El domingo por la noche en Irak, mientras el mundo entero vivía pendiente de la reunión entre George Bush, Toni Blair y José María Aznar en las Azores, el primer canal de la televisión iraquí mostraba una cara totalmente distinta del conflicto. Sadam Husein, sentado ante una mesa blanca, con fondo blanco, puro en mano, traje gris y corbata, escuchaba a decenas de oficiales que, sentados en butacas verdes, iban subiendo a un estrado -aún por debajo de la altura a la que se encontraba Husein- y proclamaban su lealtad al presidente de Irak. Con su taza blanca de té al lado de un micrófono, el presidente hablaba con el puro en la mano izquierda y gesticulaba con la derecha. Al rato, se cambiaba de mano el puro. Parecía encontrarse en el salón de su casa. Los oficiales tan pronto declamaban su discurso escrito en tono ampuloso como coreaban cánticos de apoyo al líder o prometían lealtad y los mayores sacrificios por él y por la patria. Husein los interrumpía con voz pausada y tranquila para introducir algún comentario supuestamente jocoso, que todos celebraban con risas. A uno que dijo hablar en nombre de él y de su familia lo cortó en seco: “O sea, que hablas en nombre tuyo y de tu familia, je, je. Bien, je, je”. Todos rieron. Y nadie más fumaba. “Él quería dar la impresión de que está todo bajo control. Pero la escena y las palabras de los oficiales y lo que contestaba él se parecían a otras reuniones que ha celebrado las últimas semanas. En realidad, no sabes si repiten el encuentro de la semana pasada o es uno nuevo. Hasta que no llevé un rato viéndolo no supe que era nuevo. Es todo como un escenario”, dice una espectadora que pide preservar el anonimato. “Vamos a entrar en la guerra porque estamos ya preparados para ello”, decían uno tras otro los oficiales. Y Husein reafirmaba sus palabras. “Seremos como nuestros abuelos, que luchaban con sus herramientas de trabajo”, comentaba antes de dar un repaso a Estados Unidos y a su empeño por encontrar armas: “Las armas no son como agujas. Porque los inspectores venían y nosotros cooperamos”, comentaba Husein. Y al rato: “Quién nombra a EE UU como un juez injusto”. Después: “Los periodistas deben revelar la verdad y decir que Irak no tiene armas de destrucción masiva”. “Si quieren esas armas deberían ofrecernos los equipamientos y un plazo de tiempo para que las fabriquemos. Así, a la hora convenida, ellos podrían venir a destruirlas”. El encuentro televisado duró una hora y media. Veinticuatro horas después, la televisión no había informado de la cumbre de Azores, en la que Bush, Aznar y Blair habían declarado que sólo quedaba un día para encontrar una solución diplomática. Mientras redacto esta crónica pretendo seguir los informativos por la televisión con un intérprete, pero ha llegado el dueño del hotel y se la ha llevado “por temor a la bomba electrónica”. En realidad, es por temor al saqueo. “No importa que no se vea la tele. La gente no sigue las noticias por la tele”, comenta un espectador. “Ponemos la radio. Se escuchan las emisoras árabes de Radio Montecarlo, la BBC y La Voz de América. Otros nos conectamos a Internet desde casa, pero ahora he empaquetado el ordenador”, añade. “En el ataque de 1991”, recuerda, “cada vez que mirábamos la tele, la impresión era que todo estaba normal. Ponían películas americanas y las noticias nunca hablaban de la inminencia de la guerra. Por eso mucha gente pensaba que no iba a haber guerra. Mi familia regresó a la capital desde una ciudad a 50 kilómetros de Bagdad, y a las dos de la noche nos encontramos con el bombardeo”. Gracias a las noticias de la radio, muchos bagdadíes han tomado medidas preventivas ante la guerra. En las tiendas, por temor a posibles saqueos, se han retirado los bienes más valiosos. En algunos hoteles, los sillones y mesas han desaparecido del vestíbulo, la parte más accesible en caso de saqueo, y se han metido en pasillos y habitaciones. “El precio de la patata, la harina y los huevos y las bolsas de agua congelada ha subido en cuestión de horas”, comentaba una funcionaria de Bagdad. Sin embargo, nada de eso aparecía en los medios. La primera noticia ayer en los informativos de la tarde se refería a la visita del ministro de Asuntos Exteriores de Túnez, quien ha declarado que Irak está preparado para hacer frente al enemigo. En el periódico Al Yumhuria de ayer, tampoco se informaba de la cumbre de Azores celebrada el día anterior. Artículo publicado en El País, Francisco Peregil, 18/03/03