Un respeto a la Mateo y al “pringao”
Esta hermosa e inteligente señora (qué honor ser tu amigo, Rosa) mantenía una legendaria, correspondida e inmarchitable historia de amor con la cámara desde la primera vez que se conocieron. Posee los atributos del clasicismo. Su mirada desprende hipnosis y es imposible que no prestes atención a su sensual y profunda voz, a sus matices, a su entonación, a una forma inimitable, elegante, creíble y natural de contar las cosas. A pesar de mi escepticismo sobre la existencia de otros mundos, si en la apertura de su informativo se hubiera propuesto convencerme de que los alienígenas estaban invadiendo la Castellana, no habría dudado ni un segundo en salir echando leches de Madrid. Combinaba profesionalidad, arte, poder comunicativo y el magnetismo de las grandes actrices. Algunas de las cosas más trascendentes que han ocurrido en la historia de este país tuvieron la suerte de que ella fuera su veraz y atractiva portavoz. Como Sinatra podría afirmar arrogantemente y con causa: «Yo no vendo voz, vendo estilo». Y el estilo es genuino e intransferible, tiene aroma, envejece de puta madre, no se puede adquirir en ninguna academia. Lo único que me sorprende en una persona que regresa de todas las posibles vueltas es que se escandalice amargamente de la falta de modales, el desprecio, el implacable pragmatismo, la irreverencia, la grosería de los tiburones modernos cuando éstos deciden reajustar su imperio mercantil liquidando a todas las especies, sagradas o humanas, fuertes o débiles, famosas o anónimas, que ya no les interesan, escudados en ese eufemismo tenebroso que legitima tantas barbaries y justifica lo injustificable llamado política de empresa.
Y nadie que sea legal merece que le pateen de frente o por la espalda (aunque conozco a mogollón de villanos con poder que se ganan cotidianamente a pulso que les causen infinito daño físico o psíquico, y siempre a traición, por supuesto, ya que disponen de los mejores guardaespaldas del mercado), independientemente de que lleven 38 años ejerciendo modélicamente su curre o seis temblorosos y expectantes meses sobreviviendo a costa de un contrato basura. Y encuentro muy sensato y muy normal, Rosa, que admitiendo tu merecida condición de privilegiada y el lógico eco que alcanzará tu protesta ante el agravio, recuerdes solidariamente a todos los perdedores que vegetan, tiemblan, han dejado de soñar, no esperan nada de nadie y tienen tenebrosamente claro que durante el resto de su jodida y humillada existencia van a pasar los lunes al sol, los martes a la sombra y los miércoles al claroscuro.
Malos tiempos no ya para la lírica sino para los que no quisieron o no pudieron alcanzar la confortable seguridad del funcionariado.No existe blindaje ni porvenir para los insumisos ni para los débiles. Te exprimirán cuando eres joven y te desecharán antes de que llegues a viejo. Acabaremos añorando las ruinas de antaño. El presente está muy crudo. El futuro, ni nombrarlo.