Artículo de interés

Dios y la telebasura

Juan Carlos Ortega, colaborador de “Crónicas Marcianas” en Telecinco y “La ventana” en la SER, acaba de publicar su primer libro, “Buenos días, Sócrates (Reflexiones de un filósofo sin estudios)”, en el que “repasando la vida de unos cuantos genios, se pasa revista a los principales tópicos de nuestro tiempo, esas frases hechas que todos solemos utilizar para describir el mundo sin necesidad de pensar demasiado. En sus páginas descubriremos que no son tan ciertas como creíamos algunas de las ideas que escuchamos a diario. Pero eso no nos causará ninguna decepción, pues, como afirma él, La decepción no surge cuando constatamos que el mundo es distinto al que siempre hemos imaginado. La verdadera decepción sería descubrir que la realidad es tal como nos la han explicado. Y, afortunadamente, las cosas siempre son de otra manera”. A continuación, reproducimos por su interés uno de los textos del libro, titulado “Dios y la telebasura”, en el que Ortega trata de desmontar el tópico “antitelebasura” comparándolo con el mundo natural. Además de colaborar en “La ventana” y “Crónicas”, Juan Carlos Ortega realiza espacios de humor en el magazine “No es un día cualquiera”, de Pepa Fernández, y en Radio Nacional de España (donde también presenta un espacio de divulgación científica). “Dios y la telebasura” Algunas personas creen que no es mala cosa ser profundo la mayor parte del tiempo, sin demasiadas interrupciones. La televisión, para ellos, es simplemente una máquina cuya finalidad es formar a los que, de alguna manera, no tienen forma. Los tópicos que lanzan son conocidos por todos. El principal, sin duda, el siguiente: “La gente ve telebasura no porque le guste, sino porque se la ponen. Si pusieran otra cosa mejor, les gustaría más.” Es un argumento repetido continuamente. Su construcción lógica es impecable, pero la apariencia de verdad que transmite obedece a algo que está fuera de su mensaje. En realidad, forma parte de la construcción de la frase y es independiente de aquello a lo que está destinado. Como veremos enseguida, puede aplicarse a todo. Para comprenderlo mejor, pensemos en Dios. Dios creó el mundo (o, al menos, vamos a suponer que lo hizo). Creó las montañas, las nubes, los ciervos, las puestas de sol, las coliflores, el cuarzo y los orangutanes. Puso ante nuestros ojos muchas cosas distintas, haciendo lo que en términos periodísticos se conoce como un despliegue de medios sin precedentes. Y nos situó a nosotros, pobres espectadores, en medio del meollo, para contemplarlo. El tópico anti-telebasura podría aplicarse al mundo natural

La mayoría de los poetas adoran el mundo natural. Escriben versos elogiando el color de los amaneceres, el reflejo de los rayos lunares en las caras de sus novias, la profundidad misteriosa y fría de los océanos, el brillo de las manzanas y el color rojo de la tierra de Atlanta. Cientos de miles de poetas de todo el mundo describen con admiración ese tono anaranjado que tiene el amanecer, la complejidad asombrosamente inteligente y matemática de la tela de araña, el comportamiento de los mamíferos, la ternura de los patos pequeños que siguen a sus madres. Se esfuerzan muchos de esos versos, porque para ellos no hay nada mejor, nada que pueda superar este espectáculo gigante que contemplan cada mañana cuando miran el mundo. Y pueden tener algo de razón. Después de todo, la naturaleza está llena de cosas interesantes, Pero, ¿realmente nada puede superarla? El tópico anti-telebasura podría aplicarse ahora al mundo natural. Si lo hacemos, llegamos a la conclusión siguiente: “A los poetas no les gusta la naturaleza. Se fijan en ella y la describen siempre porque es lo que hay. Si Dios pusiera otra cosa mejor; les gustaría más.” ¿Y si fuera así? ¿Y si nos gustara la naturaleza, con sus ríos fríos llenos de truchas saltarinas y sus montañas poéticamente nevadas, simplemente porque “es lo que hay”? A lo mejor, quién sabe, el mundo no es más que una creación basura. De hecho, la naturaleza tiene muchos elementos que hacen sospechar que así es: matamos para vivir, enfermamos, padecemos dolores horribles, vemos fallecer a personas con las que nos gustaría estar hablando eternamente, y al final desaparecemos sin haber disfrutado todo lo que nos habíamos propuesto. El programador del Cosmos podría ponernos algo mejor, pero siempre va a lo fácil. ¿Qué ponen hoy en el Universo? Consultemos la programación cósmica. Hacen lo de siempre: a las 7 de la tarde, una puesta de sol, luego oscuridad durante unas horas, y por la mañana la luz dorada nuevamente. Y así día tras día, machaconamente, siempre igual. Dios es bastante previsible, y su programa es repetitivo y fácil. Criticamos a los responsables de las teles porque se repiten, porque no innovan, pero Dios hace lo mismo y le adoramos.

Nos gusta la naturaleza porque no podemos hacer zapping

Pero podemos ir más allá. Amamos a nuestras esposas y a nuestros maridos porque es lo que hay, pero si nos pusieran algo mejor, les amaríamos más. Nos caen bien nuestros amigos porque no conocemos a amigos mejores. Nuestros libros preferidos, las películas de nuestra vida y las canciones que nos provocan un pinchazo en el estómago gozan del privilegio de nuestra admiración sólo porque no hemos le leído libros mejores, ni visto películas más deslumbrantes ni escuchado canciones que nos desgarren con más violencia las tripas. Nos adoramos a nosotros mismos por el mismo motivo: porque es lo que hay, es lo que somos, porque no hay alternativa, porque nos es imposible imaginar que pueda existir algo mejor que nuestra estupenda y mimada persona. El tópico anti-telebasura, como vemos, es aplicable a todo.

Dios hizo lo que hizo. Los de la tele hacen lo que hacen. Las montañas, los escarabajos, el feldespato, la mica y las legumbres están ahí. Miramos la naturaleza y nos hacemos fans de ella porque no tenemos un mando a distancia para hacer zapping en las montañas. El sentimiento de arrobamiento y estupefacción ante la belleza natural es tan válido y profundo como la aparente tonta y frívola diversión que nos invade al mirar la tele un sábado por la tarde, tumbados en el sofá de casa, cuando en la vida real no echan nada mejor.

Si hubiera varios Universos, Dios duraría tres días como programador

Nos gusta la telebasura porque es lo que hay. Si pusieran algo mejor nos gustaría más. Evidentemente. Pero también nos gusta el brillo misterioso, lejano y mágico de las estrellas que tiemblan en el cielo de verano porque es lo que hay. Si Dios nos pusiera algo mejor, nos gustaría más. Si hubiera muchos universos compitiendo entre sí, cada uno ofreciéndonos espectáculos y leyes naturales diferentes, es bastante probable que el Cosmos en el que estamos tuviera un bajísimo índice de audiencia. Bien mirado, no sería extraño que esto sucediera. Desde hace miles de años los seres humanos se han dedicado obstinadamente a criticar la dura realidad, despedazándola siempre que han tenido ocasión de hacerlo, señalándonos sus taras, sus chapuzas y sus malos acabados. Si aplicáramos métodos comerciales implacables, Dios duraría tres días como Programador Universal.

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