La crisis económica llena la televisión argentina de programas de tertulianos
El nombre del programa es lo de menos: Intrusos, Hora clave, Indomables, Polémica en el bar, Las cortesanas, Rumores, Mujeres acorraladas. El canal en el que se emite tampoco importa demasiado: Azul TV, Canal 13, Canal 7. El tema que tratan es irrelevante: fútbol, política, cotilleo, vida cotidiana. Pero todos tienen algo en común: son talk-shows de “tertulias”. Son programas de “panelistas”: un número de tertulianos-opinadores variable que habla del tema que le echen y que consiguen programas de televisión buenos, bonitos, baratos y, sobretodo, con una audiencia que les permite existir. Pluralidad, agilidad, audiencia Cuando se pregunta a un productor de televisión por qué funcionan, en tiempos de crisis, los programas de tertulias las respuestas se parecen mucho. Luis Ventura, que es responsable de Intrusos en el espectáculo, que se emite en Buenos Aires en América TV, asegura al diario La Nación que “el panel de opinión permite un espectáculo periodístico plural”. Y lo que es seguro es que este programa, presentado por Jorge Rial, ofrece un auténtico espectáculo en el que el presentador es capaz de mantener el suspense en temas tan peregrinos como el nombre con el que se va a bautizar el hijo de una actriz; secreto que se guarda en el interior de un sobre que se muestra constantemente. También, como en nuestra Tómbola, la conductora Viviana Canosa hace el papel de mala y es capaz de decir las mayores barbaridades de la estrella más estrella del mundo del espectáculo. Y todo basado en la palabra. Diego Gvirtz, dueño de la productora Pensado para TV, que fabrica Indomables, cree que el secreto de estos formatos “es el intercambio de opiniones”. Y sigue: “en una televisión donde existen tantos intereses, tanta censura, tantos prejuicios, el que se puedan decir cosas sin red, tal como salen, aporta una frescura que interesa al público y que es el principal beneficiado del espectáculo que se ofrece”. Mariano Chiade, que produce Las cortesanas y Kaos, piensa que “los programas de opinadores son ágiles. No se producen silencios: si uno no se apresura a opinar, opina otro y te roba el sitio”. “Es importante buscar personalidades antagónicas, que generen conflictos y posturas enfrentadas”. Este programa, que se emite en Canal 13, ha seleccionado un papel de mujeres “con el que se puedan identificar todas las espectadoras: si no te sientes representado por una, estás de acuerdo con lo que dice otra”. En todos los casos son programas con una audiencia consistente y que, a menudo, se ha incrementado con la incorporación y mejora del panel de tertulianos. Son programas baratos En la producción de programas de televisión el coste de producción es muy importante. En época de crisis, de paro, de devaluación y de catástrofe económica nacional, hay que buscar productos baratos con buen rendimiento. Un productor de Azul TV es muy claro: “Es mucho más barato encender las luces de los platós, activar los micrófonos y salir al aire, que pagar actores, vestuario, guionistas, directores, atrezzo, y equipos muy caros para rodar ficción. Aquí se abren los pilotos y la gente empieza a hablar”. En Buenos Aires un programa de estas características puede costar, por emisión, entre 1200 y 4000 euros, según la cantidad de tertulianos, el caché del presentador y la complejidad de la puesta en escena. Un capítulo de ficción no bajará, a pesar de la devaluación del peso argentino, de 20.000 euros. Y en la aritmética rendimiento-costo, las buenas audiencias de las tertulias polémicas le garantizan un sitio en las rejillas de programación. “Si no, no habrían proliferado tanto”. Bofetadas en plató: un ring televisivo A menudo las tertulias argentinas no ofrecen únicamente el espectáculo de la palabra. Mauro Viale, que es uno de los iniciadores del género, potenció Impacto a las doce, cuando el presentador recibió una paliza del empresario de la carne Alberto Samid. Ahora, al frente de Indomables, es el más amarillo de todos los periodistas amarillos que en el mundo existen y ha asumido ya un papel de payaso, de comediante, que convierte sus entrevistas en un pozo de sorpresas, sketches, gags y parodias. Este programa nació como un espacio de debate. Al poco tiempo constataron que no todos los días había temas fuertes, con lo cual decidieron empezar a provocar escándalos. “Tomamos la vía del humor –asegura su productor- y tratamos temas intrascendentes hasta llevarlos al extremo del ridículo, contando con la colaboración de un panel de opinadores”. Pasa algo parecido con Titanic, primero las mujeres, que plantea discusiones sobre cosas como “¿Traen mala suerte los enanos de jardín?”, o bien “¿Está usted preparado para una invasión extraterrestre?” En definitiva: es la televisión de la crisis. Es mucho más barato hacer este tipo de programas que grandes superproducciones, muy caras y a veces de resultado incierto. Y en España, las cosas no son muy diferentes: nuestras rejillas tienen decenas de programas basados en la opinión, el debate y la tertulia, en clave seria o en clave informal y divertida. Aunque no haya crisis, claro. De momento. *Elaboración propia con datos obtenidos del diario La Nación