¿Y si Israel gana Eurovisión 2024?: la final con la que la UER se juega su imagen y su credibilidad

Eurovisión celebra en la noche de este sábado 11 de mayo la gran final de su controvertida edición de Malmö 2024, con una pregunta que muchos se hacen y cuya respuesta nadie quiere escuchar: ¿Y si Israel gana el festival?

Tras la segunda semifinal de este jueves, que certificó el pase de su representante Eden Golan gracias a los votos del público europeo, la propuesta israelí 'Hurricane' se ha disparado en los pronósticos para ganar el Micrófono de Cristal. Y aunque no llegó a suelo sueco entre las favoritas de una edición que se planteaba como la más abierta de los últimos años, ya nadie duda de que, salvo sorpresa, se colará en la pugna final.

Pese a que la Unión Europea de Radiodifusión (UER) -organizadora del certamen- insiste en su carácter apolítico, lo cierto es que su propia historia y decisiones la contradicen: los factores geopolíticos y extramusicales inciden siempre en las votaciones tanto de jurados como de espectadores, como demostró la victoria de Ucrania en Turín 2022, y sus diferentes criterios a la hora de expulsar a sus participantes o aprobar sus canciones dejan al descubierto una hipocresía que va minando año a año su credibilidad.

Así llegamos a la 68ª edición que se celebra en un país histórico en clave eurovisiva, y que ha estado manchada desde su inicio por la polémica participación de Israel en plena masacre en Gaza, que contabiliza ya casi 35.000 muertos, la inmensa mayoría civiles y miles de niños. Como repasamos en esta cronología, la UER denegó hasta dos propuestas al estado hebreo por sus connotaciones políticas, pero acabó aceptando 'in extremis' una tercera canción, Hurricane, igualmente cuestionada. Porque más allá de la literalidad de los versos de su letra, que un opresor tenga un altavoz en un concurso de audiencias millonarias ya traslada en sí mismo un mensaje político.

Se confirma la dificultad de un boicot del público a Israel

Este jueves 9 de mayo, la segunda semifinal de Eurovisión 2024 no sólo sirvió para certificar el pase de Israel a la cita definitiva, sino también para confirmar lo que ya adelantábamos en verTele en análisis previos: que es extremadamente complicado que el público con sus votos pueda boicotear a Israel, y que el contexto político de su participación no hace más que impulsar posibles corrientes de apoyo sionista.

Antes de poner rumbo a Malmö, explicábamos cómo por la propia mecánica del certamen no es posible ir contra un país. Los votos se emiten en positivo, así que los espectadores únicamente tienen en su mano mostrar su apoyo a una u otra candidatura, y no su rechazo.

Algo que quedó en evidencia tras la 'semi', en cuya retransmisión la RAI difundió por “un fallo técnico” que Eden Golan había ganado, y por mucho, el televoto italiano. La israelí recibió de los eurofans del país de la bota un 39,31% de los sms y llamadas, mientras que entre los quince países restantes se repartieron el otro 60,39%, con un 7,32% para el siguiente más apoyado.

Esta revelación previa a la final, que está prohibida por las reglas del festival y por la que la radiotelevisión pública italiana ya se ha disculpado, únicamente corresponde a la corriente de voto de un país. Sin embargo, anticipa lo que podría extenderse este sábado al resto de Europa: que haya movilización sionista para hacer ganadora a Israel.

Además, en una edición tan abierta como esta, un respaldo masivo en favor de otro favorito para contrarrestar una posible lluvia de puntos a Hurricane se antoja todavía más complicado, ya que se habla de hasta cinco candidatos destacados y no hay un artista que sobresalga de manera excepcional sobre los demás para afinar el objetivo y no diversificar el voto.

De este modo, y adelantándonos a lo que pueda suceder, las opciones de que Israel no sume los puntos suficientes para llevarse su quinta victoria en Eurovisión pasarían por una baja valoración de los jurados europeos, que ya se decidieron este viernes a las 21:00 horas durante el llamado 'Jury Show' (ensayo de jurados) y que corresponden al 50% de la puntuación global de cada país.

La credibilidad de la UER y el fin de este festival

Como hemos estado contando y analizando en verTele desde Malmö, la cuestionable gestión por parte de la UER de la participación de Israel está manchando el festival desde antes del inicio de su semana grande, y especialmente a raíz del pistoletazo de salida del pasado martes 7 de mayo en la primera semifinal.

