Salvados muestra cómo afecta la “post-post-crisis” a la gente de la calle: “La hemos normalizado tanto que ni hablamos de que se ha normalizado”
Salvados ha celebrado su décimo aniversario homenajeando a su público y contando sus historias. Tras diez años mostrando famosos relatos a la audiencias, en la entrega de hoy ha girado la cámara para poner rostro y dar voz a esa misma audiencia.
“Es un programa muy especial, que no tiene nada y lo tiene todo. No tiene casting, no tiene producción... pero tiene historias de la gente y de la calle”, decían desde sus redes sociales.
Y así fue. Con historias emotivas, desesperantes, tristes y sorprendentes, la entrega reflejó el estado de una sociedad que aún está pagando la crisis.
Viuda de 50 años con cáncer y 420 euros de pensión: “No me dan trabajo en ningún sitio”
Jordi Évole se adentró en un mercado y al acercarse a un puesto de carne una mujer se le acercó para contarle que no se podía permitir comprar carne: “Me quedé viuda hace dos años. Cobro 420 euros de pensión. Estoy enferma de cáncer, no me dan trabajo en ningún sitio y el Señor Rajoy me ha subido un euro la pensión”.
Además, tiene “un hijo de 23 años estudiando y se lo pagan mis padres” una situación que le indignaba: “Yo no tengo por qué vivir de la pensión de mis padres, mi marido trabajó 30 años para que a mí no me faltara de nada”.
Y se preguntaba dónde iban las ayudas sociales: “Cuando voy a pedirla me dicen que tengo patrimonio con un piso pagado. Pago la luz, el agua la comunidad y ya está. Me sobran 36 euros”. Y aseguraba que estaba deseando “trabajar, que tengo 50 años, que tengo ganas de pelear, de protestar”.
Dos ecuatorianos: “Venir a España es como haberme tocado la lotería”
En el mismo mercado, el presentador se acercó a los propietarios de una frutería: “Hemos comprado la franquicia con la liquidación que me dieron cuando me echaron”.
Preguntados por los ahorros, ellos explicaron que no tenían pero que los jefes anteriores de ella le dejaron 20 mil euros: “Encontré trabajo cuidando a una pareja de personas mayores. Estuve siete meses y era una más de la casa para ellos. No querían que les llamara señores y ellos me dejaron el dinero para que pudiera hacer mi negocio”.
La mujer, emocionada, explicaba que se lo dejaron “sin intereses, me alargaron el horario para ganar más y que se lo pudiera devolver. La gente que he conocido aquí me ha dado mucho. Es como si me hubiera tocado la lotería. No es mucho pero pensando en cuando llegamos con una mano detrás y otra delante, no podemos pedir más: salud”.
Los “lujos” de los estudiantes: “En ocasiones especiales me permito ir a un kebab”
Sentado en el metro, Évole empezó a hablar con un estudiantes de 25 años: “Me sé todas las ofertas de todos sitios. Por necesidad. Creo que es normal, que lo hacemos todos, vamos mirando hasta el último céntimo”.
Para ejemplificar los “lujos” que se permitía, explicó lo siguiente: “Cuando hay alguna ocasión especial, me permito ir a un kebab. Sé que es una mierda de lujo pero peor sería no poder estudiar o no poder comer”.
El estudiante reflexionaba sobre el estado actual de la crisis: “ A mis padres no les sobra el dinero, vamos justos para comer y pagar la carrera. Han tenido que pedir dinero a mi abuela. Ahora tengo una presión de la hostia pero lo veo normal. A eso hemos llegado, a que nos hemos acostumbrado a la crisis. Estamos en la post-post-crisis, ya ni nos sorprendemos de acostumbrarnos a la crisis”.
Y hablaba sobre el futuro que le espera: “Creo que mi vida va a ser una mierda, la verdad. Por mucho que lo intente voy a acabar en un tipo de trabajo que realmente no será lo que quiero hacer. Hasta que me canse y me quede en algo mediocre a mi gusto”.
