'Mad Men' 7x10 Review: un Don más enigmático que nunca
Por Alfredo Diaz PiedraAlfredo Diaz Piedra
Seguimos avanzando desde hace tres semanas al inevitable adiós definitivo de 'Mad Men'. En los dos capítulos previos, veíamos como Don trataba de seguir adelante tras su segundo divorcio, y como la compañía de publicidad SC&P continúa en su adaptación tras ser absorbida. Todo lo cual nos está trasladando a una confusa atmósfera de cambios constantes.
(¡Cuidado, spoilers!)
Un nuevo amor
No, no hablamos de una nueva conquista del pícaro de oficina de Don, sino que esta vez presenciamos el affair en cuestión incumbe a Joan. Durante un viaje de negocios en Los Angeles conocerá a Richard Burghoff, un ricachón que supera con creces los cincuenta añazos pero aun así con apenas cinco frases la convence para quedar esa misma noche. La cita parece ir como la seda porque vemos que se han acostado, pero en esa escena antes de irse ella de nuevo a Nueva York, ella le miente diciéndole que, como él, está divorciada, pero que no tiene hijos. Sin ataduras.
Parece que se va a quedar en eso, en una noche loca. Pero él no tarda en llamar a su despacho, diciéndole que queden, que está en la ciudad. Todo va muy deprisa en la cita, en nada parecen hacer ya planes serios, pero justo en ese momento ella confiesa que tiene un niño pequeño, aunque a él parece no importarle... Y decimos “parece” porque antes de acostarse de nuevo esa misma noche el explota y asegura no estar dispuesto a comprometerse en algo tan serio, que él ya ha criado a sus hijos y no quiere volver a hacerlo, quiere ser totalmente libre.
Joan se irá decepcionada. Todo había ido muy deprisa pero aquel hombre parecía gustarle mucho. Y entonces él vuelve a sorprendernos apareciendo frente a su puerta en la oficina, con un ramo de flores y pidiendo disculpas. Asegura sí estar dispuesto a un compromiso serio, y cuenta a Joan que ya está buscando un buen apartamento en la ciudad. Todo parece un cuento de princesas para la buena de Joan, pero también hay que insistir en que todo ha sido muy apresurado, y puede no acabar bien para ella, cosa que no nos gustaría en absoluto (bastante ha pasado ya la pobre en el ámbito amoroso).
Sally ya no es una niña
Vale, sí, hace ya un par de temporadas que vemos de sobra como la hija de Don y Betty poco a poco se va convirtiendo en una mujercita, pero no deja por ello de ser un cambio digno de casi todas las veces, aunque solo sea por la cara con la que deja a su padre cuando le demuestra la madurez que va adquiriendo. Esta será una de esas veces.
Y todo por la visita de Glen Bishop, aquel viejo amigo, tanto de Sally como de Betty... Que acude a la residencia de ellas a contarles, a ambas, que en pocos días se va a combatir a Vietnam. Tanto madre como hija se ven visiblemente afectadas por la noticia, Sally sobretodo por la vieja amistad que ambos llevaban manteniendo a lo largo de los años. Pero de alguna forma se intuye que Glen no ha ido a la casa a verla a ella, sino a su madre. Esa vieja obsesión del chaval que tantos disgustos les dio a ambos en su niñez.
Él aparecerá una segunda vez por la casa, y se arrimará peligrosamente a Betty. Ella lo aparta con el débil argumento de que es una mujer casada. No es difícil ver que la atracción a estas alturas es mutua. Y Sally la ve, y está cuanto menos decepcionada. Esto lo vemos al final del capítulo, cuando antes de irse de excursión con sus amigas, llevada hasta el autobús por Don, este se sorprende cuando su hija lo reprende por coquetear con las demás chicas que los acompañaban. Y dice que lo peor es que su madre es igual... Don se queda perplejo ante como su hija le dice que espera no ser nunca como ninguno de ellos dos, y su respuesta es un grosero “eres nuestra hija, te nos parecerás quieras o no”. Una respuesta algo mezquina, pero es que no está el hombre para esa clase de sobresaltos...
Un Don en horas bajas
Lleva así ya toda la séptima temporada, pareciendo que se hunde y sacando a veces la cabeza del barro de vez en cuando, haciéndonos creer que es posible que salga de ese hundimiento, pero sin llegar a completarlo nunca del todo.
Para empezar, está en pleno proceso de venta de su desvalijado apartamento. Esto no sería nada mortal de necesidad por sí solo, pero cuando Roger le pide ayuda para un discurso que tendrá que hacer acerca del futuro de la compañía, Don no podrá evitar sacar su lado taciturno, y veremos cómo se pasará el resto del capitulo preguntándose a si mismo, y a los demás, qué esperan del futuro, y si creían hace unos años que estarían donde están hoy día. No parecen la clase de reflexiones que un hombre feliz se haría. De hecho su amargura será visible cuando hablando del tema con Peggy consiga sacar a la chica de quicio. No era la intención de Don, pero esa tristeza que habita en él lo convierte a lo largo de todo el episodio en alguien melancólico y algo amargado (aunque más lo primero que lo segundo).
Esa melancolía a él no le saldrá muy cara, pero si a Mathis, que tratará de emular la jugada del maestro años ha con los directivos de Lucky Strike y la pifiará sobremanera (intento de algún modo impulsado por Don al contarle la historia para tratar de inspirar al joven, que había dicho algo inapropiado en una reunión). No hay que sentirse muy mal por Mathis, pues poco antes de que lo echaran de forma definitiva, Don lo había salvado de un primer intento de despido. Eso sí, antes de irse, el chaval va a ver a Don, al que culpa de su pifia. Ambos se intercambian un buen puñado de insultos antes de que Don lo redespida (lo despide pero ya estaba despedido vaya).
Al final del capítulo, tras dejar a Sally en el autobús, vuelve a casa y se encuentra con que una pareja ya la ha comprado, y que tiene treinta días para irse de allí, terminando el episodio como lo hizo el anterior: con un Don Draper en su casa, sintiéndola no como tal, sino ya casi como un recuerdo de un pasado que, aunque triste, de amargo recuerdo, seguramente era mejor que la actualidad. Seguimos esperando a que levante la cabeza, aunque sea un poco, pero cuanto más tiempo pasa más se nos antoja dicho “levantamiento” algo casi milagroso. A falta de cuatro episodios la vida, el futuro de Don Draper se nos presenta más enigmático que nunca.
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