En el número inaugural en el que también participó Chanel, el cantante sueco Eric Saade, que es de ascendencia palestina y que en las semanas previas se había manifestado duramente contra la UER por permitir un “blanqueamiento a Israel ante Europa”, portó durante su actuación un pañuelo palestino, llamado kufiya, atado en su muñeca precisamente para protestar por la participación de Eden Golan y reivindicar a Palestina. Gesto por el que el organismo no sólo censuro su vídeo en redes sociales, sino también le criticó duramente en un comunicado por “ignorar el carácter apolítico del evento”.

En paralelo, y a la conclusión de esa primera gala clasificatoria, Bambie Thug de Irlanda denunció en rueda de prensa que la Unión Europea de Radiodifusión le había obligado a retirar de su propuesta los mensajes que llevaba grabados en su rostro y cuerpo, y en los que pedía el “alto al fuego” y la “libertad para Palestina”. Sí le permitieron lucir una tercera inscripción, que únicamente rezaba Crown The Witch [Coronar a la bruja] y que hacía referencia al concepto de su propuesta artística.

La unión y celebración que siempre han caracterizado al festival volvió a verse salpicada el jueves tras la polémica clasificación de Israel, cuando se vivieron momentos de tensión en la rueda de prensa por una pregunta directa a Eden Golan sobre si su presencia estaba poniendo en peligro las vidas de sus compañeros artistas. Todo, en una sala repleta de logos de Moroccanoil, empresa israelí que patrocina el festival desde hace tres ediciones y que realiza una importante contribución económica al festival para su celebración.

Horas antes, en la misma ciudad de Malmö se produjo una protesta masiva contra su participación en el festival, que requirió del apoyo de las fuerzas de seguridad de Noruega y Dinamarca.

Ya el viernes, y con el clima más enrarecido todavía, el representante de Países Bajos Joost Klein se ausentó del primer ensayo general de la final y fue investigado por la UER por un posible altercado con la delegación israelí. Además, durante ese mismo pase de prensa se produjeron amenazas de periodistas a un compañero de prensa de España por gritar “Free Palestine” [“Libertad para Palestina”].

Estos ejemplos no hacen más que confirmar la torpeza de los organizadores de Eurovisión a la hora de gestionar la participación de la KAN, radiotelevisión pública israelí, y la insostenibilidad de su situación. Algo que por más que se compare con lo que sucedió con Ucrania en 2022, no se puede poner al mismo nivel porque ni sus conflictos geopolíticos son iguales, ni sus situaciones se parecen ya que hablamos de opresores y oprimidos.

Las consecuencias de una hipotética victoria israelí

La mencionada victoria de los ucranianos Kalush Orchestra en Turín, con un apoyo masivo del público en plena invasión rusa, confirmó la ya mencionada tendencia política de las corrientes masivas de votos en Eurovisión. Sin embargo, no es equiparable lo que ocurriría en torno al certamen europeo si Eden Golan gana este sábado.

Los altercados arriba mencionados únicamente anticipan cómo podría salpicar al festival que su ganadora fuera una candidatura que ha estado envuelta de polémica desde el primer momento, que ha recibido la oposición clara de artistas y delegaciones, que se decidiría por motivos extramusicales y que, por encima de todo, representa a un estado genocida, como han declarado distintas instituciones y organizaciones mundiales.

Frente a la edición de Tel Aviv 2019, que ya fue controvertida por celebrarse en suelo israelí, una hipotética edición de 2025 allí podría conllevar la retirada en masa de países, no sólo por cuestiones de seguridad, sino también de principios y alianzas. Algo que marcaría de manera definitiva a Eurovisión como un concurso inseparable de las políticas de los gobiernos, y que le dejaría herido de muerte.

Llegados a este punto, y como reflexionábamos este viernes en Un tema al día, podcast de elDiario.es que ha dedicado su última entrega a esta polémica edición del festival, toca plantearse: ¿Se puede proyectar un Eurovisión en el futuro que sea distinto, que aborde este tipo de temas de otra forma? A priori, parece muy complicado imaginar un Eurovisión diferente, porque aunque quieran incidir desde la organización en su carácter “apolítico”, como decíamos, nunca lo ha sido y nunca lo será.