Opinión

¡Ponga un rótulo en su programa de televisión!

“Anónimos” se presentaba como uno de los formatos más innovadores de la Sexta. La idea es original, cuenta con un presentador popular, famosos de primera línea y está bien realizado y promocionado. Sin embargo, el programa no ha obtenido hasta ahora la audiencia esperada. En sus tres entregas hasta la fecha, el espacio que produce Globomedia se ha movido en torno a un 1.8%, un dato ligeramente inferior a la media de la cadena. ¿Qué falla en “Anónimos”?

Seguramente haya varias razones por las que el programa no ha enganchado como se esperaba –caracterización demasiado exagerada para ser creíble, falta de ritmo, etc…- pero hoy vamos a centrarnos únicamente en un error que los responsables de “Anónimos” han cometido sistemáticamente en las tres primeras entregas, y que puede parecer una nimiedad que no merece un artículo, sino fuera porque incurre en un fallo en el que caen con frecuencia muchos otros programas de televisión.

“Anónimos” somete a los famosos a una caracterización extrema hasta hacerlos irreconocibles con la finalidad de que gasten bromas a pie de calle. Pero precisamente porque los famosos están transformados hasta la exageración, si un espectador sintoniza el programa no tiene por qué darse cuenta de qué personaje se trata. Precisamente éste es, en principio, el gancho central del programa y lo que lo diferencia de cualquier otro espacio de cámara oculta convencional. ¡Ayudemos al espectador, señores de La Sexta! No se lo pongamos difícil. Primera ley: en televisión las cosas tienen que ser fáciles para conseguir buenas audiencias, aunque sean programas con pretensiones.

Pues bien, no sabemos si está hecho a propósito o por simple descuido, pero llama la atención cuando uno ve “Anónimos” que ni uno solo de los gags lleva sobreimpreso un rótulo explicativo con lo que está sucediendo y el nombre del famoso que se esconde detrás de la máscara y toneladas de maquillaje.

Los responsables de “Anónimos” pensarán que basta con la introducción de Ángel LLácer, o simplemente, que “una imagen vale más que mil palabras”. Pero se equivocan. Los espectadores mejor informados, que ya conocemos el formato de antemano, sabemos de qué famoso se trata, pero imagínense por un momento a la típica señora de 60 años que no lee la prensa y cae en laSexta por casualidad, aprovechando una pausa de “Los Serrano”, y se encuentra con un gag en el que aparecen un montón de actores desconocidos para ella y que le cuesta entender o que, simplemente, no entiende absolutamente nada… Ese espectador, tan digno como los demás, no tiene porqué saber que, en realidad, es un famoso el que está gastando la broma, ni mucho menos, de qué personaje se trata en cuestión.

En los cuatro o cinco minutos que dura el sketch no hay ni un solo rótulo en la pantalla que lo indique, por lo que lo más seguro es que esta buena señora piense que está frente a un programa más de cámara oculta, de los muchos que hay en televisión. Le ocurrirá lo que suele suceder en muchos programas de este género: que no sabrá de qué va la broma, dónde están, quién es la víctima o quién es el gancho.... Si a esto se le suma la baja calidad de imagen propia de la cámara oculta… apaga y vámonos. Lo más seguro es que cambie de canal y vuelva a “Los Serrano” o “El peliculón”.

Los gags de “Anónimos” piden a gritos los obligados rótulos en la parte inferior de la pantalla del tipo “Sofía Mazagatos se hace pasar por un reportero italiano en un desfile de moda”, “¡El taxista es Chenoa pero sus clientes no lo saben!”, “Enrique San Francisco está a punto de descubrir que este hombre tan molesto es su amigo Pepe Sancho” o “Tras el impertinente reportero de CQC se esconde Alfredo Urdaci”. Pero nada de eso. La broma transcurre sin que el espectador sea informado o guiado, dando por hecho de éste ya conoce de qué va la cosa.

En los tiempos que corren, cuando los espectadores hacemos cada vez más zapping y con mayor impaciencia, nunca sobra un buen rótulo. Los programas han de estar preparados siempre para atrapar a ese espectador furtivo que acaba de incorporarse a tu canal. No sólo sirve el rótulo para informarle de lo que está viendo, sino también para crearle la ansiedad por quedarse a verlo. Y no está laSexta, precisamente, como para andar perdiendo espectadores.

En definitiva, “Anónimos” está ignorando una máxima de la televisión actual: ¡Todo grafismo es poco! Nunca sobra un subtítulo en un reportaje, incluso cuando la imagen ya lo dice todo. Si no, que se lo pregunten a los de “Aquí hay tomate” y la sofisticada escuela que han creado de titulares, mensajes y avisos sugerentes en pantalla para dárselo todo muy mascado a un espectador que, nos guste o no, cada vez es más vago.

Como decíamos, “Anónimos” no es el único espacio que incurre en este error. En las últimas semanas hemos visto cómo transcurrían minutos y minutos de entrevista a José Antonio Ortega Lara en Telemadrid sin que apareciese un rótulo advirtiendo que se trataba de la primera aparición en exclusiva del famoso funcionario de prisiones secuestrado por ETA. Otro ejemplo de tantos es el reality de Antena 3 “Unan1mous”, en el que personajes desconocidos hablan y hablan en torno a una mesa sin que un rótulo nos explique las claves y la trascendencia de su conversación.

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