Habitación 104 Review: Una vez dentro, puede pasar… de todo
Sin duda, la habitación de un motel, impersonalmente sórdida, aunque inmaculada, puede ser el escenario ideal para múltiples historias. Tantas y tan variadas como huéspedes se alojen en ella. El carácter pasajero de su estancia imprime un tinte caduco a sus relatos. Por eso sólo dedicaremos treinta minutos a cada uno. Suficiente para conocerlos, vivirlos y que alcancen su cénit. Cómo si fueran fósforos. Intensos pero fugaces.
Y entre crónica y crónica, dejaremos el tiempo justo para un cambio de sábanas y… la habitación estará preparada para un nuevo visitante y una nueva aventura. Porque los hermanos Duplass (“Togetherness”, “Animals”) no invitarían a nadie mediocre a cruzar el umbral de este recinto tan especial. Las doce vivencias que aguardan ser recreadas entre esas cuatro paredes son retablos dignos del más puro surrealismo. Todo puede pasar en el interior de ese cubículo que parece un lugar distinto con sólo cambiar su iluminación. De día, una apacible habitación con encanto. De noche, un rincón barato de un motel de carretera.
Como ya hiciera la mítica serie de televisión “Más allá del límite” (“The outer limits”), en la que en cada capítulo se narraba una historia de ciencia ficción distinta, a cuál más increíble, la 104 recibirá en cada entrega a una pareja de protagonistas, a veces tres, que nos regalarán momentos perturbadores e impactantes como poco: niñeras al cargo de niños siniestros, fantasmas que aparecen para dar consejos sentimentales o el extraño rito de iniciación de una secta tan cutre como inconsistente. Pasa como con las máquinas expendedoras: nunca sabes qué regalo te va a salir en la bola.
Aunque está claro que hay bolas que gustan más que otras. Por ejemplo, merece ser remarcado el segundo capítulo de la temporada, “El repartidor de pizzas”, en el que Clark Duke (“The Office”, “Greek”) es un pizzero que, sin saber cómo, se ve atrapado en el perturbador juego sexual que mantienen James Van Der Beek(“Dawson Creek”,“CSI:Cyber”) y Davie Blue. El desenlace al macabro triángulo amoroso descoloca tanto que, una de dos, o parecerá una genialidad o no se tomará en serio. Como siempre, tú eliges, estimado lector.
Esta serie supone un viaje contemplativo que no es apto para “ojos inquietos”. El ritmo en algunas ocasiones puede ser más que lento, consumiéndonos al igual que si estuviéramos ensimismados mirando la moqueta del suelo sin otra cosa mejor que hacer. En otras, tendremos la sensación de no entender nada de lo que está ocurriendo, como en el episodio en el que una limpiadora se marca una coreografía de danza moderna con el reflejo de su juventud. Pero su visionado supone un reto a lo convencional y a nuestra capacidad de ver más allá.
Aquí no hay sitio para la inmediatez. El estrés de la vida moderna se queda fuera, del otro lado de la puerta. ¿Qué es un motel, sino una parada en el camino? Lo mejor es desconectar para poder seguir adelante. Pero cuidado. Este lugar es algo más que el típico motel de precio módico. ¿Estás dispuesto a pasar la noche aquí?
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