Con secuelas para toda la vida

Javier, víctima del cura Ramos Gordón, en Salvados: “Le daba igual verte llorar, no paraba hasta llegar al orgasmo”

Javier, víctima del cura Ramos Gordón, en Salvados: "Le daba igual verte llorar, no paraba hasta llegar al orgasmo"

Salvados ha centrado su nueva entrega en el primer caso de pederastia en España reabierto por el Vaticano.

Jordi Évole y el equipo del programa de laSexta se desplazaron a las provincias de Zamora y León para hablar con víctimas y vecinos de Tábara, el pueblo del que José Manuel Ramos Gordón fue párroco durante más de 25 años.

Aunque gran parte de la narración fue la de Javier, el joven que denunció al Papa los abusos que sufrió su hermano y él por parte del mencionado cura durante su estancia en el el Seminario Menor de la Bañeza, en León, a finales de los ochenta.

Javier: “No he vivido algo tan traumático como lo que viví ese primer día”

Javier, sin mostrar el rostro, y sentado frente a Jordi Évole empezó relatar el calvario que vivió con tan solo 14 años: “En octavo, el tutor de séptimo, José Manuel Ramos Gordón, por las noches hacía cosas muy feas y horribles. No se me olvidarán nunca”.

Y continuó con voz entrecortada: “Un compañero y mi hermano ya me habían dicho que José Manuel hacía esas cosas feas. Pero a mí se hacía muy difícil creer que un sacerdote hacía eso. Al tercer o cuarto día de que me lo dijeran vino a mí. No he vivido algo tan traumático como lo que viví ese primer día”.

“Yo me desperté porque me estaban tocando”, Javier tomaba aire y siguió explicando, “te quedas inmóvil, intentando asimilarlo, era sacerdote y te provocaba miedo. Pánico sentías. No piensas ni en reaccionar, ni en gritar, te quedas bloqueado. Me acariciaba, me masturbaba y cuando se cansó se fue. No sé cuánto duró”.

Évole le preguntó por el siguiente día, por si se cruzó con él, a lo que el entrevistado respondía: “Sí, claro, pero no le miré a la cara. Él volvió, claro. Muchas veces volvió”.

Javier: “Cuando él consideraba oportuno, eyaculaba encima de ti”

El entrevistado, entonces detalló las numerosas otras veces que el cura volvió a abusar de él: “Él hacía su ronda por el dormitorio antes de atacar. Intentabas mantenerte despierto para no dormir. Y él se arrodillaba y empezaba a tocarte. También se tocaba a él mismo. Nunca me habló, solo hacía. Luego, si cogía confianza iba más allá. Y si te ponías bocabajo para que no te tocara, él te tocaba por detrás. Llevaba cremas o algo, no sé lo que era. Era frío. Te tocaba las nalgas, te acariciaba. Y se iba acercando al ano. Introducía su dedo”.

También explicó lo que le pasaba por la cabeza siendo un niño: “Yo pensaba que tenía que vivir eso, y pasar por ello, porque no te planteabas gritar, ni hacer nada. Apretabas tu cara contra la almohada y llorabas, y él sabía que llorabas. Pero él seguía, no tenía ningún problema. Cuando él consideraba oportuno, eyaculaba encima de ti. Se incorporaba y eyaculaba. Te caía todo encima. Estaba unos segundos más. Temblabas de miedo, de asco, y cogía y se marchaba. A veces se iba del dormitorio y a veces se iba con mi hermano, o al revés”.

Su hermano también fue otra víctima de Ramos Gordón: “Mi hermano se encerraba en el baño. Yo iba, le tocaba la puerta y me abría. Él sabía que era yo. Estábamos, además de muertos de miedo, muertos de frío. Y yo le decía de volver a la cama y él me decía que no, que se quedaba a dormir en el baño. Y eso continuó todo el curso”.

Évole lo definía como “infiernos de noches”, y el entrevistado lo confirmaba: “Sí, era el infierno sí. Era el infierno las noches que venía y las que no venía. Porque lo estabas esperando. Lo que me sorprende es que un ser humano vea que estás llorando y pasándolo fatal y que no pare. Él hasta que no llegaba al orgasmo no paraba. Hacía lo que quería”.

Las secuelas en las calificaciones y en sus relaciones adultas

Preguntado por las consecuencias en el colegio, Javier explicaba lo siguiente: “Nuestro rendimiento escolar fue devastador. Teníamos insuficiente en todas las asignaturas excepto en la de José Manuel que teníamos excelente. Nunca nos dijeron nada los profesores. Pero mi hermano y yo estábamos idos, como autómatas en las clases”.

También en su vida posterior tuvo secuelas: “Una novia me dijo que lo dejábamos porque yo era incapaz de tener relaciones con ella. Porque no podía. Después conocí a mi mujer que fue más comprensiva y paciente. Le conté lo que me ocurrió y no salió corriendo. Supo aceptar las secuelas”.

La reapertura del caso en 2014

Desde los 90 hasta 2014, Javier estuvo callado. Pero ese año, tras ver casos en las noticias decidió enviar una carta al Vaticano explicando lo que sufrió: “Escribí al Papa diciéndole que ya solo confío en ellos y, aunque mi caso había prescrito legalmente y canónicamente, el Papa dice que se reabra”.

Pero, al ser “llamado al obispado” le comunicaron que “ya se había hecho todo el procedimiento. Ya habían ido a declarar, y hasta Ramos Gordón reconoció los hechos” pero aún así no se hizo justicia. Por lo que todo había seguido su curso pero sin escuchar ni su declaración.

El propio Javier leyó la sentencia que se le impuso a Ramos Gordón: “Está sinceramente arrepentido y humildemente pide perdón por su conducta moralmente inaceptable y gravemente dañina para él y para la iglesia. Y la sentencia consiste en privación del oficio de párroco en un periodo no inferior a un año, realizará ejercicios espirituales de mes y desarrollará labores existenciales en favor de sacerdotes”.

Tras esas palabras, la víctima espetó: “La sentencia para mí es una burla”. Además, explicó que tu hermano “murió atropellado, a los 36 años, sin haber superado eso”. Razón por la que indica que sigue luchando: “Por eso no voy a parar, aunque me cueste y me duela. Las víctimas no les importan nada a la iglesia, les importa la institución. Cuanto más callados estemos, mejor. Por eso no me callo”.

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