Viaje a las entrañas de 'El Conquistador', la aventura televisiva más extrema que llega a TVE

Julian Iantzi y Raquel Sánchez Silva graban 'El Conquistador'

Marcos Méndez

Un día RTVE te ofrece vivir desde dentro la aventura incomparable de El Conquistador, su gran apuesta para la próxima temporada que llegará en septiembre, y en un principio tú apenas dudas: viaje a la República Dominicana para conocer cómo se hace “el programa de aventura extrema más real de la televisión”, como te lo venden la cadena y la productora Hostoil (The Mediapro Studio), y luego poder contarlo.

Cuando ves el planning del viaje ya te haces a la idea de que será intenso y duro, y tras más de 12 horas de trayecto entre el avión Madrid-Santo Domingo y el posterior autobús entre el aeropuerto y el sur de la península de Samaná, te planteas si has hecho bien. Ahí todavía no tienes claro que dos días después sabrás cuánto mereció la pena, ni que vas a acabar diciéndole a Amparo Castellano, la directora de no-ficción de The Mediapro Studio, si en la fase de casting no les resultaría atractivo apostar por el perfil de un periodista que fue a ver el rodaje de El Conquis y decidió cambiar su vida y presentarse al formato.

Como la propuesta generó risas, mejor digamos que se dijo de broma. Pero es un buen ejemplo de cómo “engancha” poder vivir este programa que en Euskadi, tras 19 temporadas en la autonómica vasca ETB, ya es “un fenómeno incluso social” como nos dice Patxi Alonso, director general de Hostoil, creador y productor ejecutivo del formato. Del éxito de audiencias de El Conquistador ya hemos hablado en verTele, con medias superiores al 20% durante dos décadas que le convierten en el Presidente de honor del selecto “club del 20%” que manda en la televisión española. Por ese bagaje, su salto a TVE es un reto más que un riesgo. Porque tras vivirlo con ellos desde dentro, podemos atestiguar que la cadena pública nacional ha ido sobre seguro.

El Conquistador lo hacen nada menos que 250 personas, un enorme equipo que durante seis semanas lo da todo por la producción al mismo nivel o incluso más que los concursantes. Un equipo que además es un 'dream team', porque como nos explica Patxi Alonso han ido “fichando” a los profesionales que mejor funcionan en las ediciones realizadas en distintas partes del mundo. Nos reconocen que todos son cañeros y les gusta la experiencia y la aventura, porque también ellos viven junto a los equipos y por lo tanto disfrutan (o padecen) sus condiciones. Predominan los argentinos, porque empezaron en Patagonia en 2005 y hay equipo desde entonces (buena prueba de hasta qué punto están consolidados y unidos), pero hay incorporaciones de su etapa en Colombia y en la misma República Dominicana, donde se asientan desde 2020 para ETB y ahora para TVE. Y por supuesto, el empuje de españoles y vascos.

El éxito incontestable en Euskadi durante 19 años se ha convertido ahora en un enorme banco de datos para la nacional: TVE tendrá lo mejor, las mejores pruebas de la historia del formato, la experiencia acumulada sobre cómo hacer el programa, presentarlo y llevar a los concursantes; y el conocimiento para exprimir sus mayores recursos. Suena todo idílico y perfecto, ¿verdad? Eso es porque aún no hemos hablado de la dureza de su experiencia.

Que no, que no es un 'Supervivientes', es todo real

“Para participar aquí tienes que estar un poco loco” fue uno de los comentarios más repetidos entre los periodistas mientras veíamos las pruebas y visitábamos las localizaciones de El Conquistador. Y lo decíamos como el mayor de los piropos, en realidad, y cierta envidia por la valentía y la capacidad de poder someterse a sus condiciones. El formato comienza con sus concursantes divididos en tres equipos: el rojo (con hombres bien preparados físicamente), el verde (con mujeres bien preparadas físicamente) y el azul (una mezcla no sólo de sexos, sino también de capacidades físicas y con otras aptitudes). “Se gana por el cerebro, no por la fuerza”, incide Amparo Castellano. Cada equipo tiene un capitán: Cesc Escolá (rojo), Joana Pastrana (verde), y Patxi Salinas (azul). En la segunda fase del concurso, los participantes que siguen se unifican y desaparecen los capitanes, iniciándose la competición individual. Pero no vayamos tan rápido.

