar más de un esfuerzo llegar hasta la cima de la torre.
Y es que, mientras Kwenthrith, que tampoco es la típica damisela en apuros (punto a favor de la serie), pelea con uñas y dientes por sobrevivir, el heredero al trono de Wessex se abre camino como puede entre hombres y peldaños, de una manera algo tosca y muy natural, brillantemente real, que carga a la escena de verdadera tensión, acompasada al grito de “matad a la reina”.
La iluminación de Judith
Mientras tanto, ajena a las batallas de Ethelwulfo, Judith libra sus propios conflictos internos. Para ella la libertad significa algo más que no tener cadenas. Pero ella las tiene, invisible y, como bien señala Ecbert, de oro, pero las tiene. La mujer del príncipe, amante del rey, no desea seguir manteniendo relaciones con el monarca de Wessex. Ella lo que quiere, si es verdad que puede ser libre, es pintar las sagradas escrituras, como ya hiciera Athlestan, un oficio reservado solo para hombres.
Para ello, llegará a palacio el padre Prudentius de Troyes. No obstante, es probable que el creciente interés del líder británico de cumplir los deseos de su protegida responda más a un instinto de conquista que a su capacidad por tener un buen gesto. Si algo sabemos de Ecbert es que es todo un adulador. Sin embargo, permanece extrañamente agazapado mientras las cosas empiezan a girar a su alrededor.
Es probable que él se reserve para otras batallas. Veremos por donde salta todo, cuando su hijo descubra la oscura relación que ha mantenido con su ya de por sí adúltera esposa y dónde queda la libertad de Judith entonces.
La defensa de París
Por su parte, en pleno derecho de esta, Rollo ha elegido bando y ha elegido lo que le deje a él en mejor lugar. El ahora también duque, después de exterminar a todos sus compañeros vikingos, no ha tardado mucho en empezar a preparar la defensa de París. Ya sabéis, dos fuertes a cada lado del río, una cadena y más barcos para acudir a su encuentro. De ello subyace una suculenta promesa: el enfrentamiento entre los Lothbrok será directo y sin contemplaciones.
No obstante, mientras Rollo continúa su periplo en tierras francesas –adaptación, aprendizaje del idioma y cambio de imagen incluido–, otras intrigas comienzan a fraguarse entre las cortes parisinas. Más le valdría al conde Odo, que ya celebra la creciente implicación del vikingo y el horror de la princesa Gisla de su reciente matrimonio, guardarse un poco las espaldas con su querida amante Therese. ¿Quién es el misterioso caballero con el que conspira? Supongo que no tardaremos en averiguarlo.
Como siempre, os dejo el tráiler del próximo capítulo. La tortura de Floki acaba de empezar, aunque yo tengo mi particular teoría al respecto. Si acierto o no, os lo cuento en la próxima review.
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