Un presentador de televisión ¿nace o se hace?
Aunque parezca una pregunta con respuesta fácil no lo es. Si pensamos que un presentador es alguien que tiene una capacidad innata para comunicar, que desde que nació ya dominaba a las masas con sus palabras o gestos; que ya desde niño era el líder de la guardería, no hubiesen existido más de 5 o 6 presentadores en toda la historia de la televisión. Si por el contrario creemos que la formación para preparar presentadores es la responsable de la proliferación de rostros que aparecen y desaparecen constantemente de la pantalla, también nos equivocaríamos. En realidad ni siquiera creo que sea la mezcla de las dos cosas. ¿Alguien piensa que Javier Sardá creía, con 20 años, que había nacido para comunicar? ¿Qué para Sardá mirar una cámara y contarle cosas con la naturalidad con que lo hace ahora, era tan fácil antes?. O se puede imaginar usted que Angels Barceló salió de su casa un día y, sin ninguna preparación previa, se sentó delante de la cámara y nos empezó a contar noticias? La verdad es que es muy difícil estar ahí, como tantas veces ellos recuerdan, pero mucho más difícil que estar ahí, simplemente, lo es estar delante de la cámara transmitiendo credibilidad. ¿Cómo se consigue esa credibilidad? Sólo cuando uno descubre quién es y que puede hacer con todo lo que es, se puede jugar la carta de la credibilidad a fondo.
Se consigue ser creíble cuando uno tiene la profunda convicción de que para contar algo y transmitir la sensación de “verdad” hay que creérselo primero personalmente e íntimamente. Cuando se producen todas estas circunstancias: capacidad, convicción y preparación, se produce el milagro y aparecen los auténticos comunicadores, los que nos cuentan algo que nos convence, los que nos hacen pensar, los que traspasan pantalla y que tienen la doble virtud: nos interesa escucharlos y “saben” escucharnos a nosotros. El valor añadido de la formación En esta última fase aparece el auténtico valor de la formación, que nos ayudará a reconocer todas las posibilidades que tenemos y nos enseñará a desarrollarlas y a potenciarlas. La decisión de las cadenas para producir un programa de televisión va vinculada, muy a menudo, a la condición de encontrar al presentador o presentadora adecuado. La venta de formatos de las productoras a las cadenas sigue el mismo proceso. Por eso es tan importante la búsqueda y fichaje de un presentador que tenga el perfil adecuado a un programa específico. Por lo general, los elegidos son caras conocidas y testadas porque nadie quiere invertir tiempo y dinero en un rostro desconocido que no conoce las claves necesarias para comunicar en televisión y al que normalmente la propia cadena tendrá que formar. La “notoriedad” es un elemento clave para la selección de presentadores en los tiempos que corren, siempre, claro, que el nivel de seguridad y confianza en un desconocido sea muy alto. De las 15.000 personas que acudieron al cásting de presentadores del canal “Operación Triunfo” sólo 2 fueron elegidos para formarse como presentadoras.
Los directores de programas quieren que los postulantes vengan “formaditos desde casa” y es tan difícil encontrarlos que los programadores y productores acaban confiando en “triunfitos” – Natalia, Álex- o en “grandes hermanos”, que han pasado un proceso de formación imperfecta con su experiencia en estos concursos. Lamentablemente, demasiado a menudo los“ grandes hermanos” de turno, que se creen ya presentadores, no son capaces de mirar más de 30 segundos seguidos a una cámara. Trabajar con cámaras está al alcance de cualquiera. Mirar una cámara y convencer, no. Ser presentador no es una casualidad: es un oficio ¿Cuándo vamos a reconocer que ser presentador es un oficio que no está al alcance de cualquiera como no lo está ser maestro, cantante, actor o abogado? Si todas las profesiones exigen un alto nivel de competencia, de formación, de esfuerzo y de constancia, ¿por que los presentadores, que están en aventuras que mueven centenares de millones de pesetas, no lo hacen?. ¿De quien es la culpa? ¿De ellos, o de los que los contratan sin estar preparados y que permiten que muchos de los que se han hecho famosos sean sólo bustos parlantes sin personalidad? Detrás de Maria Teresa Campos, de Javier Sardá o de Mercedes Milá hay miles de horas de radio, de periodismo, de reflexión, de televisión y, sobre todo, de autoconocimiento. ¿Perduraría tanto tiempo su reinado si apareciesen personas tan preparadas como ellos para renovar los rostros de las cadenas? Es posible, pero todo sería distinto. Porque la competencia les haría “reconocerse” y tendrían que utilizar muchos más recursos de los que ahora utilizan para seguir siendo los mejores... ¡¡¡Qué gran favor les harían!!! Y qué gran favor nos harían a nosotros, los espectadores, que necesitamos también reconocernos en caras nuevas, sinceras, humanas y preparadas . (*) Coaching TV propone cursos para presentadores de televisión Página web de Coaching TV: www.tvcoaching.tv