De la telebasura a la política basura
Vaya por delante que el termino telebasura tiene un tufillo despectivo como descripción de un genero televisivo que realmente incluye a los programas de telerrealidad y de corazón. Este desprecio implícito en el nombre es aplicable a: los presentadores que los presentan, las cadenas que los programan, las productoras que los producen y sobre todo a los espectadores que los ven. En fin, a bastante gente si consideramos que más personas ven más de un cuarto de hora de estos programas a lo largo de una semana que votantes tienen el PP o el PSOE. Por lo tanto seamos cautelosos en la aplicación del termino desde los partidos políticos, bien sean de derechas o de izquierdas, porque resulta peligroso tratar peyorativamente a millones de votantes por sus gustos televisivos. Sobre todo cuando el comportamiento y nivel de dialogo intelectual de los políticos no difiere significativamente del de los habitantes de la casa de Gran Hermano o de Hotel Glam. Si Dinio se vanagloria de sus atributos masculinos todo el mundo lo achaca al nivel de chabacanería asociado con él y con la telebasura, cuando lo hace el Presidente del Gobierno lo asociamos con... bueno, en realidad no sé con qué lo asociamos, pero supongo que deberíamos felicitar a Ana Botella. Cuando Coto Matamoros se lanza en una de sus diatribas contra el pobre personaje que le ha tocado despellejar es un claro síntoma de la degradación televisiva. Sin embargo, podría incrementar su vocabulario para los insultos si escucha lo que se ha dicho desde el PSOE e IU en referencia a los dos diputados tránsfugas de la Comunidad de Madrid, sin olvidarnos del grito de “maricón” referido a Llamazares en el congreso.
Esto en cuanto al vocabulario, pero observemos por un instante lo que en los programas de telerrealidad se han descrito como “estrategias” de los concursantes y los “pactos” entre ellos. En resumen las “estrategias” de los participantes consisten básicamente en actuar durante el concurso con una manera de ser que no es la suya, pero que creen que será del agrado del público y los “pactos” se basan en alianzas y amistades casi contra natura para quitar influencia o incluso eliminar a otros concursantes del programa.
En estos casos las similitudes entre la política y la telebasura son tantas y tan obvias que para muestra vale un botón: Ana Botella defensora de la mujer y apoyando al fiscal en el caso Nevenka, el lío que se está montando en un gran numero de Ayuntamientos para ver qué partido se hace con la alcaldía, la apariencia de culta que quiso dar la ex–ministra de cultura que no había visto “Airbag” por ser una película americana y el pacto más famoso de todos entre Aznar, Blair y Bush en las Azores.
Traición y mentira son las dos palabras más utilizadas en los programas de telebasura, en el negociado de corazón, para ser más exactos. Entre otros destacamos las múltiples traiciones a Belén Esteban por todos sus grandes amores y las mentiras en torno a Pajares, o Carmina Ordóñez, que ya se han convertido en clásicos de este género. Casi tan clásicos en el área política son los hilillos del chapapote o la existencia de armas de destrucción masiva en Irak como mentiras o Tamayo y Saenz como traidores. Al lado de estos dos y de los ex–novios de Belén Esteban, Judas sería un pobre aficionado.
Si existen estos paralelismos entre la telebasura y la política también existen dos grandes diferencias entre ellas. En primer lugar podemos eliminar a la telebasura de nuestras vidas apagando el televisor, a los políticos no los podemos desenchufar, ni siquiera cada cuatro años. En segundo lugar las idas y venidas de los personajes de los programas de telebasura no tienen ningún impacto visible sobre nuestra vida cotidiana, a parte de hacernos reír o sonrojarnos, la política-basura también nos hace sonrojar pero por desgracia sí nos afecta directamente.
Supongo que este artículo se debería concluir con una referencia a la paja en el ojo ajeno cuando los políticos hablan de telebasura.