A tomar vientos
Por su interés reproducimos un artículo de opinión de Federico Marín Bellón que publica hoy ABC: El viernes por la noche los cuatro locos que aún veíamos «Vientos de agua» -medio millón, a efectos contables- nos quedamos estupefactos ante la sucesión de majaderías que podían verse en la pantalla amiga tras el muy comercial reportaje dedicado a las mafias del sexo. «Teleadictos», el horóscopo, programas de coches y hasta algún espacio de teletienda retuvieron ante el televisor a una cantidad insólita de noctámbulos. En el mismo saco cabían televidentes aún no recuperados del programa de «investigación», aficionados a las misceláneas catódicas, dueños de audímetro convenientemente dormidos y unos pocos cientos de miles de ingenuos que, perdida la fe en las parrillas descongeladas tras once días de inútil ley, al menos confiaban en que el periódico del día no les engañaría. La explicación al mutis de los Alterio no se haría esperar, aunque no en el espacio cómico «Camera café», como podría parecer por las excusas esgrimidas, sino en forma de nota oficial. Resulta que «el tipo de público que ha seguido la serie desde su inicio, proclive al coleccionismo, obliga a modificar su sistema de exhibición para protegerla de la piratería». No es la primera vez que me llaman pirata en público (o en privado), por lo que es absurdo discutir la pequeña ofensa. Debo admitir, además, que desde que obligan al personal a ver la serie de Campanella grabada (ni a las dos nos eximían de soportar toneladas de publicidad), yo distribuía entre familiares y amigos copias de cada capítulo, que esperaban como agua de mayo. Espero que esta confesión voluntaria no lleve a los responsables de Telecinco a considerarme persona «non grata» e incluso les animo a que su anunciada edición «inmediata» en DVD incluya todos los mecanismos anticopia inventados por el hombre, pero sepan que no menos de medio millón de personas se han sentido estafadas.