¿Por qué esta gente casi se mata por ganar las pruebas? Sencillo: el equipo que gana va al Campamento Rico, que como pudimos comprobar está situado en una playa idílica y con comodidades como colchones, mosquiteras, comida y fuego. El equipo que queda segundo va al Campamento Pobre, sin tantas comodidades pero en el que aún se puede vivir. Y el equipo que pierde es el que se replantea hasta su vida, porque le toca el Campamento Infierno. El que escribe esto sabe que todo lo que diga será poco para comprenderlo, porque cuando a nosotros nos explicaban cómo era no hacíamos caso hasta que lo vimos con nuestros propios ojos. Un enclave en plena selva tropical con prácticamente el 100% de humedad, en el que no se te seca ni el barro del camino para ir, cuyo suelo sólo son raíces y barro, infestado de mosquitos, y con ratas rubias que parecen gatos (pero gatos grandes) que hasta se pasaron a saludar a los periodistas.

Sólo hubo más gritos cuando nosotros mismos realizamos el camino para llegar al Campamento Infierno. Que El Conquistador no es como Supervivientes lo atestigua el amigo Isra, de 20 Minutos, tras haber visitado hace años el lugar de rodaje del reality, pero sobre todo después de en este viaje haber tenido que ayudar a tres compañeros a salir del fango en el que se hundieron casi hasta la cintura. Momentos en los que uno se siente afortunado de “sólo” haberse hundido hasta la rodilla. Y también lo atestigua Raquel Sánchez Silva, la nueva presentadora de El Conquis en TVE que se suma al experimentado Julian Iantzi, y desde su experiencia en Supervivientes como presentadora deja claro que no hay comparación posible con un reality: “No tiene nada que ver, ni se parecen”.

Sí, es verdad que El Conquistador es “el programa de aventura extrema más real de la televisión”. No siempre es así en la pequeña pantalla, pero esta vez lo que se vende es real. Y justo esa misma palabra, “real”, es la más usada por Joxan Goñi, creador del formato y director del programa, para referirse a lo que quieren mostrar: la pura realidad. Lo malo para los concursantes y para el equipo que los acompaña es que todo es real, hasta el punto de que sólo les facilitan agua y crema solar. Ni tan siquiera comida. “El récord está en nueve días sin comer”, dice sonriendo Julian Iantzi, el alma máter ante las cámaras del formato que se mantiene de ETB a TVE. Lo bueno para los espectadores es que no hay cortes: todo se graba a la primera en cada prueba, y todo se enseña según haya pasado.

Las pruebas que agotarían a Superman

El santo y seña de El Conquistador son sus pruebas, de las que además presumen porque han sido ideadas y “paridas” por el equipo que tienen para pensarlas y diseñarlas. Las pruebas de El Conquis son sólo y exclusivamente de El Conquis, y los espectadores vascos podrán confirmarlo mejor, pero los que fuimos allí nos atrevemos a asegurar que no hay ninguna fácil. “Son intensas, largas, y de mucho desgaste. No hay descanso”, reconoce desde su experiencia Iantzi. Se hacen dos eventos al día, siempre una prueba, y luego varía entre asamblea o duelo.

El ritmo es muy alto, pero Patxi Alonso nos explica que los participantes lo agradecen para así no tener mucho tiempo de darle vueltas a la cabeza, sobre todo si están en el Campamento Infierno. A ese desgaste se suma precisamente el de los campamentos, donde el Sol, el calor, la falta de comida o los mosquitos contribuyen al agotamiento. “¡Y nosotros si pudiéramos sólo dejábamos mosquitos en el Campamento Infierno!”, bromea Patxi Alonso. De verdad que esta gente lleva lo “real” a otro nivel, pero van de cara y los que participen en El Conquistador saben a lo que van, no se admiten luego llantos. Aunque se comprende por qué se dejan la vida por ganar las pruebas.

