Ussía opina que Sardá es un “comerciante de ventaja del culo, la teta, el lecho, la infamia y la demagogia”
Comienzan a aparecer periodistas arrepentidos. Quieren escapar del fango, de la mugre. Otros muchos se enriquecen revolcándose en el estiércol. Los hay millonarios. Han hecho su fortuna denigrando al ser humano, envileciéndolo. Sardá en Tele 5, principalmente. Me abrasarán insultos y calumnias, pero no me importa. Es Sardá un comerciante de ventaja del culo, la teta, el lecho, la infamia y la demagogia. Juega a político y se cree de izquierdas y «solidario». Pero no toda la culpa es suya. Al menos, Sardá ha sido inteligente y se ha forrado, como Ana Rosa Quintana cuyo programa en Antena 3, que parte de esta casa deploro tanto como el espacio del histérico asido al calzón del mandado de Berlusconi, pero empiezan a desertar los segundos, los usados y tirados licenciados en Ciencias de la Información que no quieren seguir adelante. Han vivido de la bazofia y quieren huir de ella. Todo es el negocio. Si el programa es seguido por millones de tontos y de paletos, el programa sirve. La publicidad se entrega. Las marcas más importantes se someten y financian el vómito. Bilis rosa. Algunos periodistas se sienten obligados a llevar hasta la cloaca lo que sólo es un eructo. Sus directores y productores se lo exigen. Los accionistas se lo demandan. Llegará el día de la derrota de la grima, pero no es mañana. Han convertido a homínidos en héroes, a idiotas en ejemplo, a putitas en paradigmas de la esperanza, a culiesponjados en modelos a seguir, a chulos en bizarros ciudadanos, a vagos redomados en virtuosos. Se cotizan los tangas y las bragas, se compran injurias, se pagan las calumnias, se comercia la estupidez colectiva. Bueno es que haya de todo, pero no tanto, ni tan despreciable, pero no tantísimo ni tan miserable, pero no casi todo y tan repugnante. Tres mil euros el beso contratado. Seis mil euros el polvo convenido. Treinta mil euros el noviazgo. Cien mil euros la boda y la disputa, eso la disputa, como en el viejo cuento. Se ha calculado que con los euros que cobran los chulos, los innecesarios, las putitas, las sementales a sueldo, los miramelindos y los que viven de ellos se podrían construir en España más de cinco hospitales por año. Que el sobre que recibe la zorra al contado por una revelación deleznable de una noche supera multiplicado por cinco a lo que percibe en un año un científico que busca abrir las ventanas de la sabiduría para luchar contra el cáncer. Me acusarán de demagogo, pero no es así. La diferencia es tan brutal que la decencia social ordena la protesta. Pero la culpa, la primera culpa, la tienen los empresarios que se visten de honestos y permiten la mugre en beneficio propio. Nada es malo si los resultados son buenos. Pero claro, ya empiezan a desertar, a huir, a manifestar públicamente su vergüenza quienes han colaborado con la cloaca. Y llegará el día, no mañana en el que la porquería encontrará su sitio, que lo tiene, dejando de ser la fuente de fortuna de los cínicos y los desaprensivos. Para los que quieran ver el artículo original: La mugre