Parada durante dos años: “Como poquito porque el dinero que tengo es para pagar”
Por la calle, el presentador se encontró con una mujer que llevaba casi dos años en paro. “Hoy tengo una entrevista de trabajo pero no es habitual tener. Creo que ofrecen 20 horas semanales por 6,50 la hora/brutos”. Tras el gesto de sorpresa de Évole, la mujer le respondía: “Es lo que hay”.
“Cobro 500 que me da para pagar la hipoteca de casi 300 euros. Consigo vivir con una dieta muy rigurosa, como poquito. El dinero que tengo es para pagar: teléfono, internet, agua, gas, la calefacción eléctrica no la utilizo”.
Aseguraba que “la crisis ha desaparecido para los que están arriba, pero para la gente de barrio la crisis está más vibrante que nunca. Yo no quiero cobrar el paro, quiero salir todos los días a trabajar, ganar el sueldo y sentirme bien”.
Una emigrante que volvió: “Pagando lo mismo que en España, en EEUU aún te queda dinero”
Évole también entrevistó a la camarera de uno de los bares que visitó: “Me fui a la aventura a Estados Unidos y curraba en un restaurante. Me fue estupendamente. Pagando lo que pago aquí vivía muy bien”.
Preguntada por la razón de su vuelta a España: “Echaba muchísimo de menos a la familia y volví, super ilusionada. Llegué aquí y me encontré con lo que me encontré. Empecé de cero, con trabajos muy cutres, temporales, mal pagados y tarde, contratos de baja categoría. Si no fuese por la familia, me iba”.
Estudiantes sevillanas, sobre el acoso y la responsabilidad prematura
El programa también se sentó junto a dos estudiantes sevillanas que explicaban las situaciones de acoso que ya habían normalizado: “No aceptamos la invitación de un chico a una copa porque con eso ya piensa que quieres un lío”.
“Hasta en una procesión me tocaron el culo y pensé, '¿en serio, que ni esto se respeta?'”, decía una entre risas.
Una de ellas, también explicó que su padre “murió de cáncer con 45 años. Era bombero, sano, deportista... A mi edad, tuve que responsabilizarme, firmar consentimientos médicos, decidir transplantes de médula”.
Las “luchas” de unos padres con los hijos adolescentes y las nuevas tecnologías
Acercándose a un entrenamiento, se econtró con padres de una de las jóvenes futbolistas que relataron sus dificultades de comunicación con los adolescentes: “Tenemos problemas con los aparatos electrónicos porque prefieren quedarse en casa que salir. Están en su habitación y hablan por whatsapp con los amigos, pierden el contacto”.
Explicaron que lo intentan “combatir diariamente y surge el choque. Es una manera de perder la relación con ellos, se aíslan. A mí me da rabia”.
Otra de las parejas que estaba viendo a sus hijos, explicó las dificultades de la mujer por conciliar trabajo y vida profesional: “Trabajo en el puerto, en logística, y me he encontrado con desigualdades salariales. Incluso haciendo más que ellos, porque tienes que dar más. Tengo que demostrar más porque voy a ser madre”.
En cuanto a las palabras de Rajoy sobre la brecha salarial: “¿Y Soraya no le dice nada?, ¿ella no es mujer?, ¿no se sintió mal nunca?”. Concluyendo lo siguiente: “Tuve hijos para criarlos yo, sabiendo que podía perder mi trabajo. Lo primero son ellos, pero laboralmente te hacen dudarlo”.
Una mujer amante de la lectura: “Me revuelve las tripas no haber podido estudiar”
También en la calle, se encontró a una mujer sacando al perro que le transmitió su desesperación por trabajar: “He estado trabajando 23 años, con tan mala suerte de que sólo he cotizado tres y ya no me queda nada.Mi marido depende de mí. Me dieron el finiquito y a la calle. Estoy desesperada, soy muy activa”.
Narró que le “encanta leer, compro los libros de segunda mano o en la biblioteca. No he podido estudiar porque soy la mayor de siete hermanos. Mi madre se fue a trabajar y me dejó con mis hermanos al cargo, con 11 años. Me revuelven las tripas no haber podido estudiar”.
Añadía que le “hubiera gustado estudiar derecho, ser abogada. Me llama la atención porque hay mucha injusticia en el mundo. Pero ahora no tengo ni tiempo ni puedo”.