Los periodistas pudimos presenciar la dureza de los juegos, a incluso testarla con una versión más “para visitantes”, en la que resulta hasta divertido ser voluntario para meterte en una bola de metal y rodar como si fueses un hámster, y para algunos locos dejar que les caigan encima 70 tarántulas. Nos quedamos con las ganas de saltar al agua desde 15 metros de altura, pero esa misma prueba nos permitió disfrutar de Eric López (ganador de Ninja Warrior 2) y conocer su labor como tester: probar varias veces cada una de las pruebas para aconsejar a los concursantes y garantizar su seguridad. Tras verle en acción, que se preparen sus “rivales” en las próximas oposiciones a bombero.

Una “orquesta bien afinada” que no deja ni huella

Cambiando el foco para ponernos en la piel de los que lo hacen posible, queda claro que no es una producción sencilla. El esfuerzo a nivel técnico es enorme, y como los concursantes también se enfrentan al calor, al Sol, a la lluvia, a los mosquitos, a las tarántulas, al fango... El Conquistador es una enorme “orquesta bien afinada”, como la define Amparo Castellano, en la que sus 250 profesionales interpretan sin descanso una partitura perfeccionada ya tras 19 años en ETB y en la que destacan el montar y desmontar continuo de sus pruebas y los cientos de viajes en barcas motoras para ir de una ubicación a otra. También en esto tenemos una versión más “adaptada” y cómoda, porque como bromeamos tampoco daría buena imagen que TVE se cargase a algún periodista durante su visita al rodaje, pero Patxi Alonso bromea con cómo rozan con la cabeza el techo de tela de la barca cuando van solos.

Imaginemos estar en la Asamblea, en un pequeño islote adaptado por el programa y en el que han construido hasta un pequeño embarcadero en el que llegan todas las cámaras, material técnico y personal; y luego trasladar todo eso a Playa Juegos para por ejemplo destinar 10-13 cámaras a cada prueba, al mismo nivel que un partido de fútbol de Primera División. Y todo en lanchas, y todo por agua. Una verdadera locura, también técnica, que se acrecienta por el compromiso medioambiental de El Conquistador.

El Parque Natural de los Haitises es un entorno protegido, y el equipo tiene claro que pueden grabar por esa determinación, como explica Castellano: “Somos absolutamente ecológicos, por eso podemos grabar. Usamos todo maderas, cuerdas, no perforamos piedras... Los forestales vienen mucho a visitarnos. Normalmente dejamos el pisito mejor de lo que lo hemos encontrado”. Patxi Alonso va más allá, al asegurar que “cuando acaba se desmonta todo y se deja más limpio que como estaba”, y la jefa de producción Beronike López nos cuenta el porqué: “El trabajo previo es sacar toneladas de basura. Hemos llegado a quitar un barco, desmantelarlo, reutilizar su madera, y así limpiar el mar”. No es sólo que no dejen huella de su paso por la isla, sino que incluso contribuyen a recuperarla, como nos desvela Joxan Goñi al recordar que este año tuvieron que reacondicionar el acceso al Bosque Húmedo, otra de las localizaciones, porque un huracán entró desde el mar justo por esa vía y lo tumbó todo.

El fenómeno vasco aspira desde septiembre a convertirse en un fenómeno para toda España. El Conquistador, “el programa de aventura extrema más real de la televisión”, da lo que promete, y permite comprender por qué hay turistas vascos que alquilan lanchas de los lugareños y se lanzan a intentar ver las localizaciones y las pruebas, ocasionando incluso algún problema en la producción, o por qué a Julian Iantzi hay familias que le han dicho que es el momento favorito de la semana para sus abuelos, cuando toda la familia se reúne ante el televisor para luchar en sus pruebas. Ojalá el espíritu aventurero de Euskadi posea también a toda España, porque El Conquistador de TVE lo merece.

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