Opinión

Tabúes televisivos españoles

Un síntoma de la gran debilidad de la democracia en nuestro país es que, 25 años después de ser establecida, continúan habiendo tabús en los medios de información (y persuasión) televisivos, temas sobre los cuales estos medios pasan de puntillas, sin analizarlos críticamente. Entre ellos están la Monarquía, el Ejército y la Iglesia. Permítanme que haga una lista de hechos que en una sociedad democrática habrían sido sujetos a análisis críticos y que no lo han sido.

Referente a la Monarquía, existen los siguientes hechos. Uno, cuatro consejeros económicos de la Casa Real bien conocidos y de los cuales el Monarca ha hecho gala de amistad, Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, José María Ruiz-Mateos y Mario Conde (del cual el Monarca dijo que era su mejor asesor económico), han terminado en la cárcel sin que nadie haya investigado la relación entre estos asesores y el Rey. Dos, el Monarca recibe constantemente regalos (incluyen desde yates y palacios a coches lujosos para su uso personal) de grupos empresariales y de personas que intentan influenciar las intervenciones públicas del Monarca sin que estén reguladas este tipo de transacciones, habiéndose el Rey opuesto a la propuesta del anterior Gobierno socialista de regularlas.

Y TRES, el Monarca ha pedido, en el pasado, fondos a dictadores que gobernaban países árabes --como el Sha de Persia-- para apoyar a partidos conservadores en España --como la UCD de Adolfo Suárez-- e impedir la victoria de las izquierdas, y podríamos continuar con un largo etcétera. Cada una de estas realidades han sido citadas y documentadas en distintas fuentes. Ninguna de ellas, sin embargo, ha sido comentada en los medios televisivos del país, de donde la mayoría de la ciudadanía obtiene su información fundamental sobre la vida política. Tal silencio sería impensable en otras democracias, más completas y más libres que la nuestra. Lo mismo ocurre en cuanto al Ejército, que no ha denunciado a los generales que protagonizaron el golpe militar de 1936, tal como un Ejército de un Estado democrático hubiera hecho. En realidad, se presenta como heredero de aquel Ejército golpista, oponiéndose al homenaje a los militares del Ejército que apoyaron a la República y que fueron asesinados por los sublevados por su lealtad a un Gobierno democráticamente elegido. Es más, las Cortes españolas no establecieron una comisión para averiguar la trama (todavía desconocida) detrás del fallido golpe militar de 1981 en el que participaron elementos importantes del Ejército, que no está constitucionalmente bajo un mando civil sino que su jefe máximo es el Monarca, el cual no ha jurado la Constitución. Tal situación de falta de actitud crítica hacia estos hechos en los medios televisivos es otro indicador de nuestra democracia incompleta.

La otra institución que raramente es sometida a crítica en los medios de información televisivos es la Iglesia católica. Su participación en la brutal represión que tuvo lugar durante e inmediatamente después de la mal llamada guerra civil (que fue en realidad un golpe militar en contra de un Gobierno democráticamente constituido, llevado a cabo por intereses corporativos que representaban un sector minoritario de la población) y su papel central en la reproducción de la dictadura franquista, no han sido analizados en ninguno de los medios televisivos públicos o privados.

LAS CRÍTICAS que se realizan a tal institución, que aparecen sólo en medios de información progresistas, se limitan a cuestionarla por su comportamiento actual cuando intenta imponer sus valores religiosos y morales al resto de la ciudadanía. Pero muy raramente aparecen reportajes radiofónicos o televisivos o denuncias escritas documentando cómo tal institución impuso sus valores a través de una brutal y sangrienta represión, que tuvo especial intensidad contra los maestros que enseñaban los valores democráticos a la juventud española durante la República.

Excepto el excelente documental de los campos fascistas de exterminio en Extremadura por la televisión española, no ha habido ningún otro programa televisivo en España que analizara la enorme brutalidad del franquismo, tanto durante la mal llamada guerra civil, como durante la dictadura, brutalidad que contó con el apoyo activo del Ejército y de la Iglesia. Programas como Els nens perduts del franquisme o Les foses del silenci, galardonados por la televisión europea, no son todavía conocidos por los telespectadores españoles, excepto en Catalunya, en el País Vasco y en Andalucía (a la una de la madrugada).

Pero ni en Catalunya ni en el País Vasco se ha analizado televisivamente el papel de la Iglesia católica en la represión franquista. Hacerlo no sería, como erróneamente lo ha interpretado el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Fernando Sebastián, un revanchismo contra los vencedores de la guerra civil (revancha sería que se pidiera que se les hiciera a ellos lo que ellos hicieron a los vencidos), sino la recuperación de la historia real del país con el consiguiente reforzamiento de la democracia. Contribuiría a ello si la Iglesia pidiera perdón al pueblo español por su apoyo a la dictadura, lo cual dudo que haga, pues no detecto conciencia de error en sus proclamas.

¿Hasta cuándo continuará la existencia de estos tabús, mostrándose lo enormemente incompleta que es nuestra democracia?

Soy consciente de que hay una gran resistencia por parte de las fuerzas progresistas a recuperar la historia real de nuestro país, evitando el enfrentamiento con tales grupos de poder. Pero deberían ser conscientes de que tal resistencia implica la reproducción de una cultura conservadora que está dañando a la democracia española, obstaculizando que se recupere la memoria histórica y con ella se establezca una cultura progresista alternativa.

El mejor indicador de este coste es que, según una encuesta reciente de valores en la Unión Europea, España es uno de los países de la UE-15 donde la Monarquía, el Ejército y la Iglesia están mejor valoradas, mientras que los partidos políticos y los sindicatos están entre los peor considerados.

¿Hasta cuándo las fuerzas progresistas no descubrirán el coste de su silencio?

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